Por Jesús Delgado Guerrero
Inicio a la manera del “Teatro Fantástico” (del legendario Enrique Alonso, “Cachirulo”), o cómo hay listos (o pasados de listos) que sacan raja gracias a los recursos y el trabajo de otros (tipo neoliberal, para decirlo pronto):
Según el profesor Harvey O´Connor, la historia del petróleo puede agruparse en unos cuantos nombres, “quienes por designio deliberado o por accidente marcaron sus períodos”. Así por ejemplo, dijo, “en 1859, Edwin L. Drake encontró la forma de sacar petróleo de la tierra, pero John D. Rockefeller descubrió la forma de sacar dinero del petróleo y edificó una inmensa fortuna vendiendo lámparas de kerosén y sus respectivos lubricantes” (“El Imperio del Petróleo”).
(Esto siempre se omite en las biografías oficiales, pero por supuesto que son conocidos los métodos de libre mercado, muy actuales, practicados por Rockefeller para crear su monopolio: soborno a autoridades (legisladores -así como sucedió con la “reforma energética” de Enrique Peña Nieto- gobernadores y senadores para lograr incluso trato preferencial en tarifas de transporte del energético; destrucción de propiedades de competidores, amenazas, fraudes, guerra de precios y, en suma, procedimientos similares a los del crimen organizado o, como se decía antes, de “tipo gangsteril”)
Eran los tiempos en que, de acuerdo con el citado profesor, “las velas luchaban contra la sombra” y “el aceite de roca obtenido de las chapopoteras”, era muy caro para emplearlo como iluminante y hasta “era famoso por sus propiedades medicinales”.
Digresión obligada, a manera de chunga histórica: fueron épocas en las que “Doña Delfita”, propietaria de un estaquillo, “gorda, rubicunda y peluda”, “conturbó” al pequeño Renato Leduc (luego escritor y poeta, previo empleo como telegrafista de la División del Norte, de Pancho Villa) cuando, con “enaguas remangadas arriba de la rodilla” y “Sentada en un taburete se frotaba las piernas monstruosas y velludas con un líquido pestilente”, (justo para curarse las reúmas mediante friegas de petróleo, según le explicaron después al autor del afamado Corsario Beige y de Historia de lo Inmediato, entre muchas otras).
Pues bien, fue el mismo profesor O´Connor quien, en la obra referida (publicada en 1956), salió al paso de los más funestos presagios sobre la nacionalización de la industria petrolera por parte del presidente Lázaro Cárdenas, las cuales provinieron, como no podía ser de otra manera, de ejecutivos y personeros de las compañías expropiadas, quienes aseguraban que antes de un año las autoridades les pedirían que retornaran por una supuesta incapacidad oficial para manejar la industria, aunque en los números se vio que se producía más y consecuentemente se generaban más ingresos a las arcas públicas.
“La luz pequeña pero constante de Petróleos Mexicanos (Pemex) fulgura como faro de esperanza para las tierras de la América latina y del Medio Oriente, tan ricas en petróleo como agobiadas por la pobreza”, escribió el profesor de referencia, expresando que lo sucedido en nuestro país con la industria petrolera fue “una de las hazañas más dramáticas de nuestros días” porque se sobrepuso a una oposición externa muy fuerte, además de las conocidas penurias y sobresaltos sociales.
Por supuesto, Pemex fue un fugaz “faro de esperanza” que degeneró en fuente, sí de grandes recursos petroleros, pero también de mucha corrupción, con personajes impresentables que, compendiando para no aburrir, retratan fielmente la situación:
Abarcan desde Salvador Barragán Camacho y Joaquín Hernández Galicia, La Quina” (líderes petroleros cruzando apuestas en Las Vegas en 1983 “por 800 mil dólares en un sólo tiro”, según consignó el ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado en su libro “Cambio de Rumbo”), hasta las extravagancias de Carlos Romero Deschamps (“criminal sindicalista”, con el escándalo Pemexgate y muchos más), pasando luego al “reciente” caso Odebrecht con el ex titular de Pemex , Emilio Lozoya Austin, involucrados él y hasta legisladores en “sobornos” para aprobar la “reforma energética”).
Total, que si la historia se repite y suele ser todavía más cruel, el tal “faro de esperanza” ha sido nada más eso y, toda proporción guardada tanto histórica como de personajes involucrados en cuanto al capítulo expropiatorio, actualmente se están desafiando también “los más oscuros presagios” sobre la nueva política petrolera por parte del gobierno federal.
Nada más hay que ver los “análisis”, notas y reacciones sobre la inauguración de la primera etapa de la refinería Olmeca (Dos Bocas, en Paraíso, Tabasco), por parte del presidente Andrés Manuel López obrador, con el añadido de que al pesimismo externo (interesado) se suma el pesimismo interno (también interesado, claro).
En estos casos nada debe desestimarse aunque se trate de una puja propagandística entre bandos presuntamente contrarios.
Porque lo peor es que este pretendido “viraje en la industria petrolera” (AMLO, dixit), después del desmantelamiento sufrido, siga los pasos harto conocidos de derroche y corrupción pues, como se ha visto, lo mismo se han dado desde el ámbito oficial que con el concurso privado ya que desde hace tiempo se descubrió, más por olfatos empíricos que científicos, que el petróleo no sólo sirve para curar reumas, como a Doña Delfita, sino también para hacer dinero (y de modo muy “gangsteril”).