¿Y por qué no?, Opinión

¿Y por qué no?/Administrando la pobreza/Vidal Ibarra Puig

Pobreza-populismo

Por Vidal Ibarra Puig[1]

**Se incluye versión en inglés

He utilizado muchas veces este término al platicar con colegas de universidades del extranjero, ya sea de manera personal o participando en encuentros académicos, para referirme a la forma en la cual los gobiernos populistas, ya sean de derecha o de izquierda, utilizan a los pobres de un país para sus fines políticos, no para resolver sus problemas económicos. Veamos.

El populismo, desde nuestro punto de vista, quiere el poder no para solucionar una situación concreta de, por ejemplo, pobreza. No. El populismo quiere, en base a un líder carismático, acceder al poder y mantenerse en el mismo el mayor tiempo posible, obteniendo ganancias políticas (y económicas) del usufructo del poder mismo, en base a explotar una supuesta idea de que la sociedad está separada en dos grupos enfrentados entre sí: “el verdadero pueblo” y “la élite corrupta”. El populismo accede al poder por la vía democrática, pero una vez instalado en el gobierno, desconoce las instituciones que le permitieron llegar y procede a atacar sistemáticamente a dichas instituciones, apelando a la movilización social como forma de gobierno, utilizando argumentos emocionales en vez de argumentos racionales.

Su forma de mantenerse en el poder es, decíamos, haciendo uso de las prerrogativas económicas y sociales que da el poder: el manejo de la propaganda, el uso de los programas sociales con fines electorales, el uso del mismo poder de manera dictatorial y no de manera democrática (el poder se concentra en el líder carismático); desprecio a las formas democráticas de convivencia, haciendo a un lado la rendición de cuentas y apartando el estado de derecho ahí donde no le es conveniente; y sustituyendo las votaciones democráticas por otras formas de instrumentar el uso del poder (decretos, consultas a la base, movilizaciones sociales).

El populismo es entonces, por su esencia, enemigo de la democracia.

¿Y esto qué tiene que ver con la economía, concretamente con la administración de la pobreza?

Pues precisamente, estimado lector, que este tipo de gobiernos nunca van a solucionar de raíz el problema de la pobreza.

Incapaces por su proyecto de gobierno de dar soluciones efectivas y de largo plazo (si se terminan los pobres perderían una gran parte de su base social), el interés de los gobiernos populistas se enfoca en soluciones de corto plazo que consisten en regalar dinero y otorgar diversas dádivas a los sectores más desprotegidos (una vez más: su base social) para de esta manera poder espantarlos con el anuncio de que, si pierden las votaciones, el próximo gobierno les quitará esos regalos monetarios o de prestaciones sociales (vales de despensa, transporte subsidiado, ya sea directamente o a través de la manipulación del precio de la gasolina).

Una estrategia básica de estos gobiernos populistas es el desconocimiento de los resultados democráticos electorales, con el argumento de que están organizados por instituciones que crearon “los enemigos miembros de la clase alta”, que por definición están contra los pobres y su gobierno, el gobierno populista.

En América en su conjunto hemos tenido estos populismos a lo largo de la historia, ya sea reciente o del siglo pasado. Trump, diversos gobiernos del PRI en México, el gobierno de Fox en nuestro país; Ortega en Nicaragua; Chávez y Maduro en Venezuela; Bolsonaro en Brasil; y así sucesivamente hasta llegar a la actual administración mexicana.

El gobierno mexicano actual se ha caracterizado, como ya lo hemos señalado en diversas ocasiones en nuestras publicaciones, por ser un gobierno más neoliberal que los regímenes a los que acusa de ser neoliberales y que, en base a atacarlos, le permitieron llegar al poder, utilizando las instituciones democráticas que tanto trabajo costó construir y que ahora se empeña en destruir.

La reiterada violación el estado de derecho (como el nombramiento en la CNDH, la del Gobernador del Banco de México) y ahora el desconocer el TMEC, escudándose en una falsa defensa de la soberanía y la independencia nacionales, son ejemplos de las tendencias dictatoriales típicas del populismo.

¿Hasta dónde llegará el populismo en México?

Es difícil saberlo, pero es un hecho que el mal manejo de la pandemia, con sus 12 millones más de mexicanos en la pobreza, le sirven al gobierno actual para instrumentar sus políticas sociales populistas y ampliar su base social, en lugar de dedicar este dinero al crecimiento de largo plazo, como sería la inversión pública en infraestructura de hospitales, carreteras, escuelas, etcétera, y generar las condiciones para que la iniciativa privada invierta en un marco jurídico de vigencia del estado de derecho y se generen así más empleos formales y bien pagados, con seguridad social incluida.

En lugar de eso, se utiliza el dinero en proyectos de muy dudoso impacto social, pues por ejemplo la refinería se está construyendo, de manera que no es coincidencia, en el estado natal del líder, en lugar de haber hecho un estudio que justificara su existencia y su ubicación en ese lugar. Y lo mismo se puede decir del AIFA y del tren maya.

Luego entonces, querido lector: los gobiernos populistas nunca acabarán con la pobreza, pues se quedarían sin su clientela social. Lo que van a hacer es administrar la pobreza, para sus fines particulares.

Cuide su salud, cuide su dinero. La quinta ola del Covid 19 en México está muy fuerte. Use cubrebocas por favor.


[1] Profesor en el Departamento de Economía de la UAM Azcapotzalco, viip@azc.uam.mx

Managing poverty

By Vidal Ibarra Puig[1]

I have often used this term when talking with colleagues from other universities, either personally or in academic meetings, to refer to the way in which populist governments, whether right or left, use a country’s poverty situation for their political objectives, not to solve its economic problems. Let’s see.

Populism, from our point of view, wants power not to solve a concrete situation of, for example, poverty. No. Populism wants, on the basis of a charismatic leader, to accede to power and stay in power as long as possible, obtaining political (and economic) gains from the usufruct of power itself, based on exploiting a supposed idea that society is separated into two groups confronting each other: “the real people” and “the corrupt elite”. Populism comes to power through democratic means, but once installed in government, it ignores the institutions that allowed him to come to power and proceeds to systematically attack those democratic institutions, appealing to social mobilization as a form of government, using emotional arguments instead of rational ones.

Their way of staying in power is, as we were saying, by making use of the economic and social prerogatives that power gives: the use of propaganda; also the use of social programs for electoral purposes; the use of power itself in a dictatorial rather than democratic manner (power is concentrated in the charismatic leader); contempt for democratic forms of coexistence; non-transparent management of public resources; and setting aside the rule of law where it is not convenient for their purposes; also substituting democratic voting for other forms of instrumenting the use of power (decrees, social mobilizations).

Populism is then, by its essence, the enemy of democracy.

And what does this have to do with the economy, specifically with managing poverty?

Well, this type of government will never solve the root of the problem of poverty.

Incapable of providing effective and long term solutions (if the poor are finished they would lose a large part of their social base), the interest of the populist governments is focused on short term solutions that consist in giving away money and granting various handouts to the most unprotected sectors (once again, their social base) in order to scare them away with the announcement that, if they lose democratic elections, the next government will take away those monetary gifts or social benefits (food vouchers, subsidized transportation, either directly or through the manipulation of the price of gasoline, for example).

A basic strategy of these populist governments is the disregard of democratic electoral results, with the argument that they are organized by institutions created by “the enemy, the upper class”, who by definition are against the poor people and their government, the populist government.

In the Americas as a whole we have had these populisms throughout history, whether recent or from the last century: Mr. Trump in USA, various PRI governments in Mexico, the president Fox government also in Mexico; Ortega in Nicaragua; Chavez and Maduro in Venezuela; Bolsonaro in Brazil; and so on until we reach the current Mexican administration.

The current Mexican government has been characterized, as we have already pointed out on several occasions in our publications, for being a more neoliberal government than the regimes it accuses of being neoliberal and which, based on attacking them, allowed it to come to power, using the democratic institutions and which it now insists on destroying these democratic institutions.

The repeated violation of the rule of law (such as the appointment of the president of the CNDH, the appointment of the Governor of the Central Bank of Mexico) and now the disregard of the TMEC, hiding behind a false defense of national sovereignty and independence, are examples of the dictatorial tendencies typical of populism.

How far will populism go in Mexico?

It is difficult to know, but it is a fact that the mismanagement of the pandemic of Covid19, with its 12 million more Mexicans in poverty, serves the current government to implement its populist social policies and expand its social base, instead of dedicating this money to long-term growth, such as public investment in infrastructure, hospitals, roads, schools, etc., and generating the conditions for private initiative to invest, and thus generate more formal and well-paid jobs, including social security, within a legal framework of the rule of law.

Instead, public resources are used in projects of very dubious social impact. For example, a new oil refinery is being built, in the home state of the leader, instead of having done a study to justify its existence and location in that place. And the same can be said of the new airport (AIFA) and the Mayan train.

So then: populist governments will never put an end to poverty, because if they do so, they would be left without their social clientele.

What they will do is to managing poverty for their own political purposes. Take care of your health, take care of your money. The fifth wave of Covid 19 in Mexico is very strong.


[1] Professor, Economics Department, UAM Azcapotzalco, viip@azc.uam.mx