Por Javier Ortiz de Montellano
“Nunca ha existido un verdadero orden mundial”. Henry Kissinger, Orden Mundial, 2014.
Como bien señala Kissinger en su libro, la idea de lo que hoy pasa por “Orden Mundial ” es la Conferencia de Paz en Westfalia que se pactó en Europa en 1648, tras la Guerra de los Treinta Años. Esa conflagración se dió en torno a la libertad religiosa que había desatado el protestantismo desde la publicación por Martín Lutero de las 95 tesis de Wittenberg, en 1517, que inició la Reforma Protestante y una serie de guerras que sacudieron a Europa Occidental y Central hasta que se firmó una paz relativa en 1648 (España no firmó la paz y continuó la guerra contra Francia).
La Paz de Westfalia duró hasta que tras las Guerras Napoleónicas se dió su disolución y reemplazo por la Confederación del Rin, en 1806. En esa fecha Francisco II renunció a la corona imperial del Sacro Imperio Romano Germánico para mantenerse únicamente como emperador austríaco debido a las derrotas sufridas a manos de Napoleón Bonaparte.
Tras la posterior derrota de Napoleón y su efímero imperio se buscó la restauración de una estructura de paz y estabilidad en Europa, luego de las turbulencias generadas por las guerras napoleónicas. El proceso de paz alcanza su punto culminante en el Congreso de Viena (1814-1818) del cual surgieron acuerdos y compromisos políticos que lograron extenderse durante un siglo.
Hubo ciertamente algunas guerras entre los poderes europeos a lo largo de esos años, pero fueron guerras limitadas entre Prusia y Francia y Prusia y Austria (“guerras de Bismarck”), así como la guerra de Crimea. Estos conflictos se llevaron a cabo sin que se perturbasen los pilares básicos del balance de poder entre las grandes potencias de la época, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914).
Desde entonces, la primera mitad del siglo 20 se caracterizó por el intento de sobreponer un “orden mundial”. El primer esfuerzo después de la Primera Guerra Mundial, a través del Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones, fue un fracasó que desembocó en el mundo del fascismo europeo, el aislacionismo estadounidense, una gran depresión económica mundial, millones de muertos por el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y sus socios tuvieron mucho más éxito, construyendo lo que se denominó exageradamente “el orden internacional liberal”, a través del Plan Marshall y nuevas instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI, la OTAN, la Unión Europea, y otros. Estos esfuerzos llevaron a la “Pax Americana” y su Guerra Fría contra la Unión Soviética, en medio de múltiples guerras de “baja intensidad”, aunque sin enfrentar a las principales potencias.
El tercer esfuerzo por definir un “orden mundial “ se produjo tras la disolución de la URSS. Las democracias europeas surgieron o fueron restauradas, la OTAN se amplió y la Unión Europea se expandió. El comercio resurgió con el triunfo de Estados Unidos y su predominio de la “economía mundial”, es decir, la economía no socialista, aún con la formación del Mercado Común Europeo y más con la creación del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos con Mexico y Canadá en los años noventa del siglo pasado. La caída de la URSS en 1989 y la incorporación de China al mercado capitalista y su incorporación a la Organización Mundial del Comercio en 2001 acentuó la tendencia a liberalizar no sólo el comercio sino también todo tipo de servicios, especialmente los financieros.
Ese “Orden” duró hasta que en 2008 estalló la Crisis Financiera Global (¡el desorden sí puede más fácilmente ser global!), que provocó la llamada Gran Recesión, el colapso económico después del estallido de la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos.
Desde entonces, la tendencia a la interdependencia mundial por el libre comercio que, por comodidad, se ha dado en llamar Globalización, está en relativa reversa. A nivel mundial, hasta ahora sólo han ocurrido dos períodos más largos de “desglobalización”: en la década de 1930 durante la Gran Depresión y en la década pasada ese colapso económico y financiero que provocó la Desaceleración del Comercio Mundial.
Esta nueva tendencia a la desglobalización se reinició recientemente al intensificarse con los trastornos por el encierro que provocó la pandemia del Covid-19 y los desequilibrios en las cadenas de suministros que se observan desde que se intentó reanudar las actividades económicas “normales” en 2021 y además en 2022 con la reciente invasión de Ucrania por parte de Rusia y las consecuencias sobre el comercio mundial.
Los problemas de la cadena de suministros de 2021 se debió principalmente a la recuperación de la demanda que rebasó la oferta disponible. En cambio, la desglobalización actual nos golpea con la inestabilidad por el lado de las dificultades de la oferta, de la desintegración de las cadenas de suministros, que provoca inflación.
Para salir de estos problemas Estados Unidos está recurriendo a una reestructuración de su sistema económico. De esto trata el interesante libro “The End of the World is just the Beginning: Mapping the Collapse of Globalization” ( El fin del mundo es sólo el comienzo, Mapeo del colapso de la globalización, por Peter Zeihan, fue entregado a la imprenta una semana antes de empezar el conflicto Rusia-Ucrania, pero no fue publicado sino hasta julio de 2022 por Harper Business, por problemas de producción; hasta donde sé todavía no hay traducción ).
Peter Zeihan, Es un reconocido estratega geopolítico que anteriormente trabajó para la firma de inteligencia geopolítica Stratfor. Tiene otros tres libros:
- Disunited Nations (Naciones desunidas: la lucha por el poder en un mundo sin gobierno, 2020)
- The Absent Superpower (La superpotencia ausente: la revolución del esquisto y un mundo sin Estados Unidos, 2017)
- The Accidental Superpower (La Superpotencia Accidental: la próxima generación de preeminencia estadounidense y el desorden global venidero, 2014)
Zeihan enmarca la situación geopolítica de la segunda década de este siglo 21 y observa una desconexión estadounidense del mundo, empezando por su autonomía energética que a su vez deja a las otras naciones del mundo a su suerte para asegurarse el acceso.
Zeihan predijo un período inminente de desorden internacional, ya que el desinterés estadounidense en el mundo (La Superpotencia Ausente, 2017) significaría que era poco probable que se respetaran las garantías de seguridad estadounidenses. Volverían las guerras de oportunismo (como las de Rusia).
Con eso como contexto, la pregunta actual en 2023 no es cuál sería el nuevo orden mundial, sino si Estados Unidos y sus aliados pueden, a través de Ucrania, revertir la erosión de las ganancias del siglo pasado como un primer paso hacia el establecimiento del primer orden mundial verdaderamente “global”. La alternativa sería una nueva desglobalización, con todos los reacomodos que eso significaría en las relaciones internacionales.
En suma, para los países que no puedan obtener suministros para su pleno desarrollo existe la probabilidad de que simplemente se salgan del mundo moderno por completo. Según Zeihan, la buena noticia para México es que es parte del T-MEC (Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá). Pero de eso le comentaremos en detalle en un próximo artículo.