Por Javier Ortiz de Montellano
El controvertido estudioso de la geopolítica Alfredo Jalife-Rahme denunciaba lúcidamente desde el año 2000 “El Lado Oscuro de la Globalización”, en su libro de ese título. Más de veinte años después la postglobalización y balcanización que preveía es una tendencia que se ha reafirmado entre cíclicas sacudidas de todo tipo, manías, pánicos y cracs, cambios climáticos, retrocesos por pandemias, crisis económicas y financieras, caídas de Bolsas, inestabilidades políticas, y hasta guerras.
La Globalización imaginada por los tecnócratas siempre dependió del compromiso de los estadounidenses en la postguerra con el “Orden global” instaurado a la par de la Guerra Fría. Sin embargo, en este siglo se ha erosionado ese compromiso de los líderes estadounidenses de defender y promover el “orden internacional” ampliado, lo que Kissinger llamó “un orden cooperativo de estados en expansión inexorable que observa reglas y normas comunes, abrazando sistemas económicos liberales, renunciando a la conquista territorial, respetando la soberanía nacional y adoptando sistemas de gobierno participativos y democráticos”.
El liderazgo de la política exterior estadounidense rara vez ha sido consistente, pero lo fue notablemente después de la Segunda Guerra Mundial y hasta el final de la Guerra Fría. Desde entonces, las inconsistencias han aumentado, subrayadas por la búsqueda de autonomía energética que empezó en 2009 el entonces presidente Barack Obama al dar el banderazo de reinicio a la explotación del “fracking” (esquisto) que en pocos años ha convertido a Estados Unidos en el primer productor mundial de petróleo y gas dejando de depender de las importaciones, y con el “Estados Unidos primero” del expresidente Donald Trump que dejó de apoyar plenamente a la ONU y la OTAN y abandonó muchos pactos, tratados y acuerdos internacionales que caracterizaban al compromiso estadounidense con el intento de globalización imaginada o imaginaria…
Este cambio de condición trastornó el mundo productivo que conoció Estados Unidos en el siglo pasado. El mundo del transporte y las finanzas avanzados, de los alimentos y la energía siempre presentes, de las mejoras interminables y la velocidad alucinante.
Ahora, en la tercera década del siglo 21 nos enfrentamos a un cambio de condición. Treinta años después del final de la Guerra Fría, los estadounidenses se ven tentados nuevamente por su tendencia hacia el relativo aislacionismo, pero también se hallan enfrentados por los retos geopolíticos de sus rivales y se ven en necesidad de intentar mantener la seguridad mundial en defensa de sus intereses globales, pues la desglobalización no es total ni inmediata, como tampoco lo fue nunca el proceso de globalización.
Como señala el destacado estratega geopolítico Peter Zeihan, autor del libro “The End of the World is just the Beginning: Mapping the Collapse of Globalization” , el “orden mundial” de Bretton Woods patrocinado por Estados Unidos en la postguerra se está deshaciendo gradualmente. Y con el fin de la Guerra Fría y un Estados Unidos energéticamente independiente, la superpotencia ya no apoya totalmente la globalización, al lograr la autonomía energética militarmente fue ausentándose de Irak y el Medio Oriente, no respondió ante la agresividad de Rusia en Georgia en 2008 ni en 2014 en Crimea y abandonó en 2021 Afganistán, aunque ante el más reciente conflicto de Rusia con Ucrania ha estado apoyando con armamento y represalias financieras y comerciales.
Este interesante libro de Peter Zeihan es la cuarta entrega del estratega geopolítico, que refuerza su tesis de que el “Orden Mundial” de la globalización dirigido por los estadounidenses está dando paso a un relativo Desorden o Desglobalización productiva. Ese antiguo “Orden” ya no sirve a los intereses estratégicos de los estadounidenses, especialmente en lo que respecta al sector industrial y comercial. Desde su primer libro en esta materia The Accidental Superpower (La Superpotencia Accidental: la próxima generación de preeminencia estadounidense y el desorden global venidero, 2014), Zeihan ha hecho notar los accidentados y accidentales cambios en las relaciones de Estados Unidos con el mundo. Luego, en 2017, describió la ausencia estadounidense en su libro The Absent Superpower (La superpotencia ausente: la revolución del esquisto y un mundo sin Estados Unidos).
La producción de gas natural de esquisto de Estados Unidos aumentó rápidamente después de 2008, denominada “revolución del gas de esquisto” o “revolución del fracking”, lo que llevó a una reversión de décadas en las que la producción de gas natural estaba cayendo. Durante la década de 2010 y principios de la de 2020, Estados Unidos produjo tanto más gas natural que pasó a ser un exportador neto.
Y en 2020 destacó la agudización de la lucha por el poder en un mundo sin gobierno hegemónico (Disunited Nations: Naciones desunidas: la lucha por el poder en un mundo sin gobierno). De estos interesantes libros usted perdonará que hemos “plagiado” las tesis y observaciones de Zeihan más pertinentes para el futuro de Mexico que pueden serle de interés.
Sostiene Zeihan que este evolucionar de las normas de fabricación del mundo globalizado a las nuevas normas de un mundo desglobalizado resulta de que los procesos que se usan para fabricar cosas están cambiando porque sencillamente el medio ambiente productivo está cambiando. Las economías de escala globales desaparecen. Muchas de las tecnologías que se utilizan para fabricar bienes bajo la globalización no resultan aplicables al mundo fracturado que está surgiendo.
“Problemas no relacionados se intensificaron durante la crisis del coronavirus para fracturar aún más las conexiones globales. Específicamente, la administración Trump estaba entablando una guerra comercial con China, mientras China descendía al nacionalismo narcisista. Ambos empujaron a todos los sistemas dirigidos por el consumo, incluido Estados Unidos, para traer la mayor parte posible de sus necesidades de fabricación internamente. Ya sea por razones de miedo nacionalista, populismo, salud, seguridad nacional, política o empleo, las complejas cadenas de suministro que habían dominado cada vez más el sector manufacturero durante décadas se desarollaron agresivamente”.
Respecto a México Zeihan señala que “Los países del Tratado Comercial entre Mexico, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) producirán principalmente para sí mismos, no para el mundo en general”. Y “La única región que probablemente podrá autofinanciar completamente su propia construcción es el T-MEC. Y para la industria automotriz el eje Texas-México es algo perfecto. Cuando ya se producen (o ensamblan) 25 000 de las piezas dentro de una geografía bastante estrecha que se encuentra dentro del mercado de automóviles más grande del mundo, la economía de agregar cada pieza individual restante no es particularmente desalentadora”. Dicho esto, ¿le parece extraño que el extraño Elon Musk, el hombre más rico del mundo, que tiene su cuartel general en Austin, Texas, haya visitado Monterrey, Nuevo León, porque está interesado en poner una megaplanta de ensamblaje de sus automóviles eléctricos Tesla ahí?
Sigue sosteniendo Zeihan que estamos entrando en un período de transformación extrema, con normas estratégicas, políticas, económicas, tecnológicas, demográficas y culturales en constante cambio. Por supuesto, eso requiere cambiar a un sistema de gestión diferente. “Los nuevos sistemas de producción darán prioridad a la simplicidad y la seguridad al igual que el antiguo sistema da prioridad al costo y la eficiencia. La muerte del “justo a tiempo” obligará a los fabricantes a hacer una de dos cosas. La opción A es almacenar masas de producto, incluido el producto terminado, lo más adelante posible en el proceso de fabricación, preferiblemente en el límite de los principales centros de población. La opción B es abandonar la mayor parte posible del proceso de fabricación tradicional y hacer una fabricación integral lo más cerca posible físicamente de los centros consumidores”. México debería aprovechar todo el potencial que podría recibir ante la relocalización (nearshoring) de las cadenas de producción. Una expansión de la inversión potenciaría el crecimiento futuro, fortalecería el empleo y las finanzas públicas”, previó.
Las cadenas de suministro globalizadas tienen que ver con aprovechar diferentes conjuntos de habilidades y estructuras de costos laborales para generar los resultados económicamente más eficientes. “Pocos lugares son tan afortunados como Estados Unidos y México de tener el complemento técnico perfecto justo al lado”.
“La base completa del inventario justo a tiempo es que la estabilidad de los diversos socios de fabricación es tan confiable que puede apostar el futuro de su empresa a que llegue el próximo envío, bueno, justo a tiempo. En la mayor parte de Asia todo ese concepto está a punto de fracasar. No es así en la región del T-MEC. A pesar de todas sus fallas, Canadá, Estados Unidos y México no enfrentan desafíos estructurales y, por lo tanto, pueden continuar usando el sistema justo a tiempo si así lo deciden”.
Afortunadamente, para México desde antes de la globalización la relación comercial ha significado prácticamente la exportación a Estados Unidos, a pesar de los múltiples tratados comerciales de Mexico con más de cien países en que se entretuvieron los tecnócratas globalistas cuya inutilidad nunca ha dejado de denunciar el experto mexicano Arnulfo Gómez. Lo que los tecnócratas consideraban una maldición (“Estar cerca de Estados Unidos y lejos de Dios”) con la desglobalización se convierte en una bendición.
Esta no es la primera vez que Estados Unidos atraviesa una reestructuración completa de su sistema económico. Los estadounidenses sobrevivieron y prosperaron antes porque su geografía está aislada, mientras que su perfil demográfico es marcadamente más joven que la mayor parte del mundo, igual que México. Zeihan sostiene que sobrevivirán y prosperarán ahora y en el futuro por razones similares. Las fortalezas de Estados Unidos permiten que sus debates sean insignificantes, mientras que esos debates apenas afectan sus fortalezas.
Pero quizás la conclusión más notable no es que los estadounidenses (juntos con los mexicanos) enfrenten el ajuste menos traumático al mundo que por la Desglobalización será diferente, sino que el mejor futuro del mundo será de Norteamérica que, por fortuna, incluye a Mexico. Así sea.