Por: Víctor M. Zendejas Orozco*
Una de las metas más ambiciosas del gobierno que encabezará la maestra Delfina Gómez, una vez que asuma la gubernatura del Estado de México, es llevar a cabo “el mayor plan de reforestación en la historia” de la entidad.
El plan de la maestra no es sólo que cada mexiquense plante un árbol y lo cuide sino que la masiva acción tenga un efecto circular en el ecosistema integral del estado al impactar, como lo dijo, “positivamente en el abastecimiento de agua”.
Las principales agrupaciones ambientalistas del Valle de México, una docena, entre ellas Veredeando, Sierra de Guadalupe, Guardines del Ehecatl, Iniciativa Edomex-Siembra y Franature, que dirigen los ambientalistas Rafael Alvarado, Daniel Granados, Angel Jaquez, Egardo Luna, y quien esta columna escribe, entre otras, hemos consensuado una propuesta y plan de trabajo para coadyuvar en ese rubro con el nuevo gobierno.
En la práctica los ambientalistas tenemos el pleno conocimiento de que dicha tarea no es fácil, como muchos la ven. Se requiere, primero, condición física para poder abrir la tierra y plantar un árbol, capacitación de cómo hacerlo, conocer el terreno ya que se puede tratar de un suelo estéril o pedregoso que requiera herramienta especial y un extenuante esfuerzo.
Además hay sitios que por las condiciones del suelo y de la mano de obra ecológica, si esta es escasa, un noventa o hasta el ciento por ciento de los árboles plantados pueden perderse ya que por la apatía o por sólo tomarse la foto para hacer creer que se es ambientalista, los mismos caen en un abandono total como suele pasar en tiempos electorales.
Quienes por años hemos empuñado pala, pico machete y otras herramientas para darle vida al suelo sabemos que un árbol requiere por lo menos un seguimiento de tres a cinco años y, dependiendo de las condiciones ambientales por los efectos del cambio climático, se requiere una atención, a veces, de por vida.
Si es con uno o pocos árboles, imagínense todo el personal y esfuerzo que se requiere para un bosque de unas cuantas hectáreas, ya no digamos de una reserva ecológica de varias miles de hectáreas de área natural.
El reto no es grande. Es inmenso. Y el gobierno de la maestra Delfina Gómez va a necesitar de un gran ejército de voluntarios bien capacitados, con una vocación de servicio a la naturaleza que no tenga intereses políticos ni económicos, que no manchen la genuina acción de intentar mejorar el medio ambiente de la entidad.
Delfina Gómez va a requerir de la experiencia de quienes desde las bases de guardabosques en las distintas delegaciones regionales tienen la experiencia al lado de biólogos e ingenieros ambientales. Necesita aumentar el personal de guardabosques, garantizarles mejores prestaciones y un digno seguro de vida por el riesgo al combatir incendios, mejor equipo como radios, botas adecuadas sin casquillos, equipo de calidad contra incendios, unidades móviles, estudios periódicos de la salud de sus pulmones, entre otras.
Las distintas asociaciones ambientalistas que durante décadas hemos trabajado en las áreas naturales protegidas, tanto en Sierra de Guadalupe como en Tepotzotlán, como en este caso son Fundación por el Bien de Tepotzotlán, Jóvenes al Rescate de Tepotzotlán, Corredor Ecológico Cultural Rio Chiquito, Defensores del Jorobado, Ciudadanos Organizados y Tepotzotlán Limpio, con quienes hemos unido esfuerzos con miras a formar un frente ambiental, estamos plenamente conscientes del gran reto que ello implica.
No es fácil, pero tampoco imposible. Lo malo es cuando por poses políticas o intereses de empresas que quieren lavar culpas se acude a una reserva ecológica con miles de paleros a sembrar miles de árboles que en pocos meses se verán morir porque o se plantaron mal o no se les dio el seguimiento debido.
Franature, que a lo largo de 24 años ya formó tres microbosques, y otras organizaciones, sabemos del duro esfuerzo que significa en tiempo de sequía subir al auto decenas de garrafones de agua o bidones de veinte litros, cargarlos en terreno agreste, ubicarlos a decenas de metros para hidratar árboles tiernos que en tres o cinco año estarán más o menos maduros para enfrentarse a las inclemencias del cambio climático.
En Sierra de Guadalupe, como seguramente ocurre en otras áreas naturales protegidas, hay una docena de voluntarias (bautizadas por nuestro asociación como las hormiguitas ambientales anónimas) que todas las mañanas suben cargando pesados recipientes de agua para dar mantenimiento a sus adorados arboles, sin esperar ningún reconocimiento a cambio.
Como ellas, heroínas o adelitas del medio ambiente, la maestra Delfina Gómez va a necesitar un ejercido de hormiguitas con una bien cimentada convicción por ver un Estado de México verde.
*Presidente de la ONG Franature