Por Jesús Delgado Guerrero
Para los estudiosos de las religiones, el bíblico colibrí es un mensajero del cielo que empuja suavemente al ser humano a seguir adelante, a liberarlo de la carga de las personas o cosas del pasado que ya no pueden ser parte de su vida. Se trata de seguir sueños y hacer a un lado obstáculos.
Para otros, esa avecilla de no más de 5.5 centímetros (en el menor de los casos), representa tanto al astro en su nacimiento como al alma que se eleva en la tierra, según El Universo de Quetzalcóatl, del arqueólogo Laurette Séjourné (Fondo de Cultura Económica).
Más: para otros investigadores que ligan al colibrí con Quetzalcóatl, es un símbolo de excelencia de purificación, entusiasmo por el disfrute, poderoso motor en el equilibrio de la naturaleza y, además, portador de amor.
Hasta aquí todo parece estar más o menos en sintonía con la marca del gobierno del Estado de México, encabezado por Delfina Gómez Álvarez, “un colibrí de figuras geométricas, con las alas extendidas mirando al cielo y adornando el nombre del Estado de México, que con sus colores dorado y guinda, se asemeja a las tonalidades utilizadas por el Gobierno de México”.
“El colibrí, que simboliza amor y bienestar, está acompañado por el eslogan “El poder de servir”, el cual representa la forma en que la maestra Delfina Gómez gobernará para los mexiquenses: desde el Pueblo, con el Pueblo y para el Pueblo”, según la explicación del nuevo gobierno mexiquense.
Muy místico el asunto, de mucho vuelo, enmarcado en un histórico relevo con una mujer al mando y, además, militante de un partido distinto al que gobernó por más de 80 años, es innegable que el colibrí es un símbolo más que amoroso y tierno, faro de bienestar; diríase que es hasta liberador después de tan prolongada monserga.
De tal manera que, como sugirió Miguel León Portilla (filósofo, historiador, escritor y experto en cultura náhuatl) “maravilla fue y sigue siendo el universo de nuestros animales nativos” pues, como dijo el también diplomático, prevalece la estrecha relación con los mitos y creencias y sus proyecciones de portentosos orígenes cósmicos, de toda esa fauna nativa, con la cual existe, aclaró, “un rico caudal de sorpresas”.
Y es aquí donde a la vista de las intenciones y de los hechos, resulta que en el panteón azteca “Colibrí” también representa al fratricida y belicoso Huitzilopochtli (dios de la guerra), llamado (por si hiciera falta en tiempos de la Cuarta Transformación) “El Colibrí Izquierdo”, es decir, este dios armígero es, sin discusión, genuinamente de izquierda y no sólo por su certificado de bautizo, sino por su esencia. Para decirlo rápido y conforme a la leyenda, nació armado el cabrón.
Nada que ver, pues, con las intenciones de las flamantes autoridades mexiquenses, de no ser por los nada sorpresivos y espesos capítulos, viejos y recientes, mediante los cuales cualquiera diría que las no tan vetustas tribus del ya casi extinto perredé se han puesto las alas de inofensivos colibríes pero sin renunciar a la esencia, a esa alma que, no sobra decir, es característica vital del “ser nacional” (séase de derecha, de centro, de abajo, de arriba, de allá o de acullá, etc.).
Unos cuantos moquetes en improvisados cuadriláteros por parte de bandos enfebrecidos, proyectados en video, retuiteados o reenviados a todas las plataformas mediáticas posibles, son apenas la expresión de un entusiasmo desbordado de bienvenida pues (y esto lo sabe la gobernadora Delfina Gómez Álvcarez), son peores las celadas legislativas acompañadas de gestos bonachones y expresiones de camaradería castrense, así como los fallidos descontones traicioneros (también con sonrisa de pose como distractor) para intentar debilitar sus facultades como gobernadora o, igual, para conformar su gabinete.
Lo bueno en esto es que la mandataria mexiquense se ha puesto en plan Coatlicue (madre de los dioses) y, contra la leyenda, ha aplicado mano firme y más o menos suave (hasta el momento) en sus actos de gobierno antes que dejarse doblar o victimar por inconformidades o emboscadas políticas, lo cual explica, hasta donde es posible percibir, los retrasos para la conformación del primer equipo y el resto.
Del pataleo natural de los colibríes izquierdos en esto y más, es verdad de perogrullo que en casos muy evidentes no han dimensionado su espacio y buscan “elevar su alma en la tierra” sin haber puesto primero los pies en ella, mientras que otros simplemente siguen su instinto de conservación, aleteando lo más que pueden y sin renunciar a su belicosidad fratricida.
Por extraño que parezca, en medio de todo el entusiasmo transformador siempre habrá oportunidad para que el colibrí muestre a plenitud la complejidad de su espíritu dual donde, al final, cada cual tendrá que asumir las consecuencias pues igual que en los mitos, también en política resultan muchas avecillas “caídas” en la batalla (“con las alas extendidas y mirando cielo”).