Por Javier Ortiz de Montellano
La democracia es un concepto confuso. Para reducir la confusión, en una sociedad grande, como las actuales, una competencia significativa por el voto del pueblo requiere que las opciones entre las que se le pide a la gente que elija sean lo suficientemente limitadas en número y que sean lo suficientemente coherentes (según Richard S. Katz y Peter Mair, Democracia Y Cartelización De Los Partidos Políticos, Introducción de Juan Carlos Monedero, Ed. Los Libros de La Catarata, 2022).
Y proporcionar esas opciones coherentes se identifica como la función principal de los partidos políticos. También se entiende que los partidos proporcionan la coordinación dentro de las asambleas representativas y entre diferentes ramas o agencias del gobierno, que se requiere para la conducción eficiente de los asuntos comunes.
Como resultado, podemos decir con Katz y Mair que la democracia efectiva no es sólo competencia entre individuos, sino competencia entre individuos organizados en partidos políticos. Tanto como definición como conclusión de un supuesto proceso causal, la democracia es lo que resulta cuando la gente es libre de formar partidos políticos, esos partidos compiten en elecciones periódicas, libres y justas, y los ganadores de esas elecciones toman el control efectivo del gobierno hasta las próximas elecciones.
Si hay algunas dudas de que “la democracia es un concepto “confuso”, lo cierto es que muchos hoy estarían de acuerdo en que las democracias están realmente confundidas, en un verdadero lío, particularmente en lo que respecta a los partidos políticos y sus relaciones con sus afiliados y los votantes potenciales en general.
Los partidos se han convertido en una de las instituciones políticas menos confiables; los políticos son en casi todas partes los profesionales menos confiables; con excepciones, la participación en las elecciones ha disminuido, al igual que la membresía en partidos políticos y la identificación con ellos.
Si los partidos políticos en el mundo “democrático” se dividen en dos grupos (los partidos que dominaron los gobiernos de posguerra al menos hasta la década de 1990, por un lado, y los partidos populistas, por el otro), el apoyo electoral para el primer grupo ha disminuido, mientras que el apoyo a los populistas ha aumentado (sean de Izquierda o de Derecha).
Casi enteramente dejados atrás los sistemas de partido no-competitivos (donde no hay alternancia) como los de Partido Único, Hegemónico y Predominante (por ejemplo, el PRI hasta el año 2000), los sistemas competitivos -donde se da alternancia-se pueden clasificar según Giovanni Sartori en cuanto a criterio cuantitativo por el número de partidos que en los sistemas acceden al poder: en sistemas Bipartidista (dos acceden al poder, por ejemplo, de 2000 a 2018, PAN Y PRI); de Pluralismo Limitado (con hasta cinco partidos); de Pluralismo Extremo (más de cinco) y Atomizado.
En la elección presidencial de 2018, ante el Pluralismo Extremo de los partidos en México se dió el fenómeno de las Coaliciones o una especie de partido atrapatodo o metapartido (también llamado partido multicomprensivo), que es una coalición que busca atraer votantes de diversos puntos de vista e ideologías, en contraposición con otros partidos que defienden una ideología determinada y que buscan votantes que se adhieran a esa ideología específica.
Como se sabe en 2018 en México triunfó la coalición conocida como Juntos Haremos Historia, compuesta de Morena, Partido del Trabajo y Encuentro Social en competencia con la coalición Por México al Frente en que participaron el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano. Y también compitiendo contra la coalición de Todos por México, encabezada por el PRI, acompañado por el Verde Ecologista y Nueva Alianza.
Para la próxima elección de 2024 sigue la tendencia a las coaliciones, aunque probablemente polarizadas en dos bloques, o tal vez con Movimiento Ciudadano compitiendo por separado y algún independiente.
En el curso del actual sexenio el partido Morena parece estar entrando en una nueva fase en la que el modelo de partido atrapatodo se empieza a transformar en Partido Cártel (Partido escasamente ideológico, dependiente en exceso de la financiación pública, y que trata de impedir el acceso de otros partidos competidores) y lo característico ahora es el predominio del partido gobernante en las instituciones públicas.
La coalición gobernante se ha ido transformando en lo que Katz y Mair llaman Partido Cártel. El partido cártel pone el énfasis del privilegio del que goza el partido en las instituciones públicas frente a las otras dos caras de la organización partidista (afiliados y dirección central).
¿Quién es el líder real del partido? ¿El presidente, el secretario general, el comité central o el líder del grupo parlamentario? La respuesta en la “ Encuestocracia” de hoy -si Ebrard no obstaculiza el proceso- claramente está en quien resulta ganador en el proceso interno de selección de Coordinador nacional de los comités de la defensa de la cuarta transformación. Que resultó ser Claudia Scheinbaum, quien tiene el mando del Partido por delegación del Presidente, en su papel de dirigente real del Partido Morena (mediante el traspaso del simbólico “Bastón de Mando”, que entroniza al que triunfa en las encuestas).
¿Quién dirige la formación del futuro gobierno mediante la selección de los precandidatos para competir en las encuestas para los cargos a elegir? ¿El partido en la organización central o el mando que proviene de las instituciones públicas?
Richard S. Katz y Peter Mair describen el proceso según el cual los partidos políticos abandonaron las viejas estructuras de partidos de masas y partidos “atrapatodo”, y acabaron por emular el funcionamiento de un cártel. Cada vez más dependientes de financiación pública y ajustados a las lógicas institucionales del Estado, los partidos políticos se han verticalizado y han perdido su contacto con las masas y los movimientos políticos y han primado su posición institucional frente a su presencia en las calles (aunque algunos se resisten).
Si bien los partidos protagonizan un encarnizado conflicto mediático, el desacuerdo real se ha reducido a una mera competencia por el poder institucional, por los cargos, abandonando los “encargos”…para irse a las precampañas. A ver cómo reacciona el pueblo…en las urnas. Y las olvidadas clases medias…