Por Daniel Granados Marmolejo*
Las políticas conservacionistas han predominado por décadas en nuestro país, desde la creación de los Parques Nacionales en 1936, basadas en modelos de conservación de países como estados Unidos, Canadá o Europa, donde la tenencia de la tierra es distinta, estatal, propiedad de cada parque. Las problemáticas son sumamente distintas bajo marcos de gobernanza de áreas naturales, legales y de sanciones que comúnmente se aplican.
En general podemos caracterizar a las políticas conservacionistas en México bajo cuatro formas de operar:
1. Les interesa “restaurar”, que se vea “verde”, mediante la realización de reforestaciones masivas. Muy pocas veces consideran las especies nativas, no toman en consideración la presencia de ganadería en la zona, el conflicto de interés y tipos de tenencia de la tierra.
2. Son políticas prohibitivas que no toman en consideración la opinión de ejidos y comunidades, lo que ha generado a estos actores buscar nuevas formas de obtener recursos mediante la venta de terrenos, uso del espacio a su modo, principalmente con ganadería y agricultura de temporada.
3. Se basan en propuestas donde la educación ambiental “puede generar cambios de comportamiento en las personas”. Y el colocar botes de basura, letreros y realizar campañas de limpieza es la solución, siendo que la conciencia se crea, de acuerdo a estudios de la ecología política, con nuestro concepto de naturaleza o madre tierra que tenemos; el reconocer la crisis civilizatoria que vivimos y la importancia de nuestra especie que tiene con los derechos de la madre tiene en que esta realice sus ciclos hidrológicos, bioquímicos y sea hogar de miles de formas de vida (Leff) (Toledo). Asimismo tiene que ver con las políticas ambientales o la carencia de estas, de manejo de residuos, los costos que implica tirar la basura y nuestro sistema consumista, de tirar y comprar.
4. Existe una falta de gobernanza y fragmentación entre instituciones, lo que ocurre en el Area Natural Protegida (ANP) les compete, “afuera no”, y cuando ocurren problemáticas como asentamientos irregulares, ganadería sin control, cambio de uso del suelo, saqueo de vestigios arqueológicos, son problemas que competen a “otras dependencias”, y si se apegan a buscar la coordinación esta no ocurre por varios factores como falta de interés, voluntad política, falta de coordinación en conformar grupos de trabajo con distintos cargos administrativos, falta de personal capacitado en estos temas, recursos.
Cuando ocurren lluvias torrenciales que afectan a las ANP y sobre todo a las comunidades, son consideradas fenómenos “atípicos”, y es culpa del cambio climático o de la “naturaleza”. No realizan una reflexión sobre el estado del sistema socioecólogico: los riesgos son socialmente construidos, los riesgos evidencian el estado del sistema (Rubio), no se reconoce la presencia o no de presas de gavión, su falta de mantenimiento e inversión, la urbanización, falta de políticas de vivienda, la corrupción generada en la venta de terrenos y falta de acciones, la apropiación del espacio por parte de una ganadería que compacta suelos y no tiene delimitada una zona y por parte de sus habitantes locales que tratan en ocasiones de adueñarse de partes colindantes del ANP, el mal uso de usuarios como paseadores de mascotas y corredores.
En su intento de incorporar estas problemáticas que denominamos socioambientales (Rubio) (Granados), (Paz), sus planes de manejo las describen de manera general, y prefieren no incluir la palabra “problemática”. En el nuevo plan de manejo de Sierra de Guadalupe ya comienzan a observarse nuevos cambios, así como en la actual agenda ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de México, bajo el gobierno de la maestra Delfina Gómez. Esperemos se profundicen estas políticas socioambientales, se realicen foros y diagnósticos en todas las barrancas y áreas naturales para identificar, visibilizar, focalizar sus problemáticas y actores que intervienen en esto que hemos llamado status quo, así como los factores que afectan la conservación de estos sitios.
Su solución va a requerir de gran esfuerzo entre instituciones, gobiernos locales, comunidades, organizaciones. Se deberá ser estratégico e identificar qué medidas a base de leyes se requieren, qué sanciones son urgentes aplicar y a quien corresponde fomentar un nuevo modelo de educación ambiental basado en actividades prácticas como huertos, separación de basura, reforestaciones, implementar infraestructura en la zona, para reducir riesgos. Impulsar límites no solo perimetrales de las ANP o áreas ambientales sino limites internos: carreras atléticas si se realizan que sean respetando senderos, ganadería en áreas específicas, prácticas de aprovechamiento de recursos naturales como es el manejo de nopales, frutos e insectos, fomentando su capacitación, rotación de sitios y el que participen en acciones de conservación.
No comenzar a resolverlos puede fomentar que estas problemáticas escalen o sean mayores. Por ejemplo, tenemos el caso del abandono de los perros en las ANP donde ante la falta de intervención la gente los sacrifica, colocando venero o cazándolos. El no regular la ganadería afecta las nuevas reforestaciones que muchas veces después de plantarse son retiradas o consumidas por el ganado local, quienes a su vez, se ha documentado, en una zona se destruyó el muro de la ANP. Asimismo algunas de sus prácticas de los ganaderos son fomentar quemas para “generar nuevo alimento a su ganado”, situación que suele escalar a incendios forestales. Hay que incluir a los ejidos y comunidades agrarias con proyectos, capacitación sustentable, apoyos y nuevas formas de participación. De ahí la importancia de conocer las dinámicas y procesos de estas problemáticas socioambientales para hacer intervenciones puntuales.
*Presidente del Grupo Ambientalista Sierra de Guadalupe, e integrante del Colectivo de Organizaciones de la Sierra de Guadalupe (Consigue).
Foto: Amanecer Sierra de Guadalupe (Adrián N. D.)