Por Jesús Delgado Guerrero
La profesora Mariana Mazzucato, economista ítalo-estadounidense, no podría figurar entre las favoritas de los adictos al capitalismo salvaje y, antes bien, sería objeto de censura por parte de todos aquellos falsos meritócratas, “echaleganistas” y mendaces emprendedores, además de evasores de impuestos irredentos.
Uno de sus libros que más ronchas generó, inclusive en círculos académicos ligados al neoliberalismo, fue “El Estado Emprendedor, La oposición Público vs. Privado y sus mitos” (2014, publicado en español en 2023 por Taurus). En esta obra Mazzucato demostró que el Estado (el gobierno) no sólo existe para ejecutar rescates o subsanar abusos del mercado (estafas financieras tipo Fobaproa o hipotecas Subprime, por ejemplo), sino que también ha desempeñado, y desempeña, un papel importante, audaz, en la economía “al asumir las inversiones de mayor riesgo y un facilitador clave de las innovaciones tecnológicas que impulsan el crecimiento”.
Sin dejar de reconocer las aportaciones correspondientes, Mazucato bajó de su pedestal a los “genios” tecnológicos de Apple, Google y empresas farmacéuticas, ofreciendo datos de cómo se beneficiaron, y se siguen beneficiando, de las investigaciones proyectadas y desarrolladas por entes gubernamentales, obviamente financiadas con impuestos de los ciudadanos.
Total, que no hay peor engaño que ese del “emprendedor solitario” o el heroico “Atlas” randiano (por Ayn Rand, la filosofa del egoísmo duro y puro), iguales a las célebres “robinsonadas” que sirvieron a Marx para documentar con sarcasmo parte de “El Capital” y el lado más devastador del individualismo desbocado.
“Sin inversiones públicas estratégicas no tendríamos ninguna las tecnologías de nuestros dispositivos inteligentes, desde internet hasta GPS o Siri. Tampoco tendríamos las soluciones de las energías renovables que podrían crear una revolución verde, ni la mayoría de los nuevos fármacos punteros para tratar enfermedades”, afirma en su obra la catedrática de economía, y ofrece pruebas, todo lo fundamenta.
Más allá de demostrar que el denostado Leviatán hobbesiano ha sido un “emprendedor”, asume riesgos y también llega a fracasar, y los “innovadores” no son tanto como presumen, arriesgan poco o nada e igual fracasan pero los “rescatan”, hay un punto en el cual la profesora puso el ojo y que, claro, no gustó nada a los epígonos de teología del moderno Robinson: la nula reciprocidad de los beneficiarios para con el Estado, entendido aquí como sociedad y gobierno.
Lo anterior, a pesar de los beneficios obtenidos por el trabajo del Estado: desde investigaciones hasta créditos, lo mismo a Apple que a Tesla, Google y firmas farmacéuticas.
La falta de reciprocidad -por no hablar de malagradecidos- es notable: no sólo no hacen partícipe al Estado de los beneficios, sino que además le regatean lo que realmente tendrían que aportar vía impuestos, justo para que ese estado pueda atender temas de salud, educación, de seguridad, infraestructura, etc., y, además, pueda seguir invirtiendo en investigación y desarrollo, lo que no hacen esas firmas con sus propios fondos.
Quien arriesgó en la investigación y además financió a esas empresas, el Estado, no merece otra cosa. Además, hay que evadir y eludir impuestos de la manera que sea, creando filiales en otros países para tributar menos o estableciéndose en paraísos fiscales.
Eso hacen esas multinacionales y muchas otras firmas, incluso sin inventar un sólo cable o un interruptor pero cuyos dueños se ostentan como impolutos meritócratas y hasta innovadores, como en el caso de México.
En el extremo de la ingratitud, como sostiene Mazzucato, hasta se dan tiempo para masacrar a su benefactor Leviatán, generalizando y colgando etiquetas de corruptos y rateros a unos y mantenidos y güevones a otros, es decir, al gobierno y a los ciudadanos, respectivamente, de los cuales obtuvieron los beneficios.
Es cierto que entre los gobernantes hay especies de la peor calaña, muy corruptas y cínicas, y que entre los ciudadanos no pocos están dispuestos a desempeñar el triste papel de “clientes” de “papá gobierno”, pero poco o nada han hecho los detractores para corregir o atenuar esta situación porque, al final, son beneficiarios también de la corrupción que dicen detestar.
¿Alguien sabe de algo invento tecnológico o de otro tipo por parte de los 14 multimillonarios mexicanos que concentran la riqueza, pagan una miseria de impuestos, los eluden o simplemente no los pagan y llevan sus ganancias a paraísos fiscales?
Mariana Mazzucato tocó el punto de una manera que apenas deja espacio para la refutación: el estado socializa los riesgos y las pérdidas, incluidas en éstas últimas las privadas, mientras las recompensas, los beneficios de investigaciones financiadas con fondos públicos se privatizan y concentran en unas pocas manos.
Este es un tema que muy probablemente surgirá en la agenda pública para poner remedio a la situación, buscando cerrar la brecha de desigualdad prevaleciente en nuestro país.