Los Sonámbulos, Opinión

Los Sonámbulos/Sobre Mariana Mazzucato y el crecimiento económico inclusivo/Jesús Delgado

Los Sonámbulos

Por Jesús Delgado Guerrero

En días recientes estuvo de visita en México Mariana Mazzucato, una de las pensadoras más importantes en materia económica de los últimos años, observadora con mucho filo sobre los mitos que se han creado en ese ámbito, tanto por parte del gobierno como del sector privado, con propuestas que han generado cualquier cosa, hasta insultos muy encendidos por parte de adictos ideológicos, pero menos indiferencia.

Porque sus textos son una abierta provocación al cambio para vindicar al “Estado”, entendido aquí como gobierno y dicho hasta en términos bíblicos si se quiere, pues de lo que se trata es justamente de dejar de verlo como un “estorbo”, un ente que sólo debe ceñirse al mandato de “vigilante trasnochado” que le confieren los impersonales pero muy personales “mercados” y, en suma, otorgarle el papel y el peso que realmente tiene en el funcionamiento de la economía.

Se trata, de acuerdo con Mazzucato, de verlo como un agente económico innovador, que arriesga y que, bien dirigido, es capaz de revolucionar en beneficio no sólo de sus gobernados, sino también del sector privado, el cual se ha visto beneficiado por sus lances de riesgo.

Son un desafío para todos aquellos que buscan, mediante el voto ciudadano o por designación, despojarse del traje de inutilidad en que han sido enfundados por todos los creyentes del libre mercado sin controles, y asumir la responsabilidad dirigente.

Invita a ver las cosas sí, en forma apasionada, pero sin perder de vista lo importante. Historiadora de formación, con maestría y doctorado en economía, una de sus obras está considerada como una de las más importantes de las últimas décadas: “El Estado Emprendedor, la oposición púbico vs. privado y sus mitos” (Taurus).

Efectivamente, además de desmontar todos los mitos del libertarianismo económico y sus agentes depredadores, evidencia el papel que ha desempeñado el “Estado” para impulsar la tecnología y el sector farmacéutico, entre otros, que son lo que son gracias a los visionarios y oportunos apoyos en metálico del gobierno y que, como bien reconoce Mazzucato, se ha complementando voluntades audaces.

Pero más allá de eso, lo que propone la economista tiene que ser sujeto de un amplio debate y el diseño correspondiente de políticas públicas encaminadas a favorecer lo que ella denomina “crecimiento económico inclusivo”.

La pensadora sostiene que las inversiones del “Estado”, y las que hace al sector privado para impulsarlo, deben ser no sólo “inteligentes”, sino inclusivas.

Cualquiera que conozca su obra estará de acuerdo en que si el gobierno subvenciona una parte de las investigaciones farmacéuticas o tecnológicas, o proyectos de otro tipo (infraestructura educativa o carretera, telecomunicaciones), no se le puede dejar al margen de las ganancias ni de los beneficios a él y a quienes hicieron posible el financiamiento: los contribuyentes.

¿Cómo sería esa inclusión? ¿Medicamentos a precios más accesibles? ¿Servicios de internet y telefonía, y acceso a dispositivos y aplicaciones menos onerosos? ¿Pago de impuestos real de los monopolios que controlan esos sectores?

Porque lo que trata Mazzucato en una parte de su citada obra es esa ingratitud de los beneficiarios de las inversiones del “Estado”, entendido aquí como gobierno y sociedad, encareciendo las medicinas, especulando con ellas en tiempos de crisis y eludiendo el pago de impuestos, igual que las tecnológicas y los monopolios generados a partir de éstas.

Los partidarios del libertarianismo económico están por no pagar impuestos, o cubrir mínimos ridículos, y apelan al crecimiento económico antes que a la distribución de la riqueza generada con ese crecimiento.

Esta es la puja de los últimos años aunque no tiene sentido el crecimiento económico si todas las ganancias se van a un sólo lado, a las manos de unos cuantos. Tampoco lo tiene el hecho de exigirle al Estado, asumido aquí como gobierno, que genere las condiciones para crecer pero dejarlo fuera del reparto, lo cual resulta menos que patético, un insulto a las inteligencias, por mínimas que sean.

Pero para revertir eso se necesita valor, tal como sugiere Mazzucato. Y ese valor es el que deben mostrar los gobernantes y todos aquellos que abrazaron la profesión de la “cosa pública”, con respeto pero sin sometimiento al poder económico, cuyas consecuencias se están padeciendo no sólo en México sino en buena parte del mundo.

En México ya conocimos de las dos sopas: mucho Estado es nada de Estado y mucho “libre mercado” es nada de libre ni es mercado. 

Entonces, sí se requiere valor e inteligencia para configurar un nuevo modelo de economía inclusiva, que deje a un lado los fracasados experimentos, sin dejar de reconocer las aportaciones de cada uno pero atajando lo perjudicial de cada cual.

¿Estamos en esa ruta? Habrá que ver, no muy tarde quizás, cómo será este nuevo intento de país inclusivo. (¿Es “prosperidad compartida” acaso? Ya se dirá).