Por Eduardo Ibarra Aguirre
A pregunta de los que cubren la Mañanera del Pueblo, la titular del Ejecutivo federal, Claudia Sheinbaum, rehuyó contestar si la entrega a Estados Unidos de 29 capos y operadores de siete de los llamados cárteles fue una estrategia para frenar la imposición de aranceles a productos mexicanos por Donald Trump. Respondió que las negociaciones fueron “muy positivas” y que “los detalles del traslado” serían abordados por el gabinete de seguridad en otra conferencia de prensa. Respecto a las tarifas de exportación, se limitó a “Todavía faltan tres días”.
Desde allí encendieron las antenas de los que recaban y sistematizan información y/o desinformación para la dictadura mediática y los medios alternativos y lo agudizaron más los que brindaron “los detalles del traslado”, a saber:
Los 29 fueron entregados porque eran un peligro para ambas naciones, se hizo a partir de una solicitud de EU, el gobierno mexicano aplicó facultades de la Ley de Seguridad Nacional, la Constitución y la Convención de Palermo para trasladarlos aunque tuvieran suspensiones que impedían su entrega.
La decisión de enviar a capos y lugartenientes a EU fue tomada por los integrantes del gabinete de seguridad y nada tuvo que ver Sheinbaum Pardo. Afirmación insostenible en un país presidencialista y donde el gabinete es conducido por la comandanta suprema de las fuerzas armadas.
Omar García, titular de la Secretaría de Seguridad, juró que “Existía riesgo de que algunos de estos objetivos solicitados por el gobierno de EU fueran liberados o siguieran atrasándose sus procesos de extradición, derivado del acuerdo con algunos jueces que buscaban favorecerlos, como ya se había hecho en otras ocasiones y durante muchos años”. Argumento menos descabellado, pero el riesgo no es nuevo. Y tampoco era necesario argüir, como lo hizo CSP, que “La corrupción del Poder Judicial es aberrante y ofensiva”, lo cual es cierto sólo que se trataba de justificar a los que conducen la seguridad. Y por supuesto que Norma Piña, la mandamás del Poder Judicial, rechazó insinuaciones sobre el proceder de juzgadores y expresó su disposición a que si existen pruebas, se actúe conforme a derecho sin excepciones”.
Más argumentos poco convincentes, “en la Ley de Seguridad Nacional se “establecen los parámetros por razones de estabilidad política tanto en México como en EU”: Gertz. O la entrega de los delincuentes “tuvo como objetivo disminuir la violencia en nuestro país, así como los delitos de alto impacto, proteger a la ciudadanía, combatir la impunidad y en todo momento garantizar la seguridad nacional”: García.
Para qué tanto brinco estando el suelo (México-EU) tan disparejo, como lo ostentó la embajada gringa al poner por adelante la muy probable imposición de sus jefes: “gracias al liderazgo del presidente de EU, Donald Trump, y de Marco Rubio (…), nuestros gobiernos lograron un resultado impecable e histórico con la expulsión sin precedente de 29 delincuentes”. O peor aún, la reiterada amenaza del antes presentador de televisión y hoy secretario de Defensa, Pete Hegseth: “Si México no aborda la forma en que están coludidos el gobierno y los cárteles de la droga, el ejército estadunidense está preparado para tomar medidas militares unilaterales” (The Wall Street Journal, 2-III-25). Washington no está coludido, administra el gran negocio desde Wall Street y lo usa como instrumento de su geopolítica.
Es el imperio –en declive– de las barras y las estrellas que como Adolfo Hitler culpa a otros de sus graves problemas, incluidas las drogas ilegales que controla desde el siglo pasado. Y no es un delito informarlo sino una necesidad para negociar con menos desventajas.
Acuse de recibo
El doctor Gerardo Dávila aseguró que Trump “no está loco” y coincido con él, pero con frecuencia me asaltan las dudas, por ejemplo, con el vomitivo video hecho con inteligencia artificial, llamado Riviera de Gaza, o cuando un reportero le recordó (27-II-25) que le llamó dictador al presidente de Ucrania, Trump reaccionó: “¿Dije eso? No puedo creer que dijera eso. Pregunta siguiente…” También el numerito que lo exhibió como imperialista descarnado en la Oficina Oval al buscar imponer una solución pacificadora en Kiev y Volodymir Zelensky aprovechó para pitorrearse de él ante representantes de la dictadura mediática y presentarlo, involuntariamente, como el único presidente en funciones que permite tal osadía. Mejor dejemos que los siquiatras hagan su trabajo… Concluida la lectura de Los que preguntan al presidente (Letrame Grupo Editorial, segunda edición, 2024, 410 pp.), reconfirmé que es un volumen muy bien logrado al mostrar lo que fueron las mañaneras de AMLO –instrumento comunicacional, político e institucional único aquí y en los cinco continentes– de acuerdo con actores periodísticos y que muestra el oficio logrado por Sobrevilla, con el respaldo de Eduardo Esquivel Ancona. Sin embargo, Ana Castañeda quedó en deuda con los lectores del veracruzano de Panuco.
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