Por Javier Ortiz de Montellano
No dediquemos mucho tiempo a añorar el idílico pasado económico del México del “desarrollo estabilizador” y la lejana edad dorada del ascenso de Estados Unidos, ni a elucubrar sobre el pretérito pluscuamperfecto del hubiera hecho tal o cual acción, si las circunstancias hubieran sido otras. Ni a especular excesivamente sobre el incierto futuro de nuestras relaciones.
En cambio, analicemos el pasado muy reciente de la economía de México y su relación con la economía estadounidense, de su desaceleración productiva y el repunte inflacionario en 2022.
Los hechos son que hoy México y Estados Unidos se hallan en un contexto difícil, todavía afectados por las repercusiones de la pandemia y ahora también del conflicto Rusia-Ucrania, en el marco de la denominada Cuarta Transformación para el caso de México y del relativo declive norteamericano.
El Gobierno de México hereda las ventajas y las limitaciones de la estructura y las consecuencias del modelo de apertura económica (globalización) y de transición a la imperfecta democracia electoral.
El cambio de sexenio produjo, como es ya casi tradicional en el ciclo político mexicano, un estancamiento económico en el primer año del gobierno de López Obrador. La pandemia agregó una singular contracción económica en 2020 (-4.5 %), seguida de un rebote en 2021 (5%), lo cual nos deja prácticamente con cero crecimiento en el primer trienio y apenas un tambaleante aumento de 1.6% en el Producto Interno del primer trimestre de este 2022.
En cambio, Estados Unidos creció 1.9% en 2019, mostró un rebote 4.5% para todo 2020, gracias a las ayudas monetarias de su Gobierno, y un alza de 5.7% en 2021. Sin embargo, sorpresivamente la economía de Estados Unidos cayó -1.4% de enero a marzo de este año, sin duda por las distorsiones en el mercado dada la deficiente respuesta de la oferta mundial debido a la persistencia de la desconexión de las cadenas productivas industriales a raíz de la pandemia.
A eso se agregaron las sorpresivas turbulencias que desató la invasión de Rusia en Ucrania desde febrero. Después del Cisne Negro de la pandemia, las repercusiones negativas del Cisne Rojo de la invasión rusa a Ucrania seguramente se harán evidentes para México en el registro estadístico del segundo trimestre del presente año y pueden agudizarse para Estados Unidos, por la secuela que aún se observa en la muy errática recuperación económica y la dislocación friccional y estructural del desempleo, que ha perjudicado la productividad laboral.
El conflicto bélico europeo trastocó aún más las variables económicas, contrajo los flujos del comercio mundial y provocó un desmesurado aumento en los precios de los energéticos y las materias primas, notablemente de granos, cereales y otros productos básicos.
Las relaciones México-Estados Unidos se perfilan a un punto crítico, agravadas por problemas compartidos debidos a la geografía y la geopolítica, marcadas por el problema creciente de los cruces migratorios de indocumentados mexicanos y extranjeros (centroamericanos, caribeños, africanos y ahora hasta ucranianos).
El desarrollo combinado y desigual ofrece oportunidades a la vez que provoca múltiples fricciones. En el caso de México, además de la inflación importada (atenuada por la estabilidad cambiaria peso-dólar y los subsidios a energéticos y algunos alimentos), las más notorias en estos momentos son la transportación a través de la frontera de mercancías exportables y el tráfico ilegal de personas y drogas (hacia EU) y la venta de armas americanas al crimen organizado en México (fricción agravada por la demanda judicial del gobierno de México a la industria armamentística del vecino país).
Todo esto en una peligrosa coyuntura internacional, en que Estados Unidos enfrenta una delicada situación en que se pone a prueba su superioridad militar y se cuestiona su liderazgo. Internamente, su política se halla muy polarizada y su economía tiene que hacer frente a múltiples problemas derivados de esa preponderancia en relativa decadencia ante el ascenso de China.
Estados Unidos busca contener su elevada inflación mediante el alza en sus tasas de interés, pero eso va a enfriar su economía, ya de por sí desacelerándose por otras causas internas (el agotamiento de las ayudas monetarias de emergencia del gobierno a la población con motivo de la pandemia) y externas (la contracción del comercio mundial afecta sus exportaciones, el extraordinario gasto bélico destinado a Ucrania obstaculiza el gasto público interno para impulsar la economía, excepto en la industria armamentística).
El alza en las tasas de interés también afecta al sector inmobiliario, tanto en las hipotecas existentes como en el potencial de nueva construcción y ventas y tiende a desalentar la inversión en la Bolsa de Valores que se ha estado debilitando intermitentemente y amenaza con explotar la burbuja bursátil en el futuro.
La interrelación de todo esto que acontece en Estados Unidos con las variables espejo en México hace cada vez más importante la inevitable relación de México con Estados Unidos.