Especiales, Opinión

La Máquina de Guerra Canibaliza a la Economía Mundial/Javier Ortiz de Montellano

Rusia-Ucrania

Por Javier Ortiz de Montellano 

Un poco de retrospectiva para ubicarnos en lo medular del presente económico: La  expansión económica sustentada en las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) configuró lo que puede considerarse una onda ascendente, comprendida entre 1983 y el estallido de la crisis financiera en 2008. 

Esa onda expansiva tuvo su centro dinámico en el capitalismo estadounidense, originador y líder de la tecnología digital y de redes. Desgraciadamente, Mexico no pudo aprovechar entonces plenamente el despegue estadounidense ya que en 1982 se desencadenó  la gravísima problemática de la moratoria de la Deuda Externa.

Después de la debacle en los países deudores -con Mexico a la cabeza- en 1982, que causaron las autoridades monetarias de Estados Unidos con el alza en sus tasas de interés para contener su fuerte inflación, México, con su quiebra financiera y su mercado interno quebrantado se vió forzado a recurrir a reencauzarse hacia la exportación como principal fuente de crecimiento económico, con base en un peso tremendamente devaluado y mano de obra barata.

Tras firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, al caer nuevamente en otra crisis financiera en 1995, esa vez sólo por razones internas (el llamado “Efecto Tequila”), México únicamente pudo sacar pleno provecho del acuerdo unos pocos años antes del 2000, pues en la primera década del siglo 21 China inundó con sus mercancías baratas a Estados Unidos, desplazando muchos productos mexicanos o impidiendo que nuevos entraran. 

México solamente pudo mantener las exportaciones automotrices (todas extranjeras, salvo algunas partes) y algunas otras manufacturas, prácticamente recurriendo a ofrecer sus servicios de maquiladora.

A esa secuela recurrente de recesión con hiperinflación entre 1982 y 2000, siguieron muy bajas tasas de crecimiento de la economía mexicana -ciertamente con la inflación moderándose- de 2001 a 2008, hasta la nueva caída de -5.29% en 2009 como repercusión de la Gran Recesión Estadounidense de ese año, después de que la nueva alza en las tasas de interés en Estados Unidos provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos en 2008 y una crisis bursátil y financiera mundialmente.

Con medidas en extremo heterodoxas de gasto público para el rescate financiero la economía de Estados Unidos salió de su recesión, que por la posición privilegiada del dólar prácticamente exportó al resto del mundo.

El único competidor relevante de Estados Unidos, la República Popular de China, ha logrado crear con éxito una economía en crecimiento, que de continuar a buen ritmo en el lapso de unas décadas podría disputar la hegemonía a Estados Unidos que cada vez presenta más problemas para mantener un desarrollo dinámico y estable permanentemente.

Esa lucha competitiva, que no sólo es comercial sino política, determina el nuevo ciclo que inició desde 2010. Estados Unidos pudo recuperarse, basado en una política monetaria laxa y un mayor proteccionismo comercial, pero la economía de China mostró signos de relativa desaceleración, acentuada por la pandemia en 2020. México también volvió a crecer, mediocremente hasta el 2018 y por razones internas entró en estancamiento en 2019 con el cambio de gobierno y se desplomó su economía con el fenómeno de la pandemia en 2020 al no contar con gasto público extraordinario que le ayudara a salir de la recesión como en Estados Unidos.

El crecimiento estadounidense efectivamente se frenó momentáneamente con la irrupción de la pandemia del Covid en 2020, aunque gracias a las enormes transferencias monetarias que proporcionó el gobierno americano a individuos y empresas en Estados Unidos se experimentó un rápido rebote en su economía, que continuó su repunte en 2021. Pero con la novedad de que junto con la recuperación de la demanda cuando la gente empezó a salir de su confinamiento en 2021 y elevó su gasto, surgieron problemas de oferta debido a las desconexiones logísticas de cadenas industriales y de transportación, que hicieron que el “mucho dinero en pos de bienes escasos” (definición de la causa de la Inflación) provocara un mayor incremento en los precios (pasó de 1.36% en 2020 a 7% en 2021). Nuevamente, desde 2021 las autoridades monetarias norteamericanas recurrieron a elevar sustancialmente las tasas de interés para tratar de contener la inflación. 

La situación económica mundial se ha complicado desde fines de febrero de 2022, cuando Rusia decidió invadir Ucrania, lo que elevó los precios de los energéticos y de algunos cereales y alimentos básicos, abriendo un periodo de indefinición e inestabilidad global acentuada que aún se vive y ha provocado nuevas caídas del crecimiento económico y de los mercados bursátiles a nivel mundial, acompañadas de turbulencias en las monedas claves (con su insistencia en exigir el pago en rublos, Rusia ha desestabilizado al euro y otras monedas de los países que comercian con ella, obligándolos a subir sus tasas de interés ). La desconfianza en los mercados ha alcanzado hasta a las llamadas “Bitcoins”, dinero digital, que se han desplomado con efectos negativos sobre los ahorros de millones de usuarios en el mundo, destacadamente la criptomoneda “Luna” en la que invirtieron desde hace años millones de “lunáticos”.

Estados Unidos se halla de nuevo ante el dilema de mantener su política de seguir elevando las tasas de interés para contener la inflación, aún a costa de un menor crecimiento y a riesgo de provocar una nueva recesión a nivel mundial de consecuencias impredecibles. Por el momento, la máquina de guerra está “canibalizando” su Presupuesto Nacional (reutilizando los componentes de su gasto o aumentando su deuda para producir armas), destinando un gasto extraordinario de 40 mil millones de dólares o más para armamentos en Ucrania, al tiempo que se agotan gradualmente las medidas de dinero fácil de la Reserva Federal para los propósitos internos de ayudar a su población, lo cual se supone reducirá el “exceso” de demanda interna que contribuye a impulsar la inflación, pero también puede propiciar la recesión al reducir el gasto de los consumidores norteamericanos.

Para México, que no puede implementar una política monetaria de dinero fácil con gasto público y/o tasas bajas de interés por la necesidad de evitar salidas de capitales de inversionistas extranjeros que financian la enorme deuda pública interna, todo esto significa una expectativa, en el mejor de los casos, de lograr en 2022 un muy bajo crecimiento de su sector formal de la economía (de menos de 2%), si no es que caer en la “estanflación”(estancamiento económico con inflación que ya anda arriba del 8% anual). 

Ello incrementaría aún más el desempleo y su sustituto, la válvula de escape que es la economía informal que de por sí ya representa el equivalente de más de la mitad del valor producido, distribuido y comerciado en el país y de la Población Económicamente Activa oficialmente registrada (aparte de otras válvulas de escape, como la economía negra del crimen organizado, especialmente el narcotráfico, y cómo la economía “blanca” de las remesas que envían los mexicanos que trabajan en Estados Unidos y gracias a las cuales se han mantenido al alza las reservas monetarias internacionales del país que han sostenido la estabilidad de la paridad peso-dólar). 

Falta ver cómo reacciona la planta industrial mexicana ante los problemas de insumos claves como los semiconductores y otros para mantener exportaciones automotrices y otras de manufacturas. Y saber cómo se solucionan los problemas agrícolas de desabasto en bienes básicos y de insumos importantes como los fertilizantes (la guerra en Ucrania alteró este mercado mundial), semillas, etc. Hasta ahora sólo ha habido tibias medidas concertadas para un paquete de consumos básico a fin de pretender contener las expectativas de una mayor inflación.

La previsible amenaza de una nueva recesión proveniente de Estados Unidos pende sobre las expectativas para 2023 y/o a más tardar en 2024, a menos que sus autoridades monetarias den un giro de 180 grados en sus políticas, frenando el alza en sus tasas de interés e incluso reduciéndolas y aumentando otra vez extraordinariamente el gasto público, lo que significaría aceptar la elevada inflación esperando evitar o retrasar la recesión, esperando un “soft landing” (aterrizaje suave) de su economía. 

Pero como dicen los corredores bursátiles en Wall Street: “En la Bolsa no hay aterrizajes suaves…”