Por: Víctor M. Zendejas Orozco*
No cabe duda de que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dado mal ejemplo a la sociedad y hecho una mala práctica para él mismo al haber publicado videos y fotos al inicio de su administración sentado en restaurantes de fritangas y de alimentos altamente cocinados acompañados de refresco.
Esa práctica, aunque no pecaminosa, por ser de una tradición mexicana de larga data, no se apega a la pirámide de la salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y es reconocida por médicos especialistas en enfermedades cardiovasculares como de riesgo para llegar a padecer una serie de males principalmente de las arterias y el corazón.
Entrevistado en el programa Los Periodistas, el doctor Héctor L, Frisbie, especialista en enfermedades cardiovasculares precisó que la ingesta diaria de carbohidratos y alimentos procesados son un riesgo para la salud y trae consigo a la larga problemas de las arterias y tendencia a la diabetes.
Hace ya algunas décadas e Instituto Nacional de la Nutrición reconoció que los alimentos cocidos, principalmente las fritangas elaboradas con aceites hervidos son la principal causa de cáncer. Además, en la práctica naturista hay una máxima que reza: “los alimentos cosidos cosen al cuerpo”. Esto es, con el tiempo su ingesta diaria trae la deformación de las células propiciando enfermedades como el cáncer y otras degenerativas.
El Presidente de México tiene la obligación de cambiar de hábitos no tanto por su persona, si lo vemos desde una perspectiva de patrimonio histórico, político y cultural por tratarse de la Presidencia de la República, porque se debe a los mexicanos y la seguridad de estos por su calidad humana en el máximo puesto de la nación.
El ha hablado del engaño de algunos médicos y de una vez que deje el cargo ir a la playa y convivirá más con la naturaleza. Sin embargo, debe tomar en cuenta que a donde quiera que vaya seguirá siendo perseguido y tratarán de acabar con él sus detractores y los grupos de poder a los que ha acusado del desfalco de México ya no por no estar en la Presidencia sino por ser tan sólo una representación icónica para la gran mayoría.
Es cuando López Obrador requerirá más salud y energía para enfrentar esos embates. En la práctica naturista hay un sinfín de literatura y orientación desde los escritos del padre de la medicina Hipócrates hasta revolucionarios modernos en la materia como el profesor Nicolás Capo, Lazaeta Acharán, entre otros que orientan de cómo prescindir de medicina alópata y mediante prácticas naturales con un simple cambio de hábitos mejorar la salud, rejuvenecer las celulas y prolongar la existencia en perfectas condiciones.
Incluso hay médicos modernos en la medicina alópata que han descubierto como rejuvenecer las células y hacer posible que el ser humano pueda vivir con una óptima salud más de 100, 120 o hasta 150 años, ya que reconocen que el cuerpo humano tiene la capacidad de llegar a esas edades.
Uno de esos médicos, Michael Fossel, recientemente escribió el libro La enzima de la eterna juventud, y en el mismo, por otros caminos, coincide con los médicos soviéticos de los años 50 de siglo pasado, Vladimir Zelenin y Alexander Miásnikov, autores de esa joya que ya no se encuentra intitulada Guía del corazón y las arterias, de cómo es posible que el ser humano pude vivir más de 120 o 150 años en perfectas condiciones.
Estos últimos recuerdan que “los sabios consideran que la duración de la vida no debería de ser inferior a 100 años, o inclusive 150 (A. Bogomolest y otros). 152 años es la edad a que llegó el azerbijano Mahmud Eivasosv, por ejemplo”.
En su libro Jugoterapia la salud mediante el más natural de los métodos de la naturaleza, el doctor Bernard Jensen recuerda: “en las montañas del Cáucaso conocí a Gasssanof, un hombre de 153 años. Frente a las cámaras de televisión en Moscú, le hice la siguiente pregunta: “¿Qué normas ha seguido para vivir 153 años? Su respuesta fue: “No sabía que iba a vivir 153 años, así que no tengo normas”.
“En un mundo que parece estar a punto de ser arrollado por la enfermedad, los habitantes del valle de Hunza eran un contraste alentador. No existían cárceles, hospitales, policías o doctores. Porque la gente era saludable y bien balanceada mental y socialmente y los alimentos contaminados, las costumbres y modales de la civilización no podían alcanzarlos fácilmente, y donde tenían que vivir de los sencillos alimentos que cultivaban en ricas tierras irrigadas con agua de glaciar. Cáncer, enfermedades del corazón, diabetes, del riñón y artritis eran desconocidas.
*Presidente de la ONG Franature