Especiales, Opinión

“Desglobalización relativa”: Estados Unidos rediseña su economía para un nuevo ciclo/Javier Ortiz de Montellano

Desglobalización

Por Javier Ortiz de Montellano 

En 2016, Donald Trump asumía la Presidencia de su país renegando de la “ideología del globalismo” que, desde su punto de vista, se opone a su lema de “Estados Unidos primero” y “Hacer a Estados Unidos Grande Otra Vez”. Al mismo tiempo, se publicaba “Concrete economics : The Hamilton approach to economic growth and policy” (El enfoque de Hamilton para el crecimiento económico y política), de Stephen S. Cohen y J. Bradford DeLong.

Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos (1789-1795), impuso una visión pragmática para el desarrollo de la economía de Estados Unidos. Su famoso Reporte sobre los Manufactureros, de 1791, fue una apuesta a la manufactura, las tecnologías, la infraestructura, el comercio, las corporaciones, las finanzas y los bancos, y el apoyo gubernamental a la innovación. 

Ese fue el Sistema Americano que Hamilton promovió para hacer de Estados Unidos una economía favorable a la industrialización, con aranceles elevados, favorable a las finanzas y con grandes infraestructuras, y ese impulso puso en marcha un proceso autosuficiente. 

El libro de Cohen y DeLong señala que en repetidas ocasiones, el gobierno de los Estados Unidos abrió un nuevo espacio económico, haciendo lo necesario para permitir y alentar a los empresarios a entrar en ese espacio, innovar, expandirlo y, con el tiempo, remodelar la economía. 

Cada vez esto se hizo de manera pragmática a lo largo de cuatro largos ciclos que destaca otro libro, más reciente, de George Friedman, “The storm before the calm : America’s discord, the coming crisis of the 2020s, and the triumph beyond, 2020” (“La tormenta antes de la calma, La discordia de Estados Unidos, la próxima crisis de la década de 2020 y el triunfo más allá”).

El conocido pronosticador geopolítico se centra en los Estados Unidos y predice cómo la década de 2020 traerá cambios drásticos y una remodelación del gobierno, la política exterior, la economía y la cultura estadounidenses. Friedman analiza el futuro de los Estados Unidos al examinar los ciclos de la historia estadounidense, en particular, un ciclo institucional de ochenta años que ha definido su historia (hay tres ejemplos del inicio de estos ciclos: la Guerra Revolucionaria/Fundación Constituyente, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial).

Este “ciclo institucional” se ha dado aproximadamente cada ochenta años. El primer ciclo institucional se inició con el fin de la Guerra Revolucionaria y la redacción de la Constitución en 1787 y finalizó en 1865 con la Guerra Civil. Este primer ciclo institucional se refiere muy especialmente a Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos (1789-1795), cuya visión pragmática de la economía se impuso estableciendo desde el inicio una singular conexión corporativa con el Estado, una “importante interacción entre el gobierno y el espíritu empresarial”, que -con características peculiares de cada etapa- sigue definiendo el curso de cada ciclo económico de Estados Unidos.

El segundo ciclo institucional va del fin de la Guerra Civil en 1865 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. El tercer ciclo institucional está por terminar desatando tensiones de la próxima transición que se están volviendo obvias ahora e iniciarán un nuevo ciclo probablemente alrededor de 2025. Por eso es trascendente la elección presidencial que tendrá lugar a finales de 2024.

Respecto al ciclo socioeconómico de aproximadamente cincuenta años, el primer ciclo económico comienza con Alexander Hamilton, el arquitecto del primer y más importante rediseño de política económica y coincide con el primer ciclo institucional que se inició con el fin de la Guerra Revolucionaria y la redacción de la Constitución a mediados de la década de 1780 y finalizó en 1865 con la Guerra Civil. El último giro económico ocurrió alrededor de 1980 cuando Ronald Reagan reemplazó a Jimmy Carter como presidente, cambiando la política económica, las élites políticas y el rumbo que había dominado los Estados Unidos durante los dos siglos anteriores. 

Como señalan Cohen y DeLong, refiriéndose a los ciclos anteriores a la llegada de Reagan, “Estas fueron las políticas que diseñaron inteligentemente los Estados Unidos del siglo XIX y la mayor parte del siglo XX. Eran pragmáticos y concretos en su concepción; en general, obtendrías lo que veías y, por supuesto, se realizaron con algo más que un poco de corrupción. La elección del espacio económico parecía obvia, y los medios (aunque los intereses poderosos normalmente tenían una ventaja) nunca fueron la idea brillante de algún economista inteligente o comité distinguido; nunca estuvo guiada por la ideología, ya sea pura o en forma de teoría. 

Y cada vez en la larga historia económica de Estados Unidos, excepto la más reciente (desde Reagan hasta Bush Jr., de 1980 a 2010, en que salió de la Gran Recesión de 2008-2009), que se basó en la ideología (economía neoliberal y política súper conservadora) más que en el pragmatismo, los resultados han sido ciertamente muy positivos”.

Estos dos ciclos principales convergen a fines de la década del 2020, el ciclo institucional alrededor de 2025 y el ciclo económico probablemente hacia 2030 (un momento en el que muchas de estas bases están cambiando o por cambiar).

Ante los retos heredados y los problemas socioeconómicos de la pandemia ha surgido una gran presión en el mundo y en Estados Unidos, tratando de encontrar un nuevo equilibrio en el sistema global. La endeble cohesión que mantiene unida a la sociedad estadounidense se ha debilitado aún más y al parecer continúa disminuyendo. 

Esta no es la primera vez que esto sucede. Pero el gobierno de Estados Unidos siempre ha estado ahí, tomando la iniciativa, abriendo nuevos espacios económicos pragmáticamente, no ideológicamente. Con excepción del reciente ciclo iniciado en 1981 y que aún no cumple sus 50 años que en promedio han durado los anteriores.

Al reconocer estos ciclos, podremos comprender la difícil situación actual en los Estados Unidos. Al estudiarlos, a los ojos de estos dos importantes libros, se observa que no hay un diseño de política económica, sino más bien varios rediseños secuenciales con el entorno económico y las políticas que ofrecen la mejor oportunidad de un cambio exitoso de crecimiento a mediano plazo.

Comenzando con Alexander Hamilton, el arquitecto del primer y más importante rediseño que siguieron los demás padres fundadores que presidieron la naciente República, y continuando con Abraham Lincoln y el ascenso republicano, Teddy Roosevelt, Franklin Roosevelt y Dwight Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon y Carter, en medio de grandes vicisitudes, el gobierno de EE. UU. siempre está ahí, tomando la iniciativa, abriendo nuevas espacios económicos, con el pragmatismo combinado que ha caracterizado a sus ciudadanos, no ideológicamente como se hizo durante el lamentable periodo en que predominó la teología del dólar mediante el desmesurado endeudamiento gubernamental, destinado en buena parte al gasto militar, para intentar -a toda costa- mantener la hegemonía geopolítica mundial frente a una Unión Soviética agonizante, después de aliarse con una China económicamente capitalista que supo aprovechar el abandono por parte de Estados Unidos de su potente economía manufacturera, para impulsar en cambio una economía predominantemente de servicios, especialmente financieros.

El durísimo impacto de la pandemia obligó a reducir el comercio mundial que, en cuanto se empezaron a relajar las restricciones sanitarias se observó un súbito salto en la demanda de bienes que hizo evidente las deficiencias en las cadenas productivas y, por ende, provocó considerables presiones inflacionarias que se contagian cual pandemia a través de las fronteras. 

En el corto plazo, el recetario para combatir la inflación de demanda recurre inexorablemente al alza en las tasas de interés, lo que desacelera la economía y con suerte disminuye la tasa de inflación. Sin embargo, eso no resuelve la inflación del lado de la oferta, la de costos, que Estados Unidos piensa en evitar en el futuro recurriendo al método desarrollista que propugnara Hamilton y que fue abandonado desde Reagan-Bush y confirmado aún por Clinton al apoyar el Tratado Norteamericano de Libre Comercio que mantuvo Bush Jr., y Obama y, a regañadientes, el mismo Trump aunque dirigiendo sus baterías hacia el comercio con China, misma política que continúa Biden.

Con el viraje económico “Hamiltoniano” que se está dando en Estados Unidos, para México se abre una Nueva Ventana de Oportunidad, al formar parte del T-MEC (Tratado México, Estados Unidos y Canadá) y estar en posibilidad de participar en la producción de algunos procesos de bienes manufacturados que sustituyan importaciones estadounidenses.

Sin embargo, para concretar esta coyuntura Mexico debe efectuar su propio viraje y generar las condiciones adecuadas para apoyar nuevas producciones, con el esfuerzo coordinado de Capital, Trabajo y Gobierno nacionales.