Opinión

Diálogos en el Averno/Simplicio afectado por el síndrome del ermitaño/Javier Ortiz de Montellano

Diálogos en el Averno

Por Javier Ortiz de Montellano

Diablo: ¡Simpli, qué milagro verte por acá en el sureste, antesala del infierno! Me dijeron que te habías retirado de la vida pública, que andabas de ermitaño en algún rancho perdido. ¿Es cierto eso o es puro chisme de las redes?

Simplicio: No, no es chisme, Diablo. He dejado todo atrás, la política, la sociedad, el caos del mundo. He buscado paz interior, un retiro espiritual. Ya no soy el Simplicio de antes.

Diablo: ¡Ja! ¿Tú, paz interior? ¡Si apenas puedes estar tranquilo en una protesta! Cuéntame, ¿qué es eso de retiro espiritual? ¿Te volviste monje o te dio por andar meditando con huaraches en el Trópico como en tu juventud? ¿qué te hizo tomar esa decisión tan drástica?

Simplicio: Pues mira, Diablo, no es que me haya vuelto monje, pero me cansé de todo. Tanta corrupción, tantas mentiras en la política, la gente quejándose de todo… me di cuenta de que ya no soporto el estrés. Las noticias siempre me ponen de malas, la gente está cada vez más histérica, polarizada, entonces decidí que era momento de buscar algo más allá, lejos del mundanal ruido. La política, las redes sociales, los chismes, todo me aburre. Ya me cansé de arar en el smog…Me retiro al campo, a buscar la paz interior, en un retiro donde no hay teléfono, ni televisión, ni Wi-Fi, ni siquiera maquina de escribir…escribo a mano mis memorias, sólo yo, el silencio, y el sonido del viento.

Diablo: O sea, te fuiste donde no llega la civilización. Pero dime, ¿cómo sobrevives sin tus memes diarios y tus opiniones sobre todo lo que pasa en el mundo? Porque, Simplicio, tú eres de los que comentaban hasta las fotos de la oposición en redes sociales y periódicos diariamente en público antes del desayuno y todo el día andabas de curioso enterándote minuto a minuto, en tiempo real, de todos los sucesos del país.

Simplicio: Al principio ha sido difícil, lo admito. Mi mente estaba inquieta, quería enterarme de todo, ver quién decía qué, opinar sobre todo. Pero luego, en la calma del retiro, me di cuenta de que todo eso es superficial. Es ruido que te aleja de lo importante, de uno mismo. Aprendí a meditar, a contemplar el cielo y las estrellas, a estar en paz conmigo mismo.

Diablo: Ah, ya veo… te volviste filósofo de rancho. ¿Y qué has descubierto en esa búsqueda espiritual? Porque aquí en la vida real, las cosas siguen igual o peor de locas que como las dejaste.

Simplicio: Descubrí que no somos iguales, que el verdadero problema no está en el mundo exterior, sino en cómo lo percibimos. Me he liberado de las cadenas de las expectativas sociales. Ya no me importa lo que digan de mí, ni quién ganó la última elección. La verdadera transformación empieza por dentro, Diablo.

Diablo: ¿Y ahora qué, te volviste vegetariano y vas a empezar a dar clases de humanismo yoga?

Simplicio: No, no exageres. Solo he aprendido a estar más tranquilo. Ya no me agobio por el futuro, ni me atormento con el pasado. Vivo el ahora, como debe ser, en mi hamaca, movida solamente por el viento, sin darle vuelo a la hilacha como antes.

Diablo: ¡Eso suena bien! Pero… Simplicio, ¿qué pasa si todo mundo sigue igual y nadie cambia, excepto tú? Porque acá afuera las cosas siguen patas arriba. Mientras tú andas meditando, los problemas que dejaste pendientes de resolver no se detienen.

Simplicio: Ahí está la clave, Diablo. No podemos cambiar al mundo de golpe, pero podemos empezar por nosotros mismos. Si cada quien hace su parte, poco a poco las cosas mejorarían.

Diablo: ¡Ajá! Pero dime, ¿cuánto tiempo más vas a estar en tu retiro espiritual? Porque, con lo que me estás diciendo, me parece que tú quieres quedarte en el rancho para siempre.

Simplicio: Bueno… para ser honesto, ya extraño mi café gratis frente al zócalo y el cotorreo mañanero.

Diablo: ¡Ah! Eso sí suena más a ti. Te doy un año antes de que estés otra vez en CdMx, protestando -con todo respeto- por cualquier cosa. Pero quién sabe, Simplicio… tal vez esta vez sí logres algo de paz interior dejando atrás tanto caos que heredaste.

Simplicio: Lo intentaré, Diablo. Ya sabes, el camino espiritual tiene varios pisos, es largo, pero se puede recorrer, con un buen café por las mañanas. Yo solo quiero tranquilidad, meditar, y tal vez aprender a cultivar mi propia comida.

Diablo: ¿Cultivar tu propia comida? ¡Por favor! Si no sabes ni hacer una quesadilla sin quemar la tortilla, ¿y ahora quieres convertirte en ermitaño agricultor? Vas a acabar comiendo pasto, Simplicio.

Simplicio: ¡Ah, cómo eres sarcástico, Diablo! Precisamente de eso estoy cansado, de las críticas, de que todo el mundo se queje de todo. En el campo no hay internet, no hay noticieros, ni WhatsApp. Solo hay pájaros cantando y el viento meciéndose entre los árboles. ¡Eso es lo que necesito!

Diablo: O sea, que se acabaron los abrazos y te vas a ir a un retiro donde solamente abrazarás a los árboles. Solo espero que no te conviertas en uno de esos gurús que comen granola y empiezan dizque a meditar a las cinco de la mañana.

Simplicio: Ay, Diablo, es que tú no entiendes. No es solo meditar o hacer posturas raras. Es sobre desconectarse del ruido y reconectarse con uno mismo. Dejar de pensar en lo que otros piensan y centrarse en lo que realmente importa.

Diablo: ¿Y qué es lo que realmente importa, Simplicio? Porque hasta donde recuerdo, lo que más te importaba era ver El Chamuco, tu programa favorito, en la tele. No me vengas ahora con filosofías profundas.

Simplicio: Pues precisamente eso, Diablo. Me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo con cosas triviales. Ya no quiero preocuparme por los problemas del mundo, que si las elecciones, que si el cambio climático, que si la oposición me acusa de todo. Quiero vivir en paz, sin ataduras.

Diablo: Y dime, ¿cuánto va a durar este “retiro espiritual”? Porque te conozco, Simplicio. Al mes de estar en el campo, te vas a desesperar por la falta de conexión y terminarás subiendo una foto de tu huerto a Instagram.

Simplicio: ¡No, no, nada de redes! Esta vez voy en serio. Me voy con una mochila, un cuaderno y una mente abierta. Nada más. Quiero encontrarme a mí mismo, y tal vez aprender a hacer composta.

Diablo: ¡Ja! Tú lo que vas a encontrar son calor y mosquitos . Pero bueno, Simplicio, si eso es lo que te hace feliz, adelante. Solo espero que no vuelvas de tu retiro hecho un nuevo hippie que hable solo de “energías” y “vibras”, como si no existiera el Segundo Piso de la Transformación.

Simplicio: No te preocupes, Diablo. No regresaré. Te invito a quedarte por acá. Un poco de naturaleza te haría bien.

Diablo: ¡Ni loco! Prefiero el caos de la ciudad. Vendré a saludarte de vez en cuando, a ver cuánto te dura la campirana paz sin más abrazos que a los árboles. Venga un cálido abrazo/

Simplicio: Paso…

Diablo: Ciao, Simplicio, me despido porque ya va a empezar la Mañanera del Pueblo, corregida y aumentada…y tengo que ir a hacerme presente y besar la mano de la nueva machuchona, la Madrina. ¿Algún mensaje, consejo?

Simplicio: A…Dios, Adiós.

Diablo: ¡Al Diablo, entonces!