Por Javier Ortiz de Montellano
Diablo: ¡Ah, Simplicio! ¡Qué sorpresa encontrarte por aquí! ¿Cómo van tus días?
Simplicio: ¡Eh! ¡No te escuché, Diablo! Debes saber que hace poco me sentía mal de la garganta y fui al otorrinolaringólogo y como no le entendía los consejos que me daba sobre no tomar bebidas gaseosas frías, acabó enviándome a que me hicieran una audiometría para revisar si no tenía un trastorno en mi procesamiento auditivo.
Diablo: ¿Y cuál fue su diagnóstico?
Simplicio: ¡Oh, Sí, me dijeron que soy sordo y misógino! Aunque no sé bien qué significa la segunda parte… ¿Algo que ver con la sopa?
Diablo: No, Simplicio, “misógino” no tiene nada que ver con la sopa. Significa que tienes una actitud negativa hacia las mujeres.
Simplicio: ¡Ah, bueno! ¡Entonces, no tengo problema! Siempre he pensado que las mujeres son… bueno, no sé, pero estoy seguro de que son geniales para cocinar!
Diablo: No, Simplicio, me parece que has entendido mal. No se trata de lo que las mujeres pueden hacer por ti, sino de cómo las tratas.
Simplicio: ¡Oh, ya veo! Entonces, ¿no debo pedirles que me hagan de comer todo el tiempo?
Diablo: Exactamente. Y tal vez deberías empezar a escucharlas más… aunque seas sordo.
Simplicio: Bueno, ¡eso podría ser un poco difícil, Diablo! Pero tal vez si me hablan más fuerte…pero con cariño.
Diablo: A veces creo que ni todo el temor al infierno podría cambiarte.
Simplicio: ¡Gracias, Diablo! Ahora, ¿dónde está esa sopa de misógino que mencionaste?
Diablo: No, Simplicio, te lo dije. Misógino no tiene nada que ver con la sopa. Es sobre tu actitud. Bueno, parece que eres más sordo que misógino. Pero explícame, ¿cómo fue que recibiste ese diagnóstico?
Simplicio: Ah, fue todo un lío. Fui al médico porque no me sentía bien de la cabeza, tú sabes, todo mi mundo echado a perder, todo me sabía mal y me apestaba a azufre, todo lo que veía me parecía repetido, las mismas noticias una y otra vez, los mismos programas, los mismos políticos diciendo las mismas tonterías día tras día, me daban ganas de vomitar, se me cerraba la garganta…
Diablo: ¡Vaya síndrome! Y, ¿qué dijo el doctor al respecto?
Simplicio: Bueno, yo creí que padecía de una náusea existencial postpandémica, pero en vez de enviarme al psiquiatra me dio medicina para el reflujo gastroesofágico, unas gotas para limpiar las fosas nasales y otras gotas para humedecer los ojos. Luego me preguntó si tenía algún otro problema y le mencioné que las mujeres siempre me dicen que soy un “mensógino”. ¡Ahí fue cuando me dijo que urgía hacerme una audiometría! Inmediatamente me envió con el audiólogo y me detectó que no escucho bien los sonidos agudos, en especial las voces de las mujeres, aunque sí los sonidos graves como las voces masculinas, por lo que me clasificó como Sordo Misógino…
Diablo: ¡Vaya diagnóstico!
Simplicio: No lo sé, Diablo. Tal vez deba evitar a las mujeres y así no tendré problemas con ellas.
Diablo: Eso no es una solución, Simplicio. Debes aprender a respetarlas y tratarlas bien. Es cuestión de cambiar tu actitud, no de evitarlas.
Simplicio: ¿Y cómo hago eso?
Diablo: Bueno, podrías empezar por escuchar lo que tienen que decir, incluso si tienes que usar un audífono. Y tratar de entender sus puntos de vista.
Simplicio: Pero, Diablo, ¿y si no me gustan sus puntos de vista?
Diablo: Eso es parte del respeto, Simplicio. No siempre tienes que estar de acuerdo, pero debes escuchar y valorar sus opiniones.
Simplicio: Caramba, Diablo, no te reconozco, tú hablando de respeto a las mujeres…
Diablo: Hay que estar a tono con el próximo sexenio feminista.
Simplicio: Con todo respeto, pero yo prefiero el Feminismo Silencioso…
Diablo: ¡Véte a La Chingada!
Simplicio: Después del Primero de Octubre…