Por: Víctor M. Zendejas Orozco*
El monstruo de la contaminación ambiental se acerca al siglo de existencia en la zona metropolitana de la Ciudad de México, que involucra a las dieciséis delegaciones y 59 municipio mexiquenses conurbados, sin que se vislumbre una posible solución.
Por el contrario, hasta ahora sólo se han presentado programas y discursos ridículos que anuncian soluciones que no solucionan, como el Doble Hoy No Circula y la reciente Campaña Pro Vehículos Limpios en zonas urbanas de la megalópolis.
Pero no se va al fondo del problema que debe extirparse de raíz para que haya un verdadero avance en el combate a la contaminación. Una de sus raíces, tal vez la central del problema, es la corrupción estructural que va desde los verificentros hasta altas oficinas de gobierno.
La campaña Pro Vehículos recopilará información de emisiones vehiculares en vialidad a los automotores con altas emisiones contaminantes. La misma, según se anunció, permitirá caracterizar el parque vehicular por procedencia, antigüedad, tipo de vehículo, combustible empleado y realizar un análisis de sus emisiones.
Este último programa suena muy romántico. Pero de verdad ¿es viable y funcional y podrá aplicarse a los más de cinco millones de vehículos que circulan por la zona metropolitana, sin contar a los de los estados conurbados a la capital que están integrados en el programa ambiental?
Esa campaña pro vehículos limpios suena más a una burla que a una solución seria para acabar con la nata de contaminantes que a diario cubre a la gran ciudad con perjuicio en la salud de millones de habitantes. Hace ya unos buenos años que un programa similar trató de aplicarse y hoy se hace un refrito del mismo pese a su rotundo fracaso.
Triste memoria tienen los funcionarios o técnicos que meten mano para diseñar nuevas formas de abatir la alta contaminación. Creen que el pueblo no tiene memoria.
Los verificentros, responsables en gran parte de los altos índices de contaminación, deben desaparecer. Nacieron corruptos y sus centros, lejos de contribuir a salvaguardar la salud de los ciudadanos, los exponen a respirar los humos de los escapes de autos que pagaron el famoso “salto” o una cuota extra que no se registra en ningún papel oficial.
Aunado a todo ello no hay campañas para que los propietarios hagan un uso racional del automóvil; no existe un transporte digno, eficiente y seguro; las vialidades son insuficientes; se crean nuevas pequeñas megaciudades condominales conurbadas sin planificación de movilidad, entre muchas más carencias.
Y, por si fuera poco, no hay una cultura del árbol. Vemos camellones y banquetas áridas con miles y miles de kilómetros de cemento sin ningún mini hábitat o microclima natural que ayude a mejorar el medio ambiente.
El problema del monstruo de la contaminación es estructural y su principal cimiento lo sigue siendo la podrida contaminación que va desde lo institucional hasta el ciudadano que por las prisas o la carencia de recursos económicos para reparar su unidad o adquirir una nueva prefiere dar el “salto” con un alto costo en la salud de él y sus generaciones por venir.
*Presidente de la ONG Franature