Por Javier Ortiz de Montellano
“El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado”. William Faulkner
En la actualidad curiosamente se vive creyendo que lo único que existe es el presente y, sin embargo, vivimos en una era en la que la cultura pop ha enloquecido por lo retro y la conmemoración; nunca antes una sociedad ha estado tan obsesionada como la nuestra con los artefactos culturales de su pasado inmediato.
La “Retromanía” incluye bandas que vuelven a juntarse, reediciones, “mash-ups”, biopics y documentales de rock.
La sobreabundancia de influencias e imágenes del pasado producto de las nuevas tecnologías (Mp3, iPod, YouTube, blogs, MySpace, Spotify, etc.) parece haber convertido a artistas y oyentes en arqueólogos y archivistas recicladores de la(s) cultura (s) heredadas.
En el reciente libro, Culture, The Story of Us, From Cave Art to K-Pop (Cultura, Nuestra historia, Del arte rupestre al K-Pop, publicado en 2023 y aún sin traducir al español), el profesor e intelectual Martin Puchner nos recuerda que la Cultura es el archivo del pasado, desde las primeras pinturas que se descubrieron en las cuevas hasta los más recientes fenómenos culturales que registra la Internet y que como el K-Pop coreano evolucionaron a la par del Neoliberalismo en el mundo, convirtiéndose en un exitoso producto de exportación.
Ese libro-archivo nos da un recorrido por las coyunturas más monumentales de la humanidad y constituye una guía para el futuro de los humanos como especie. Puchner sostiene que las humanidades siempre han sido esenciales para la transmisión del conocimiento que impulsa los esfuerzos de la civilización humana y nos lleva en un interesante viaje a través de momentos cruciales de la historia mundial, brindándonos una introducción global a las artes y las humanidades en un volumen atractivo.
Los temores actuales sobre cómo Internet y las redes sociales permiten el préstamo (“pirateo”)y la apropiación cultural (plagio) del pasado producto de las nuevas tecnologías (Mp3, iPod, YouTube, blogs, MySpace, Spotify, etc.) se han intensificado con los avances en Inteligencia Artificial, tanto en su penetrante difusión como en la detección del uso de fragmentos para crear “nuevos” textos, imágenes, obras, etc.
Permítanme citar textualmente traduciéndole del libro comentado, lo referente al K-Pop coreano:
“Un buen ejemplo es La Ola Coreana, que pudo llegar a una audiencia tan grande porque, desde el principio, se basó en una mezcla de estilos que incluían rock, jazz, reggae y afrobeat. Su firma musical se basa en pistas de baile de R&B con ritmos pesados, secciones de puentes melódicos e interludios de rap “suaves”, en su mayoría cantados en coreano con frases ocasionales en inglés (como “estilo Gangnam”). Los vídeos suelen presentar movimientos de baile sincronizados, que son menos comunes en la cultura popular producida en Estados Unidos, aunque bien conocidos en otras tradiciones, incluida Bollywood. También es notable lo que no está ahí: la violencia y la obscenidad que a menudo aparecen en la cultura pop y rap de Estados Unidos y el Reino Unido (la imagen del K-pop como “diversión limpia, sana“, también explica las feroces reacciones que los cantantes de K-pop deben soportar cuando violan las altas expectativas de integridad moral albergadas por sus fans.
…el K-pop tiene profundas raíces entre los grupos de chicas de Corea, incluidos aquellos que actuaron en la década de 1950 en bases militares estadounidenses. Estos grupos alegres evolucionaron durante las décadas de 1960 y 1970, en parte porque lograron evadir la censura durante las dictaduras militares de Corea, aunque a finales de los años 1970 y principios de los 1980, esta forma cultural parecía estar en decadencia.
La gran ola del pop coreano en realidad comenzó como un renacimiento, cuando el país volvió a un gobierno civil en 1987 y el gobierno comenzó a apoyar su naciente industria cultural. El primer grupo que disfrutó de un gran éxito, Seo Taiji and Boys, fue seguido por otras bandas de chicos y grupos de chicas. Después de la crisis financiera de 1997, el K-pop se reinventó una vez más, con más nombres y títulos en inglés; fue entonces cuando “K-pop” reemplazó al Hallyu (industria cultural) como etiqueta para el nuevo fenómeno, atrayendo importantes audiencias adolescentes en Japón y pronto en Australia, América Latina, partes de África, América del Norte y Europa (recuerdo sentarme a la mesa del desayuno con amigos noruegos en Oslo y encontrar a su hijo más joven leyendo un libro de texto; este niño de doce años estaba estudiando coreano, solo, antes del desayuno, para obtener una comprensión más profunda de sus ídolos)”.
K-pop: Twice
“¿Ha ido demasiado lejos el “compartir” cultural? No lo creo, dice el autor, en parte porque es imposible trazar la línea entre compartir “bueno” y “malo”; en última instancia, debemos elegir entre aislamiento o circulación, pureza o mezcla, poseer cultura o compartirla. El arte popular cumple muchas funciones; uno de ellos es como índice de las formas en que circula la cultura en un momento determinado. “Gangnam Style” capturó algo importante sobre la cultura de consumo y la globalización para una audiencia que había crecido con ella y, por lo tanto, estaba al tanto de sus imágenes. Si bien no necesitamos aclamar cada forma de movilidad cultural, cada acto de resurgimiento y cada fenómeno de Internet como un acto de gran importancia, el K-pop es un buen recordatorio de que el arco de la historia cultural se inclina hacia la circulación y la mezcla. Si queremos apoyar y sostener la invención cultural, necesitamos todos los medios a nuestra disposición. A diferencia de la evolución biológica, que está integrada en la vida humana, la cultura nunca puede darse por sentada. Depende de las personas que se encargan de preservar y revivir la cultura en cada generación, incluidos arqueólogos, curadores de museos, bibliotecarios, artistas y profesores, y específicamente depende de su capacidad para inspirar a las generaciones futuras (incluidos en gran medida los fanáticos del K-pop que juegan Minecraft y estudian coreano en todo el mundo)”.
Termina el escritor Martin Puchner:
“Me imagino este encuentro (entre mi texto y el lector hasta ahora inexistente) como algo parecido a la huella de una mano pintada de rojo que una vez vi en la pared de una cueva mexicana que había estado sellada durante más de tres siglos. ¿Quién puede ahora descifrar su significado exacto? Pero su significado general era universal:”cualquier ser humano podría leerlo. Decía:
“Saludos. Yo estuve aquí.”