Por Javier Ortiz de Montellano
El proceso de la Cuarta Transformación está por terminar su quinto año.
Visto desde el lado económico, el primer año, 2019, reflejó la acostumbrada desaceleración del primer año de sexenio a que nos tiene acostumbrados el ciclo politico sexenal mexicano. Más grave en esa ocasión pues mostró estancamiento (-0.1% de decrecimiento en el PIB: Producto Interno Bruto), a pesar de que la economía estadounidense creció 2.2%.
En el segundo año, 2020, son conocidos los estragos y el desastre económico mundial que provocó la pandemia. En Mexico, la caída del PIB fue de -8.6% mientras que en Estados Unidos decreció solamente -3.4% gracias a las enormes transferencias monetarias del gobierno a la población que amortiguaron la caída en la demanda.
Como puede verse en el cuadro estadístico, en el tercer año del sexenio, en 2021, se logró salir de la crisis y el crecimiento económico se mantiene hasta ahora en ambos países, aunque con un repunte inflacionario que para contenerlo ha requerido elevar drásticamente las tasas de interés, lo cual tenderá a moderar el crecimiento de las economías, si no es que causa una recesión más adelante.
En la actualidad, el Neoliberalismo, como astutamente calificaron los nuevos tecnócratas Conservadores al regreso al capitalismo clásico más bien salvaje, se ha ido desvaneciendo en sus aristas más agudas (como las privatizaciones de empresas y actividades públicas), en favor de una “nueva economía mixta”.
Esta nueva fase económica busca recuperar la participación del Gobierno en la economía, aunque selectivamente, promoviendo cierta reindustrialización nacional para reducir en algo la dependencia del fenómeno de la globalización, especialmente en sectores o productos considerados estratégicos.
En el caso de Mexico, destaca además el nuevo papel que se le ha otorgado a las fuerzas armadas en el desarrollo de proyectos económicos de infraestructura y en las labores de seguridad pública (Estados Unidos se ha apoyado desde hace mucho en su Complejo Industrial-Militar para impulsar el desarrollo económico y cumplir con su función de Estado-Policía, no sólo a nivel nacional sino mundial).
Ésa, en cualquier caso, es la conclusión a la que llegaron tanto Brad DeLong en su libro Camino a la utopía: una historia económica del siglo XX, publicado en 2022), como por Sebastian Edwards en su libro publicado en mayo de 2023, The Chile Project: The Story of the Chicago Boys and the Downfall of Neoliberalism (aún sin traducir).
En general, estamos viendo en el mundo una gradual rehabilitación de las instituciones de la economía mixta, incluidos gobiernos activistas, empresas públicas y sindicatos. Todo esto dentro de un muy rápidamente cambiante contexto tecnológico, especialmente en la nueva economía de la información, que al facilitar enormemente la reproducción hace que las medidas tradicionales de producción, ingresos y consumo se vuelvan cada vez menos relevantes y difíciles de evaluar correctamente para la conducción y supervivencia de las empresas.
Claro, cada país enfrenta una situación diferente según sea su punto de partida. No es lo mismo, la “economía mixta” de China que la de Estados Unidos o India, o la de Inglaterra comparada con los países de la Unión Europea y, por supuesto, son grandes las diferencias entre los países de Latinoamérica como Chile, que fue de los primeros en sufrir el experimento del Neoliberalismo “Duro” con Pinochet y sus Chicago Boys, que las vicisitudes de Colombia o el caso Mexicano. Estos últimos dos aún más afectados por la implicación del narcotráfico.
En suma, resulta interesante que en estos días el Presidente de México visite precisamente esos países donde el fracaso del Neoliberalismo ha sido trágico, como en Chile, y que busca la salida con una nueva generación de jóvenes de Izquierda, o Colombia, donde la vieja generación izquierdista afectada por el no menos trágico narconeoliberalismo enfrenta problemas para sacudirse el yugo y buscar deslizarse todavía hacia la difícil utopía.