Por Jesús Delgado Guerrero
Aunque daría la impresión de ser una expresión burlesca más en contra de sus presuntos adversarios, la verdad es que le salió de lo más profundo del alma, y cualquiera puede tener otros “datos” pero se va a topar con la terquedad de los hechos:
“Modelo neoliberal, sin corrupción, no sería tan malo”… expresó el presidente Andrés Manuel López Obrador y, según su opinión, “se puede tratar del modelo económico más perfecto, pero con el agravante de la corrupción, no sirve nada”.
Para empezar, la economía del “Ogro Salvaje” o neoliberal carece de moral y, de hecho, considera como una amoralidad que el “Estado” -entendido como gobierno- intervenga en la economía no sólo como empresario o patrón, sino incluso como regulador porque, ya se sabe, no hay más “estado de derecho” que el que permite el agandalle de bienes públicos y recursos naturales al amparo de la ley.
¿Alguien escribió “Hacia una Economía moral”, presuntamente una alternativa, justamente frente al neoliberalismo sin moral que imperó por casi 40 años?
Pues bien, el autor ni se acordó. Pero eso es lo de menos en un país de memorias perpetuamente desfallecientes y sus legiones de lotófagos (felizmente recordados por James Joyce en su “Ulises”).
Y eso es lo de menos porque los “otros datos”, los que sustentan querencias de aparentes malquerencias, están sólidamente fundamentados en lo que el Nobel de economía, Paul Krugman, denominó zumbonamente como “ideas zombi”, esas que el profesor neoyorquino asegura que deberían ser desterradas por la realidad, pero que se niegan a morir.
Las “ideas zombis” “van dando tumbos arrastrando los pies y devorando el cerebro de la gente, pese a haber sido refutadas por las pruebas”, remarcó el investigador (Contra los Zombis, economía, política y la lucha por un futuro mejor”).
¿Sólo es un asunto de corrupción, como dice el Presidente? Es de temerse que no. Y justo Krugman recuerda que una de esas “ideas zombi”, quizá las más nociva de todas, es creer que gravar las riqueza es un lance para destruir la riqueza, a la cual se suma que rebajar impuestos o no cobrarlos en dimensiones adecuadas va a propiciar mejores estadios de bienestar, muchos beneficios para la toda la sociedad, más inversiones y empleos, casi como por “efecto milagroso” ( ignorando paraísos fiscales).
Aunque con algunas pinceladas anti neoliberales como haber eliminado la facultad discrecional del Presidente de exentar de impuestos a grandes firmas y cobrarles lo que les corresponde, digno de reconocerse, en los hechos el Presidente sigue actuando como un neoliberal, muy conservador, en materia fiscal (los reconocimientos del FMI y otros no son gratuitos).
Para no hablar de sus inclinaciones hacia el libre mercado vía T-Mec o cero aranceles en tiempos de pandemia e inflación y, en suma, para no aburrir a nadie, el hecho de mantener la normatividad fiscal tal como está no puede beneficiar sino a quienes han promovido, por todos los medios, esas “ideas zombi” de no pagar más impuestos que sus trabajadores.
Ya es es una estrofa de la narrativa cotidiana, pero no está demás remarcar que en nuestro país esta probado que el “1 por ciento” (30 familias) no paga más de 8 por ciento de impuestos de sus ingresos (y en litigios llega a ser hasta un grosero 4 por ciento), mientras el ciudadano de a pie sufre un asalto hacendario: 35 por ciento de sus ingresos y 16 por ciento más por el IVA. En total, la gente común paga 51 por ciento de sus ingresos.
Pero a casi cuatro años de la “Cuarta transformación”, la verdadera transformación no llega en los terrenos fiscales.
¿Es bueno el neoliberalismo? Al parecer, sí, aunque esté probado que tales condiciones no generan otra cosa que más acumulación de la riqueza en pocas manos, tosca en extremo, y la miseria de millones, con empleos y salarios igualmente miserables.
Hay más “ideas zombi”, aplicadas a mansalva con sus plagas de cadáveres andantes, horrendamente harapientos; pero la dificultad con sus promotores y ejecutores es, como en la ficción de las series, que “no puedes debatir con un zombi” porque, primero, son de una filosofía diferente (incluso a la suya) y, segundo, porque siempre se van de largo.
Esto, mientras en varios frentes (generalmente independientes) se insiste en lo pernicioso de un pensamiento promovido por el poder económico y sus órganos de fonación, de paso ahora entre sus presuntos malquerientes.
(Quizás por eso, y tal como observaron los poetas anti neoliberales, después de la sección de economía de los noticieros se inicia, casi enseguida y como estrategia propagandística, una comedia sentimental, de corte lacrimoso, ya para acompañar la situación o para olvidarla).