Por Jesús Delgado Guerrero
La organización no gubernamental Oxfam dio a conocer recientemente dos informes que, sin hipérbole, serían la continuación de las novelas de Honorato de Balzac respecto de los orígenes poco edificantes y poco claros de las fortunas de los multimillonarios (La Posada Roja, con su gran carga criminal y hasta su cuota de sangre, por ejemplo, cabría como referente).
Uno es a nivel mundial, con cifras realmente escandalosas de acumulación por acumulación, y el otro trata específicamente el caso de México que, igualmente, es un escándalo vergonzante de concentración de la riqueza el cual detalla las tramposas estrategias para que los propietarios de la misma la mantengan y la amplíen.
“¿Cómo se mantienen ricos los súper ricos?”, se pregunta en el texto. Y se ofrecen las respuestas:
“Desde la precarización de sus trabajadores hasta la concentración de mercado, los súper ricos y sus empresas utilizan distintos mecanismos para mantenerse ricos. Una de estas estrategias es evitar pagar los impuestos que les corresponden, para lo cual utilizan estas herramientas:
1.- Compran. Usualmente con herencias que no pagaron impuestos, inician una empresa o compran activos financieros —como acciones de empresas— para ver su valor crecer en el tiempo sin pagar impuestos, siempre y cuando no los vendan mientras están vivos.
2.- Piden prestado. En vez de vender sus activos financieros, pues eso haría que paguen impuestos, piden prestado usando el valor de esos activos como garantía de pago.
3.- Presionan. Influyen y presionan a las personas tomadoras de decisión —utilizando su poder económico, medios de comunicación y redes sociales— para que las reglas del juego les favorezcan.
4.- Ignoran. Desdeñan las regulaciones tributarias, pues las autoridades usualmente no tienen la capacidad para desafiarles.
5.- Esconden. Utilizan paraísos fiscales para esconder su riqueza fuera de las fronteras de los países donde la generaron.
6.- Heredan. Tras una vida de acumulación, pasan su fortuna a sus herederos una vez que mueren, sin pagar un peso de impuesto por esa herencia.
Hasta aquí los “mecanismos” de la acumulación por la acumulación, según el informe, y todo este agandalle a plena luz del día, en las narices de la autoridad.
Por eso la propuesta de Oxfam de “Establecer un impuesto federal progresivo a las grandes fortunas, Promover modificaciones fiscales profundas, progresivas y transparentes; Revisar los privilegios fiscales del 1 por ciento más rico; Priorizar la inversión pública en infraestructura social, como salud, educación y cuidados” e “Impulsar la participación del gobierno mexicano en las discusiones fiscales regionales”. (El informe a detalle se puede consultar en Monitor Financiero).
No es problema que la gente gane muchísimo dinero, como se ha insistido hasta el cansancio. El problema está en el no pago de impuestos conforme a las ganancias, en ese piso disparejo donde los de menores ingresos cargan con todo el peso, mientras los de mayores ingresos se llevan la gran tajada.
Tampoco son problema los desplantes falsamente meritocráticos, ese “echaleganismo” que es más bien una mofa hacia el supuesto soporte de las megafortunas pues al final la historia da cuenta del origen de cada fortuna (compadrazgos políticos, herencias, evasión y elusión de impuestos y hasta presuntos préstamos con dinero de origen dudoso o abiertamente corrupto, y al final no pagados para adquirir bienes estatales, como resultó con Imevisión, ahora TV Azteca).
Menos es problema que los súper ricos se crean sus abusivos y hasta ilegales cuentos de que ya pagan lo que les toca de impuestos.
El problema fundamental es el vacío de autoridad frente a esos abusos, evasiones y estafas; gobiernos puestos en calidad de “gerentes” o de vigilantes trasnochados. Ese es el fondo del asunto.
Economistas como Thomas Pikkety, Gabriel Zucman, Emmanuel Saenz, Paul Krugman, entre otros, han censurado la estulticia gubernamental de no gravar la riqueza, la herencia y otras, pues tal desigualdad origina más concentración y más pobreza (el economista Carlos Brown Solá ha estado muy activo, haciendo lo propio en México, evidenciando ese agandalle, con cifras duras, oficiales, llevadas a las gráficas y que han sido reproducidas, con su autorización, en Monitor Financiero).
De modo que sólo por una fuerte adicción a la teología del agandalle (neoliberal o capitalista) se podría tragar todo ese cuento de hadas que la permite, donde es posible cualquier ficción envuelta en aparentes cálculos matemáticos de altos vuelos, cuando en realidad lo que se impone son los viles instintos, igual que los cerebros de los cazadores de la prehistoria.
En el colmo, los adictos a la ideología del agandalle económico -pasado por libre mercado, neoliberalismo, capitalismo y otros- han intentado justificarla alegando una aparente “envidia” por parte de integrantes de una presunta sociedad parasitaria.
No hay tal. Los que pagamos 35 por ciento de ISR y 16 por ciento de IVA, es decir, 51 por ciento de nuestros ingresos (más otros derechos e impuestos), por más envidiosos que seamos y hasta con el riesgo de ser calificados como “izquierdistas radicales”, no podemos conceder que otros sólo paguen el 1 por ciento o hasta el 8 por ciento de sus ingresos, por debajo del 30 por ciento marcado por la ley en esos casos, como anotó Oxfam en su informe “¿Quién paga la cuenta? Los mitos detrás de los impuestos a las grandes fortunas en México”.
Los hechos desmienten una y otra vez esa perniciosa teología, son contundentes, igual que el silencio mediático que rodea a informes tan aportatarios como los de Oxfam, mutismo evidente hasta por parte de la prensa supuestamente de “izquierda” y que obliga a un texto aparte porque esto en vez de abonar a la búsqueda de soluciones, empeora los problemas (es claro que ignorarlos no es saludable, menos los resuelve).
El tema está a debate desde hace tiempo, pero en nuestro país el conservadurismo está feliz de que nadie se entere y, mejor, que no se toque.