Por Jesús Delgado Guerrero
En el imaginario se ha arraigado la creencia de que el infierno es un espacio lleno no sólo de almas pécoras y malvadas, sino únicamente flamígero, con llamaradas ardientes que consumen a toda clase de “almas desnudas, depravados, blasfemos”, integrantes de “sectas malvadas” de “mísero alarido” y otra clase de especímenes. Tal vez así sea.
Hasta de la Divina Comedia -de Dante- se tiene esa imagen con fuego ardiente por todos lados apenas cruzado el vestíbulo. Pero en este caso eso es sólo una parte. El poeta supuso un infierno, sí, con llamaradas, pero también con …!hielo! (al final, el frío extremo también quema la carne; es lo que se conoce como “quemaduras por congelación”).
Expresado lo anterior a manera de breve introducción, dígase que justo en los círculos finales se halla el glacial infierno dantesco (un gran lago helado) destinado a toda suerte de traidores: a la familia, a la patria, a parientes y amigos, además de los célebres Lucifer, Judas Iscariote, Bruto y Casio que, también “azuzados por avispas y moscones obstinados” y con el rostro ensangrentado y chupado por gusanos, son huéspedes por haber traicionado a sus bienhechores.
Esos “no vivientes desgraciados, desnudos”, constituían una “enorme pandilla”, según el bardo florentino. (Ya desde esos tiempos era “grande”, así que hay que imaginar el contingente con el paso de los siglos).
Pero contrario a los cánones del “gran traidor” (el histórico y hasta el poético), el traidor en modo moderno ha resultado cualquier cosa, menos pragmático, calculador, ni busca lo que podría ser útil para la ciudad, menos para su país, esto según la arbitraria y socarrona definición del periodista Denis Jeambar y el filósofo Yves Roucate (Elogio de la Traición).
Eso si, igual que los traidores de Dante, los actuales se asemejan en el hecho de que no son rebeldes ni leales, “sólo son de sí mismos” (y, a veces, de sus secuaces, cuando estos no los traicionan, por supuesto).
Así, en nuestro país por ejemplo, con el caso del voto en contra de los diputados del PRI-PAN y PRD a la “reforma eléctrica” (abril 2022) propuesta por el presidente Andrés Manuel López obrador, ya se vio el alboroto que puede provocar atribuir a alguien, o a muchos, el delito de “traición a la patria” porque, aunque está tipificado en el Código Penal Federal (artículos 123, 124, 125 y 126), la autoridad ha determinado que “es calumnioso y atenta contra la pluralidad política y la forma de pensar distinto”, según la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre el asunto citado. Bien.
Quedó claro entonces que se pueden entregar los bienes nacionales a empresas multinacionales mediante la confección de un leonino Estado de Derecho, beneficiarlas fiscalmente (no pago de impuestos o cobros como si se tratara de cuotas de tianguis) y casi perpetuar su explotación, pero eso no significa ser “traidor a la patria”, sino pensar (y actuar) distinto, conforme a la moderna democracia.
Esto da pie entonces a que se hable del no menos célebre “vendepatrias” (que es sinónimo de aquél, aunque no es lo mismo y esto porque no ha habido ninguna iniciativa para tipificarlo como delito), que de paso se ostenta en forma arrogante como un consumado “reformador estructural”.
En ambos casos sobresale una asombrosa y extrema elasticidad: un revolucionario y paladín de las libertades, en cuya fachada se oculta el nuevo conservador de la peor especie (fiel a los dogmas y al dinero, más que al realismo y la mesura, con el añadido de que cuando se juntan el resultado es la nueva versión del viejo “partero de la democracia”).
Debe ser durísimo, por ejemplo, enfrentar no sólo delitos, sino señalamientos lapidarios en suelo ajeno del tipo: “Por servir a narcos, vivirá como traidor en la cárcel”… vivirá el resto de sus días revelado como un traidor a su país”, según la condena, extra legal, de Breon Peace, fiscal federal del Distrito del Este de Nueva York, luego del veredicto contra Genaro García Luna, el ex titular de Seguridad Pública del país durante el sexenio de Felpe Calderón Hinojosa, de acuerdo con notas de prensa (tremendo salpicadero el de esta alcantarilla).
Pero dicho en el espacio público doméstico, una acusación de “traición a la patria” como la citada apenas sería parte de un encabritado recordatorio familiar, esto en el “cabroñol” (Carlos Monsiváis, dixit) que el alma nacional ha asumido, ya con justiciera resignación, como una triste vía de catarsis de todos sus malestares porque, ya se sabe, para la autoridad es harto injuriosa, anti-plural y antidemocrática.
Por eso, y pesar de todo (compadrazgos, connivencias, “socios asociados en sociedad”, y otros) las grandes fortunas de 30 familias nacionales se consideran bienhabidas y no pagar impuestos un acto de rebeldía, un lance heroico (por el desafío constante al SAT y sus malos policías fiscales y a las autoridades en general)… cuantimás si son extranjeras.
Visto de otra manera, esto sería parte de la mafia y el capitalismo descrito por el pensador Hans Magnus Enzensberger (“La Balada de Al Capone, Mafia y Capitalismo”), aunque en términos de libre mercado o dogma neoliberal está la exigencia de garantizar y aplicar el Estado de Derecho ya que aquí se impone el principio fundamental de la mundialización en esos negocios, donde “el dinero no tiene patria… ni matria”.
De modo que es que es más fácil ser multado por lo que la autoridad considera calumnioso, desplantes injuriosos y antidemocráticos, que ser enviado a alguna fría mazmorra (como en el infierno congelado de Dante) por “traición a la patria” o por vil “vendepatrias”.
Y no conforme con ello, estos seres, caras de una misma moneda, gozan de constitucionales derechos (como la descongelación de cuentas bancarias por dinero que, faltaba más, se supone que fue bienhabido, sin manchas hemáticas) y otros privilegios.
Es surrealista pero los representantes de la simbiosis referida (mafia y capitalismo), se auto-presentan ahora, casi, casi, como los “nuevos parteros de la democracia” que, según ellos, los tribunales y sus decidores, no son traidores a la patria ni menos vendepatrias, aunque sean lo mismo, los mismos y “sólo de sí mismos”.
(Bien se dice en el burlesco pero realista Elogio de la Traición: con la democracia florecen los traidores..)