Los Sonámbulos, Opinión, Política

Los sonámbulos/Del 1% y la pesadilla de la desigualdad/Jesús Delgado Guerrero

Sonámbulos

Por Jesús Delgado Guerrero

De acuerdo con estudios de la organización Oxfam, las riquezas de Carlos Slim y de Germán Larrea “reúnen unos 130 mil millones de dólares, es la misma cantidad que posee 334 millones de personas, la mitad más pobre de América Latina”.

“Inversionistas” que forman parte del “1 por ciento” nacional, beneficiarios del régimen neoliberal del capitalismo de cuates y todo el tufillo corrupto que lo acompaña, siguen en la creencia de que la desigualdad, aún entre los que más tienen, se justifica por aquella baladronada de la “meritocracia”, es decir, no sólo son más listos que todos sino que son retrato vivo del esforzado “echeleganismo”, pero elevado a dimensiones sobrehumanas.

Ya se sabe que, en el caso específico de Carlos Slim, hablar de la desigualdad y de la concentración de la riqueza, los estudios que la detallan como los de Oxfam, son cuando menos una estupidez”, según sus propias palabras. Y hasta ha lanzado el reto: “cuando quieran discutimos con ellos” (el economista Carlos Brown, representante de Oxfam, saltó al ruedo y ha dicho que va pero, como es normal, no ha recibido respuesta).

El hecho es que Slim ha vuelto a tocar el tema, y en esta ocasión soltó que para eliminar la pobreza, lo primero es garantizar niveles de bienestar y, en particular, dejar de hablar de la desigualdad.

Con un mínimo de bienestar, que no se sabe a qué equivale o cómo se va a medir, en el fondo lo que se busca es evitar hablar de la pesadilla que para él, y para las 30 familias que integran el “1 por ciento” del país, constituye la enorme brecha de desigualdad que prevalece, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo.

Eso tan sólo en cuanto a materia de ingresos, a lo cual hay que sumar un suelo francamente disparejo en cuanto al pago de impuestos, una de las poderosas palancas que ha permitido el florecimiento de la acumulación por la acumulación, paraísos fiscales y el surgimiento de toda una industria de la elusión y la evasión fiscal.

Y es que no es sólo una desigualdad, sino muchas (económica pero también de raza y género, entre otras), tal como observó el economista Raymundo M. Campos en un libro que aporta elementos suficientes para ir justo en sentido contrario a la propuesta del magnate Slim (“Desigualdades, por qué nos beneficia un país más igualitario”, editorial Grano de Sal).

En tiempos actuales donde se habla incluso de lo que no existe (no tanto de lo que es tan acuciante para la sociedad), un fenómeno que ha escalado a niveles groseros, que es un escándalo permanente, “nuestro pecado original”, según Campos Vázquez, no sólo no puede ni debe ignorarse, sino que tendría que ser colocado en un lugar muy especial en la agenda pública debido al añejo cúmulo de agravios, los cuales no sólo se ha intentado “normalizar” mediante esa patrañas “meritocráticas”, sino que ahora se busca hacer a un lado en el debate, esconderlo.

Porque sugerir dejar de hablar de la desigualdad no la va a desaparecer, por más mínimos de bienestar que se establezcan, ni las brechas en diversos ámbitos se van a cerrar nada más por ignorar los resortes que las impulsan. Hacerse de la vista gorda es una solución para la doctrina que envuelve las crónicas de extraterrestres, pero no para millones condenados a sortearla con sus propios medios.

Cada día, todos los días, el paisaje económico, social y político proyecta brechas de desigualdad, incluidos los pagos de pensiones y jubilaciones criticados por Slim que, por supuesto, sólo se dirigieron a los otorgados por el IMSS e ISSSTE, pero no los que reciben integrantes de casta dorada en la que figuran, entre otros, el ex secretario de Hacienda José Ángel Gurría -pensionado a los 43 años-, o los ministros la Suprema Corte y muchos más.

Ni hablar de la falta de oportunidades, del “compadrazgo” para lograr alguna y poder escalar, en una cultura donde hasta el tono de piel y el origen se erigen como obstáculos. Y eso se da tanto en la vida pública como en la privada, donde algunas golondrinas por supuesto que no hacen verano.

La voz de Slim pesa en el ánimo de muchos inversionistas, analistas, opinadores y medios de comunicación locales y foráneos, ya por conveniencia (patrocinios de sus empresas) o porque forman parte de los templos del depredador capitalismo salvaje. Pero sus posturas no resisten la prueba de los hechos y sus propuestas no ocultan sus verdaderas intenciones.

Es de esperarse que en el próximo gobierno, que estará encabezado por la primera mujer presidenta, se aborde con energía uno de los peores flagelos que ancestralmente ha padecido toda la sociedad y se logren sentar las bases para caminar en dirección contraria a la que se ha transitado hasta ahora pues no sólo es la economía, sino muchas desigualdades las que han configurado el peor rostro del país, uno de los más desiguales del mundo.