Por Jesús Delgado Guerrero
El asunto no es nuevo pero en los últimos años se recrudeció y alcanzó su nadir con la toma del Capitolio por parte de las enfebrecidas huestes de Donald Trump, electo nuevamente presidente de los Estados Unidos.
Estos dos hechos, la ocupación y la elección del instigador de la toma de la sede del Congreso estadounidense, resumen el metamorfoseo del “American Dream” (esa idea de que Estados Unidos es, primero, un país demócrata y, luego, espacio de oportunidades para que cualquiera tenga éxito) a una suerte de “American nightmare”, es decir, una alucinación con los ojos abiertos donde, en el extremo, el “alma” de esa nación olvida sus orígenes y va en contra de sí misma.
De una parte, si alguna vez el fundamentalismo religioso tuvo oportunidad de mostrar el músculo más allá del denominado “Cinturón Bíblico” en Estados Unidos, las elecciones presidenciales pasadas en ese país constituyeron uno de sus puntos máximos. Y no sólo en los capillas del mayoritario protestantismo y sus numerosas variantes, sino también en otros credos, incluido en catolicisimo. Poco se ha analizado la agenda conservadora, “antiprogre”, que ganó simpatías y votos. Es un fenómeno que da para mucho y ya habrá oportunidad de abundar.
En otra parte, es muy llamativo que la inmigración se volvió contra sí misma en un país donde, como dijera el vate, hasta Superman es migrante, igual que la esposa de quien será presidente de ese país.
Porque en Estados Unidos hay un numeroso grupo de migrantes, el que no cuenta con documentación, que suma unos 11 millones y que tendrá encima a las baterías de Trump y sus colaboradores para complacer a sus electores, entre ellos muchos extranjeros que ya cuentan con residencia legal.
¿Qué pasaría si, en efecto, la maquinaria trumpista echa a andar redadas, despliegues policiacos, incluso con el apoyo de las fuerzas armadas, para llevar a cabo deportaciones masivas?.
En el caso de México, la cifra no es menor: de los 11 millones de trabajadores migrantes sin documentos, 4 millones 100 mil, aproximadamente, son mexicanos.
Para tratar de dimensionar un poco el asunto, eso significa, por ejemplo, que en un arrebato anti-inmigrante y con el apoyo de gobiernos estatales ultra-conservadores y ultra-anti-inmigrantes (como Texas), estarían devolviendo al país a una población que equivale a la que hay en al menos cuatro estados juntos ( Baja California, Colima, Campeche y Zacatecas), o 2.5 veces la cantidad de habitantes de Ecatepec, uno de los más poblados del país (Un millón 645 mil 352, según el Censo del 2020).
Es un número muy superior a los habitantes de estados como Yucatán (2 millones 320 mil 898) y otros que no llegan a los 2 millones o apenas los superan como Durango, Aguascalientes, Quintana Roo, Morelos, Tlaxcala, Tabasco, San Luis Potosí, Querétaro. Están por encima de los poco más de 3 millones que tienen, cada cual, entidades como Baja California, Coahuila, Chihuahua, Guerrero, Hidalgo, etc.
Más: los trabajadores migrantes mexicanos no documentados son poco menos que la población total de Michoacán o casi igual a toda la que tiene Oaxaca (4 millones 700 mil y 4 millones 132 mil, respectivamente).
¿Cómo le va a hacer el gobierno de Donald Trump para deportar a 4.1 millones de migrantes mexicanos y a los 6.9 millones de otras naciones? ¿Alcanzará con las razias? Ya se verá.
Algo sacará Trump de la chistera para generar, de menos, un golpe de efecto y crear sus tristemente célebres “realidades alternativas”, con acciones simuladoras o abiertos engaños porque, además, resulta que todas esas personas sin documentos tienen una participación importante en la economía de Estados Unidos (la masa salarial de los trabajadores migrantes mexicanos, con y sin documentos, es de aproximadamente 352 mil millones de dólares, es decir, es superior a los PIB de Chile y Perú).
Otro dato: siete de cada diez trabajadores agrícolas en el vecino país del norte son mexicanos, y ya se puede imaginar el problema que tendrán los productores con sus campos vacíos.
Y se pueden enumerar otros elementos respecto de la gran aportación que hacen los trabajadores migrantes mexicanos a la economía estadounidense y que invitarían a la sensatez, pero el caso es que están en la mira.
De cumplirse la promesa electoral de Trum, habrá un impacto importante no sólo en la economía estadounidense, sino también en el envío de remesas a nuestro país, y esto dependerá de la efectividad de las “razias trumpianas”.
En cuanto a nuestro país, ¿se tendrá la capacidad para recibir y dar empleo a más de 4 millones? Crear un nuevo Iztapalapa-Ecatepec juntos y atenderlo no es fácil. Esto no se dará de golpe, sino gradual, pero si bien cada nuevo habitante significa una oportunidad, también constituye un problema.
De modo que algo tendrá que sacarse de la chistera también el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum para frenar devoluciones masivas, buscando defender a los connacionales, además de atenuar el impacto que las repatriaciones van a generar.