Por Jesús Delgado Guerrero
La oposición a la autodenominada “Cuarta Transformación” lleva más de seis años buscando horizontes. Lo que le ha sucedido ha estado más allá de una derrota moral, que es mucho pero no se aproxima a la situación imperante.
Desmantelado en las formas el edificio teológico político-económico que impuso durante seis sexenios (en los hechos todavía tiene espacios importantes), la oposición se quedó vacía, tanto de ideas como de acción y su única línea de pensamiento y de actuación es patalear y esperar el agotamiento del ejercicio del poder público por parte de quienes lo detentan. Esto siempre llega, no hay duda, aunque nadie podría pronosticar, así el triunfalismo obnubilado de hoy anticipe largo tiempo en el poder, tal como sucedió en otras épocas con los desenlaces actuales.
Pero tampoco hay dudas de que la mezcla PRI-PAN-PRD ha dado como resultado uno de los peores lances de sus respectivas dirigentes y militantes, que en esa forma perdieron toda referencia y orientación ideológica y democrática, en un champurrado que ha generado cualquier clase de adefesios.
El metamorfoseo opositor raya entre lo trágico y lo burlesco: de Carlos Castillo Peraza a María Lilly del Carmen Téllez (LilyTéllez). El primero, último pensador importante del PAN, estudioso de Marx pero no marxista, es decir, conocía a su adversario. La segunda y sin menoscabo de su dignidad como persona, espejo fiel de la ignorancia de su ¿ex patrón? en materia de comunismo y socialismo, y de política en general, además de vulgar plagiario de frases neoliberales y lugares comunes para denostar al gobierno y el estado en su conjunto, del cual no ha cansado de beneficiarse.
Igual: de Luis H. Álvarez a Marko Cortés. El primero no tuvo empacho en hacer públicos los intentos de soborno del ex presidente Carlos Salinas, al que benefició sólo por seguir sus convicciones e ideas (buenas o malas, esa es otra cosa). El segundo tampoco lo tuvo al difundir sus “mercadeos políticos”, reclamando el incumplimiento de entrega de notarías, oficinas del registro civil y de recaudación y otros cargos públicos como parte del reparto del botín electoral acordado con el PRI.
Una más: de Javier Corral Jurado a Genaro García Luna. El primero con un destacado y respetable historial político y de lucha cívica, muy aportatario, perseguido incluso por sus ex compañeros panistas; el segundo con un espesa y tenebrosa hoja de servicios pero defendido por esos panistas que, ya sin sonrojo, se sumaron también a los ataques contra Corral Jurado o permanecieron en ignominioso silencio.
El mundo al revés, muy al revés, el panismo está huérfano de referentes, ya ni siquiera democráticos, esos que lo caracterizaron en su larga lucha contra el viejo régimen, ni qué decir de sus principios de solidaridad y subsidiaridad. En un grosero contrasentido, el Bien Común se privatizó y ha servido para intereses particulares y de grupos, incluidos cacicazgos familiares, vía y meta para el reparto de cargos públicos.
Estas comparaciones son salvajes y hay que ofrecer disculpas a Carlos Castillo, Luis H. Álvarez, éstos ya fallecidos, y a Javier Corral, quien mejor renunció al PAN, porque hasta parece un insulto colocarlos frente a los nuevos “pensadores y luchadores políticos y cívicos” panistas.
Igual o peor es en el caso del PRI: de Jesús Reyes Heroles a Alejandro Moreno, “Alito”, cuya fijación falócrata en todas sus expresiones sólo es comparable con la descripción de sí mismo y de su actuación como político y como dirigente: vale precisamente eso y no más.
Y del PRD… bueno. En algunos lados todavía existe, pero ni bulto hace salvo para seguir chupando del presupuesto, como en el Estado de México y la Ciudad de México.
Ese es un breve compendio de lo que hoy es la oposición que, para decirlo rápido, ni siquiera estorba. Está porque debe estar, pero su relevancia en la vida púbica consiste acaso en dar carnita para el “meme del día” y no ser ignorada, porque el sistema democrático en sus notables imperfecciones no es exigente en tales condiciones, no sanciona la inverecundia de grotescos acuerdos justificados bajo el manto encubridor de “la negociación política” y del quehacer político.
No se puede preguntar a Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Adolfo Christlieb Ibarrola, Carlos Castillo y Luis H. Álvarez (con los cuales se puede estar de acuerdo o no, pero sin duda respetables e ilustres panistas), igual a Reyes Héroes (el último eximio priista que algo tenía que decir, previo ejercicio mental, sobre al cosa pública) porque no están, pero ¿qué tienen qué decir los militantes y ex dirigentes de todo este caricaturesco metamorfoseo?, ¿qué han dicho sobre, esta sí, transformación, muy cruel, que le ha dado la espalda a lo mejor de su doctrina y de su historia? Sobre todo: ¿qué van a hacer ahora ante la evidente orfandad de ideas y de líneas de acción?
Porque los actuales dirigentes se han apoltronado en sus espacios de beneficio personal, buscando sacar raja en todos los sentidos antes que buscar replantear el camino de sus respectivos partidos políticos.
Mucha desorientación política, ideológica y programática en el papel de opositor, la adicción a la política económica que los apeó del poder los está conduciendo a la extinción, igual el concurso y “guía” de supuestos gurús de la iniciativa privada, a quienes la presidenta Claudia Sheinbaum denominó, con mucho tino y punzante sarcasmo, como “juniors tóxicos”. Ni siquiera se han dado cuenta de eso.
Otros seis años sin saber qué hacer no permiten documentar ningún optimismo de los dirigentes opositores, que son los últimos, quizás, en percatarse de que por una obviedad los partidos que no están en el ejercicio del poder son llamados de “oposición”, pero literalmente no se está en ese supuesto y eso es de lamentarse.
Esto no quiere decir que el pensamiento y acción de la militancia de quienes detentan actualmente el poder sea de lo mejor. No. Así como sin duda hay gente bienintencionada y con pergaminos limpios en su actuar (igual que en la oposición), también hay una cantidad importante de impresentables que se han trepado a la ola presuntamente transformadora y purificadora denominada “Cuarta Transformación” (Lilly Téllez llegó primero por Morena, no hay que olvidarlo).
Esa avalancha incluye a personajes vinculados con grupos criminales, como ha sucedido en varias entidades (El Estado de México sería ejemplo de ello, vía sindicatos mafiosos, ex alcaldes perredistas y otros más), amén de corruptos.
Es un tema que amerita un tratamiento aparte pues precisamente se ha creado una nube que oculta, no el oportunismo político, sino pasados y presentes nada edificantes y vínculos poco recomendables, al mando o cerca de las instituciones públicas.
Pero hoy la tragedia está en ese vacío opositor como no se había visto en décadas, ante lo cual sólo queda esperar prudencia, mesura y mucha responsabilidad a la hora de ejercer el poder por parte de los actuales protagonistas.