Por Jesús Delgado Guerrero
Según las optimistas noticias del gobierno federal, vía Secretaría de Economía, México dejó de ser un país de mano de obra barata “porque las inversiones que llegan son ya de otro nivel pues están destinadas a las tecnologías y requieren de personal cada vez más especializado”.
La llegada de inversión extranjera, vía relocalización o nearshoring, que en los próximos dos o tres años se espera que sea de más de 31 mil 500 millones de dólares, es alentador pues supone la generación de más empleos.
Pero de eso a que ya quedó atrás “aquella visión que se tenía de México como uno país de mano de obra barata para hacer maquila”, tal como afirmó Raquel Buenrostro, es bastante discutible.
Esto no lo aceptan los neoliberales más rancios, los ortodoxos, pero a partir de que nuestro país se abrió sin más al libre mercado con naciones con una economía bastante proteccionista (Estados Unidos por delante, aunque siempre se ha vendido como campeón de lo contrario), si algo empeoraron fueron los salarios y, curiosamente, los empleos gradualmente mostraron su insuficiencia.
No fue casual la avalancha de trabajadores mexicanos que determinaron buscar en Estados Unidos lo que aquí no encontraron, ni tampoco lo es que ese fenómeno migratorio se esté intensificando.
Es probable que, en efecto, las nuevas inversiones requieran personal más capacitado y, ciertamente, nuestro país lo tiene, pero nada más hay que ver la tabla de salarios mensuales para los profesionales en nuestro país: los promedios más altos están en la Ciudad de México y Nuevo León, con poco más de 19 mil 727 pesos y 19 mil 261, respectivamente, que son la primera y la segunda economías del país. En la tercera economía nacional, el Estado de México, la cosa es todavía peor: 12 mil 612 pesos al mes para una persona con licenciatura, según datos de la Secretaría del Trabajo.
Esos salarios y una invitación a migrar son casi lo mismo, por no decir que se trata de recordatorios familiares muy altisonantes. Porque resulta que un mexicano con estudios de licenciatura gana 8.5 veces más en Estados Unidos que en México, en promedio, según un estudio de la firma BBVA. Para colmo, un mexicano con estudios de secundaria puede ganar 14 veces más en ese país que en el nuestro.
¿Los inversionistas cambiaron de mentalidad y ya no buscan abaratar costos mediante el pago de salarios casi al borde de la sobrevivencia? ¿En serio?
Si esto es así, hay que creerles a todos esos malthusianos (por el pastor Robert Malthus) cuando dicen que las leyes para pobres sólo crean más pobres y que los subsidios para paliar el desempleo fomenta más desemplados y, más, que todo apoyo para pobres sólo multiplica la pobreza, pero que no dudan en mostrarse dispuestos a defender todos los programas sociales en temporada de ofertas electorales.
Los neoliberales de ayer saludaron efusivamente el Telecé y anunciaron el primer mundo sin diseñar ninguna política industrial; firmaron cuantos tratados de libre comercio pudieron con tal de aparecer como “modernizadores”, seres “globalizadores” de, en realidad, una “globalización globera” destinada a una bárbara carrera hacia abajo (bajar impuestos) y al pago de salarios poco menos que de fakir de la plaza pública.
Los neoliberales de hoy están igualmente entusiasmados por la llegada de inversiones extranjeras, y quizás con doble razón por la cantidad de funestos presagios que anunciaron todas las plagas egipcias, depreciaciones del peso frente al dólar incluidas; ciertamente han favorecido el incremento salarial pero se está lejos de cerrar la brecha con los socios comerciales, de la misma manera que se está a mucha distancia de dejar de ser un país dedicado a la maquila.
Es de esperarse que esto suceda algún día, pero para eso hay que diseñar políticas industriales e invertir en investigación y desarrollo, algo que no se ha hecho por parte del gobierno y, por supuesto, tampoco por parte de aquellos se ostentan como “innovadores” y toda las zarandajas neoliberales que los caracterizan.