Por Jesús Delgado Guerrero
En torno de las remesas enviadas desde Estados Unidos por los trabajadores de origen mexicano a sus familias en nuestro país, cada vez más cuantiosas, los “extremos” pasan lista: unos casi satanizándolas por su presunto origen criminal y otros, al estilo del bíblico Jeremías, elevando instancias en sermones mañaneros, confiriéndoles un valor sustantivo (“benditas”).
A la vista, nada mejor que dar pasos laterales en fenómenos como estos para encubrir una parte sustancial, diríase que vital, de los resortes que lo han impulsado, como se verá más adelante.
El caso es que en este infernal-celestial jaloneo, recientemente la agencia de noticias británica Reuters difundió un extenso reportaje sobre “Cómo los narcos mexicanos utilizan las remesas para transferir las ganancias de las drogas a Estados Unidos” (18 de agosto, Un informe especial de Reuters).
Algunos medios “especializados” se hicieron eco del reportaje y lo reprodujeron en parte, destacando que, por fin, el supuesto “narco-remeseo” era mostrado casi con lupa, puesto a la vista de todos.
En efecto, el trabajo ofrece datos, cifras, acude a voces de “primera mano”, anónimas y otras, tanto de Estados Unidos como de México, todo mediante un armado y un estilo casi irreprochable (un thriller remeso-policiaco-criminal cuando menos entretenido) que “pintan una imagen detallada de cómo funciona la empresa criminal”, se dice y que, claro, incluye el detallado reclutamiento de civiles para conformar “ejércitos”.
Sangre para los tiburones, al final los datos aportados le restan fuerza y permiten dimensionar lo que realmente el narco puede “lavar” mediante las remesas: se exponen los casos de siete expedientes judiciales de tribunales federales de Colorado, Georgia, Ohio, Oklahoma, Texas, Virginia y el estado de Washington que (ojo) “Colectivamente, involucraron el lavado de más de 100 millones entre 2013 y 2020, según documentos judiciales presentados por los fiscales” (aunque en el reportaje se habla de una “red de alcance mundial”, como para darle un aire de dimensiones casi insospechadas).
Los dólares no se atribuyen a ningún grupo delictivo en específico pero apuntan, principalmente, al cártel de Sinaloa y al cártel Jalisco Nueva Generación (de pasadita, otro de Sonora). Concediendo que todo el flujo aterrizó en Sinaloa y que ciertamente 100 millones de dólares son mucho dinero, dígase que justo en el período 2013-2020 el estado de Sinaloa recibió remesas por alrededor de 5 mil 661 millones 094 mil 474 dólares (datos del Banco de México).
Asumiendo que es grave el lavado de dinero, resulta entonces que lo operado por los “pitufos” (así les dicen a los reclutas, amas de casa incluidas), representa sólo 1.16 por ciento del total (si se compara con lo recibido en el país la diferencia es bestial: 100 millones de dólares de “narco-remeseo” de los 238 mil 739 millones 173 mil 200 dólares registrados del 2013 al 2020, es decir, el 0.04 por ciento).
Ante esto, una pregunta: ¿una “trasnacional” criminal que, según reportes de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y de la Global Financial Integrity (GFI, con sede en Washington), ha amasado más de 3 mil millones de dólares (más de 12 mil millones, según se ventiló en un juicio en Estados Unidos) y a cuyo cabecilla (Joaquin Guzmán Loera) la revista Forbes le atribuyó una fortuna personal de más de Un mil 153 millones de dólares, lleva a cabo todo un despliegue logístico de “ejércitos de civiles” sólo para “lavar” 100 millones de dólares en siete años?
Lo mismo se puede cuestionar en el caso del cártel Jalisco Nueva Generación, en un estado que apenas durante el 2022 recibió remesas por 5 mil 402 millones 502 mil 686 dólares.
¿Entonces? ¿Son realmente “ejércitos de civiles” o, para seguir con la jerga castrense, se trata de simples escuadrones? (cuatro miembros a lo mucho). Porque en virtud de lo pretendidamente “lavado”, no se llega siquiera al despliegue de pelotones (hasta 50 miembros).
Por eso especialistas en el tema de migrantes y remesas, como el economista Jesús A. Cervantes González, del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla) y quien no ha descartado que una parte de las remesas, mínima (como la referida en la comparación mencionada) pueda ser producto de un ilícito, ha afirmado que “sería un imbécil si alguien quiere lavar dinero con envíos de 350 dólares… para lavar montos importantes se necesitarían cientos de miles de cómplices en los Estados Unidos y otros tantos cientos de miles de cómplices en México”.
A eso hay que agregar que, a juzgar por los dólares que pueden “mover” los “ejércitos de civiles” de la proyectada “red de alcance mundial”, las “utilidades” difieren de los estudios sobre el comportamiento delictivo, aquellos que el gurú neoliberal Gary Becker (premio Nobel de Economía) declaró como concluyentes y que sostienen que los criminales son individuos que actúan racionalmente y buscan “maximizar su bienestar”, no al revés.
Lo anterior porque ¿no resultan más caros los “ejércitos de civiles”, con todo y que no lleguen a pelotones, para operar el narco-remeseo, que las ganancias mismas?
La codicia lleva a cometer disparates, sí, pero Becker afirma que como todo inversionista, el “homo economicus” criminal (miembro o seguidor involuntario de la escuela neoclásica y su individualismo metodológico), realiza un análisis de costos y beneficios, calculando con frialdad de casabolsero experto en “Fobaproas” la elección de los ilícitos de su preferencia (“especialidad”, se diría en materia de división de trabajo, o “portafolio delincuencial” en el de las finanzas, donde se privilegia el retorno esperado, sin dejar de calcular el riesgo).
En suma, lo expuesto por la agencia confirma lo que aseveran los entendidos: que es necesario ser un imbécil para intentar lavar dinero en cantidades como las que fluyen a los hogares mexicanos pues, evidentemente, se requieren de miles de individuos para ello (esto igualmente se afirma, en voz de un experto en una parte del reportaje -“Jorge Godínez, director para las Américas de WorldRemit, un servicio de transferencia de dinero con sede en Londres”-, pero casi de manera testimonial).
En cuanto a lo “bendito” de las remesas, se trata de una narrativa mañosamente curtida que se solaza de un pretendido espíritu “transformador” porque, cierto, ha metamorfoseado en “logro” de gobierno un fenómeno que contiene ingredientes propios de una tragedia nacional.
No hay tal logro, pero lo “bendito” es una obviedad: no sólo han auxiliado a las familias para enfrentar carencias e insuficiencias, sino que le han ayudado al mismo gobierno a sortear vendavales económicos y financieros derivados de emergencias sanitarias, inflación y otras, incluso para sacar de la pobreza a más de cinco millones de mexicanos (combinando remesas y beneficios de programas sociales); de ello no hay la menor duda.
Pero el origen de las remesas no está en las casi mefistofélicas actividades de criminales descerebrados, mucho menos en motivos celestiales, como se quiere hacer creer.
Si se quieren revisar otros resortes de esa gran cantidad de dólares debe acudirse a las notas que han realizado el ya mencionado Jesús A. Cervantes González y otros especialistas del Cemla, así como estudiosos del Observatorio de Migración y Remesas de la firma BBVA, dos fuentes que han dado puntual seguimiento al tema en forma muy minuciosa (microscópica diríase) al grado de detallar la hora en que los trabajadores migrantes envían dólares a sus familias (nota del Cemla del mes de marzo del 2023).
En días pasados y sin tanto brinco, el Anuario de Migración y Remesas 2023, un trabajo elaborado en forma conjunta por el Gobierno de México, la Secretaría de Gobernación, la Conapo y la firma BBVA, ofreció datos duros, con ostentosa claridad, sobre el origen de las remesas: la miseria salarial (con todo y los aumentos en el actual gobierno) y el imparable flujo migratorio (falta de oportunidades, a pesar de la relocalización o nearshoring, motivado en parte también por el desplazamiento forzado debido a la violencia).
Estos problemas no se generaron en años recientes, sino que se intensificaron en la década de los años 90 a partir de que se comenzaron a aplicar a raja tabla recetas económicas neoliberales, verdadero origen del “destierro” y de las voluminosas remesas actuales.
Con ello, de alguna manera las despatriadas víctimas se están cobrando revancha de sus victimarios y de sus dogmáticos epígonos, exhibiendo la miseria de su doctrina, y quizás por eso los intentos demonizadores del creciente flujo de divisas.
Esto último sería, igual que los “ejércitos de civiles” y la “red de lavado de alcance mundial”, sólo floritura de la especulación, aunque pocos han estado dispuestos a desmenuzar abiertamente las causas de la migración (ya hay más de 39 millones 900 mil personas de origen mexicano en Estados Unidos) pues ha sido y es más fácil especular sobre los efectos (las remesas).
Lo lamentable es que esto va a continuar. La migración se profundiza y van a llegar más remesas por la simple y neoliberal razón de que se combate la pobreza, que es muy loable, pero no la desigualdad que la provoca.