Por Jesús Delgado Guerrero
El Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas, en Memoria de Alfred Nobel, se otorgó este año a los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson por su investigación sobre “cómo se forman las instituciones y afectan la prosperidad”.
Dicho en otras palabras que describen la situación de muchos países, y el caso mexicano en particular, eso quiere decir: “cómo es que el poder público ha fallado al grado de someterse ante el poder fáctico económico, y ha permitido el desarrollo de la aparentemente imparable y enorme desigualdad, esa vergonzante brecha entre pobres y ricos”.
Acemoglu, Johnson y Robinson han dejado en claro que la economía es política o no lo es, esto es, que son las instituciones, las reglas y las normas mediante las cuales operan, factor vital para facilitar o no el desarrollo económico y social de un país; son determinantes para que una nación prospere o se estanque en la desigualdad y la pobreza.
Los partidarios del libertarianismo económico (neoliberalismo), a la mexicana si es posible (Ogro Salvaje), por supuesto que no están de acuerdo con los laureados, aunque finjan demencia, porque justo van en contra de las instituciones que han hecho de México un país muy desigual, con un piso muy disparejo en muchos ámbitos; son las instituciones o el “estado alterno creado” durante seis sexenios (1982-2018) las que han favorecido el capitalismo de compadrazgos y el agandalle de los bienes nacionales, con la complicidad de figuras del poder público.
Esto es harto sabido pero se simula: las riquezas de los magnates mexicanos no se explican sin el impulso de complicidades y amiguismos políticos, los cuales favorecieron la acumulación de fortunas y la conformación de monopolios, con leyes confeccionadas para seguirlos beneficiando y protegiendo.
No es casual, menos un arranque de envidia, que Carlos Slim sirva de ejemplo en un trabajo de los galardonados para describir las fallas del poder público y su complicidad para que haya diferencias entre Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora). (“¿Por qué fracasan los países? Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, de Acelmglu y Robinson, editorial Deusto).
Al modo de la novela “La Posada Roja”, de Honorato de Balzac, es ese libro de los ganadores del Nobel se deja ver que detrás de la gran fortuna de Slim (y de Ricardo Salinas Pliego, de los Azcárraga y, en suma, del “1 por ciento” que concentra la riqueza del país), está la actuación criminal de las instituciones públicas, dirigidas por personajes tan oscuros como el origen que dio forma a las riquezas de los personajes citados, cacareada ésta con el gastado cuento de “meritocracia”, innovación o”altas mentes de las finanzas”. Nada de eso.
Precisamente la acumulación de esas fortunas es el retrato del fracaso de las instituciones generadas por el neoliberalismo, la cuales han resistido a pesar de la llegada de un gobierno de presunta izquierda.
Si Carlos Slim, los banqueros y, en suma, el “1 por ciento” continuaron acumulando riqueza, sólo por acumular, durante los últimos seis años es debido a que ese “estado alterno” neoliberal siguió tan campante, con algunos matices en cuanto a la distribución de la riqueza, vía programas sociales.
Con todo y lo realizado en el sexenio recientemente concluido, que es plausible en materia de aumento de salarios y de combate a la pobreza, la brecha de desigualdad permanece, y sigue siendo grosera porque apenas se ha arañado parte, mínima, del problema y no se han modificado, por ejemplo, las reglas para un modelo tributario realmente progresivo, es decir, el pago de impuestos adecuados por parte de las rentas más elevadas, y donde las fortunas acumuladas al amparo del poder público estén obligadas a retribuir una parte decente al estado que las impulsó.
Demasiada avaricia, mucha ingratitud hasta la denostación, el caso es que la situación no ha mejorado en forma sustantiva. Toca pues, vindicar a la política y al poder público con algo más que austeridad republicana, honradez y otros.
Por eso, es de esperarse que con el autodenominado “segundo piso” de la Cuarta Transformación haya ganancias no sólo para los banqueros y las 30 familias que concentran la riqueza nacional, sino para todos, con pisos sin tantos chipotes, con oportunidades para todos y que las instituciones que fortalecieron al “estado alterno” sea desmanteladas de una buena vez, sin titubeos.
Asimismo, el debate sobre la desigualdad no puede esperar más, y eso incluye a los partidos políticos, entes de acceso al poder público que también han sido secuestrados por familias o pandillas, impidiendo el concurso de más mexicanos.
Este premio a los economistas citados es una buena oportunidad para seguir evitando que los beneficiarios de las “fallas del Estado” (intencionales, igual que las supuestas “fallas del mercado”) y la complicidad del poder público sigan vendiendo la estafa de que han sido muy chingones y por eso sus riquezas. Parafraseando a Slim, la desigualdad, lo que la provoca, en efecto es una estupidez y por eso no debe tolerarse más.
Si hoy hay pataleos por las reformas judiciales emprendidas no es porque realmente aspiren a una mejor justicia, más democrática, sino porque, como Slim, Salinas Pliego y los demás, han impulsado la confección, con el sometimiento de personajes del poder público, de su “estado de derecho” para continuar beneficiándose.
Por último, lo único que hay que censurar a los galardonados en el mencionado libro, es la falta de autocritica a los modelos institucionales de los países que pontificaron, entre ellos Estados Unidos, donde también hay una gran cantidad de pobres (más de 37 millones, esto es, casi el 12 por ciento de la población, estimada en 333 millones 300 mil habitantes) y un sistema tributario que, igual que nuestro país, no toca al “1 por ciento” de las rentas más elevadas y hay una gran concentración de la riqueza, además de una gran evasión y elusión de impuestos (un paraíso fiscal, igual que México).
En vez de ello, se cubren diciendo que “incluso los ciudadanos más pobres de Estados Unidos, tienen rentas y acceso a sanidad, educación, servicios públicos y oportunidades económicas sociales muy superiores para la amplia masa de la población que vive en la África subsahariana, el sur de Asia y América Central”.
Lo anterior, además de las mutilaciones a la historia que deforman el desarrollo de las naciones (despojos, ocupaciones, explotación de seres humanos y saqueo de recursos de los países colonizados, etc.).