Por Jesús Delgado Guerrero
Para algunos fue el gran “estadista” que puso fin a una era totalitaria y siniestra, encarnada en la planificación central de la economía (papá gobierno, dispensador de vidas y haciendas, con el respectivo “iluminado” al mando, objeto de culto permanente, de rigor).
Para otros fue un vil traidor que abrió las puertas a lo peor del capitalismo de mercado, inmoral y sin reglas, que derivó en una gran cleptocracia mafiosa y profundizó desigualdades, además de haber colocado los cimientos para la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y, peor, dejó sin contrapesos al mundo.
La figura de Mijail Gorbachov, el último líder de la ex URSS (fallecido en días pasado) quedó atrapada en la alcantarilla de las teologías económicas y políticas, fundamentalmente extremistas: del “sóviet supremo” con sus castas privilegiadas (“centralismo democrático”), al “supremo capitalismo” con su oligarquía canalla y cleptocrática; del “socialismo realmente existente” y sus fantasías al “neoliberalismo” como otro cuento de hadas (con el exaltado fin de la historia, según adictos entusiastas).
Peor: de la “sociedad de ladrones” (referida por Julie Cadiot, profesora de historia moderna rusa y soviética, donde ladrones de gallinas o de pescado eran llevados a las mazmorras por “delitos económicos” y, obvio, fichados como potenciales conspiradores del régimen), se dio el salto a los “ladrones de la sociedad”, afianzados por el “nuevo” régimen.
En suma, con Gorbachov y parafraseando al vate doméstico Octavio Paz, se pasó del “Ogro Filantrópico” en su versión más descarnada (como podría narrar Alexander Solzhenitsyn), al Ogro Salvaje”, también en una de sus más infaustas interpretaciones.
Décadas después, ya fuera del poder, el mismo Mijaíl se quejó de la falta del componente moral en la política y, por supuesto, en la economía (La Crisis Económica Mundial, editorial Debate). “Ha llegado el momento de combinar la moralidad con los negocios”, escribió, luego de la estafa capitalista de las hipotecas Subprime en Estados Unidos, en el 2008. Pues bien, nada de eso ha habido ni hay.
Lo que sí quedó sepultado (y llevaría un largo camino recorrer las causas que lo provocaron), fue el movimiento de los bolcheviques que pasó de la gloria al infierno, esto luego haber sacado al pueblo ruso del zarismo y la miseria, ese que orgullosamente proclamaba que, a diferencia de Estados Unidos y otros, no necesitó de la esclavitud para industrializarse; que se opuso radicalmente al colonialismo y al racismo como motores del desarrollo de la civilización; el que incluso impulsó la interrupción del embarazo voluntario en épocas tan tempranas como la década de los años 20 del siglo pasado y, principalmente, donde las diferencias de ingresos no eran tan grandes. Hay, pues, mucho de claros y también más de oscuros.
Al final, todo acabó en una horrenda caricatura cuando comenzó a estancarse el ingreso per cápita en la década en la década de los años 50 (pese al avance tecnológico) y se prolongó hasta la década de los años 90, cuando el capitalismo ya se había recuperado de varios “cracs” y, paradójicamente, tenía más huellas del sueño igualitario (eso al menos en Estados Unidos en la parte fiscal) que el sistema que lo había proclamado como bandera revolucionaria.
La gran aportación de Gorbachov tras sus lances mediante la “Glasnot” (apertura democrática) y la “Perestroika” (reestructuración de la económica ) es que, voluntaria o involuntariamente, generó la exhibición de los esqueletos de dos modelos, en apariencia contrapuestos, pero con un denominador común: son totalmente exacerbados, histéricos.
Nadie puede llamarse engañado: unos llevando a grados de perturbados la hiper-personalización del poder y su corte (miseria de por medio), y otros elevando también a niveles de demencia su idolatría por el libre mercado y el lucro a cualquier precio, también con sus miserables resultados. (John Kennet Galbraith lo resumió admirablemente cuando parodió el lema “In GodWe Trust -Confiamos en Dios, estampado en los dólares estaounidenses- diciendo: “In Goldman Sachs we trust”, al abordar el “crac de 1929”).
Los escombros de los extremos teológicos ahí están. Los resultados son el veredicto inapelable de sus falsas doctrinas.
Sólo como referencia, hay que decir que la “terapia de choque” a que fue sometida la ex URSS se hizo sin hipocresías, sin reglas ni andamiajes. La oligarquía cleptocrática fue al grano y rápido, sin esperar 36 años, como en México. Nada de zarandajas ni marcos legales para alegar mustiamente “estados de derecho” y proteger fraudes y saqueos, por lo demás confeccionados siempre al gusto, como sucedió en nuestro país.