Por Jesús Delgado Guerrero
En Estados Unidos el presidente Joe Biden y los demócratas están en un momento definitivo: propusieron un impuesto a los multimillonarios (23.8 por ciento) y de inmediato se armó la escandalera.
La tasa que se propone es para las ganancias de capital a largo plazo en activos negociables, como las acciones, que aumenten de valor a lo largo del tiempo, hayan sido o no vendidas, según se ha difundido.
Las razones son obvias: el vecino país no recauda más de 600 mil millones de dólares al año por es industria en que se ha convertido la evasión y alusión fiscal, y los multimillonarios (unos 700), ha estado nadando de a muertito o pagando 3.4 por ciento o de plano nada en los últimos 15 años, esto a pesar de que cada año sus fortunas se multiplican.
Fue un desliz (¿o desvergüenza?) que uno de los más acaudalados -y especuladores- de ese país y del mundo (Warren Buffet) diera a conocer que pagaba más impuestos su secretaria que él, y con la clásica pose del que dice querer pagar más pero esconde las cuentas, pidió a los de su clase tener responsabilidad.
La iniciativa de los demócratas ha encontrado resistencias, naturales, pero el gobierno de Biden intenta hacerse de fondos para solventar la agenda social insignia del mandatario, estimada en 2 billones de dólares.
Los economistas Gabriel Zucman y Emmanuel Saez, así como Thomas Piketty, han estado duro y dale contra los evasores y la desigualdad que han generado marcos legales propicios para que los multimillonarios incrementen groseramente sus fortunas a costa no necesariamente de sus innovaciones y productividad, sino al no pago de impuesto, mientras millones se sumergen más en la miseria. No hay truco en esto y es escandalosamente obvio.
Pues bien, salvo que México está adoptando el impuesto del 15 por ciento a las transnacionales, nada se ha estado haciendo para imponer un impuesto semejante al “1 por ciento” que se ha beneficiado de la legalidad y estado de derechos confeccionados por sus adláteres durante los últimos casi 40 años.
En monitor Financiero publicamos recientemente una gráfica del profesor de economía Carlos Brow Solá, en la que, con datos de la Secretaría de Hacienda, se prueba quiénes no pagan impuestos: ese “1 por ciento”, conformado principalmente por 30 familias (y otros pocos que se han estado sumando).
Esa gráfica derrumbó además el mito creado por esas familias y sus órganos de fonación respecto de que los informales no pagan impuesto, de que hay que ir detrás de ellos a cómo dé lugar.
Obviamente es un ardid para tratar de escurrir el bulto y hacer como que en el mundo no pasa nada, y entonces hay que comenzar a obligar a los jóvenes mayores de 18 años a obtener su Registro Federal de Causantes (RFC) y la homoclave respectiva.
Según esto, la obligatoriedad es para cuando se dé el caso, sin es que se da, de que los juveniles lleguen a obtener empleo y puedan aportar al erario; y si no, pues que declaren en ceros (con lo “sencillo” que es declarar en un ámbito esencialmente burocrático).
El hecho es que el gobierno de la autodenominado Cuarta Transformación está apuntando a los blancos incorrectos, en este caso a un sector que se mueve, en el mejor de los casos, entre la escuela y el sub-empleo, o alguna beca.
Bien porque las abusivas comisiones de las Afores se reduzcan al nivel de otros países supuestamente desarrollados, bien porque se favorezca el cobro de impuestos (15 por ciento) a las transnacionales; bien por eliminar IVA a toallas sanitarias y alimentos para animales; muy bien por endurecer acciones contra los evasores y emisores de siempre.
Pero, como se ha insistido en otras ocasiones, dejar el entramado legal y el “estado de derecho fiscal” tal como está, es no sólo tratar de ignorar lo que está sucediendo en el mundo, sino de plano tener que continuar apelando siempre al endeudamiento, al que, contra todo lo inicialmente expresado, ya se comenzó a recurrir de manera importante, tal como se estableció en el presupuesto del año próximo.
Nadie le teme a endeudarse, eso pasa en las mejores familias, pero si espanta que no se haga nada para que no terminen pagando los de siempre, mientras los de siempre permanecen sin pagar, beneficiándose de este muy mexicano paraíso fiscal.