Por Jesús Delgado Guerrero
Son demasiados los “sambenitos” que acumulan los opositores al gobierno de la autodenominado gobierno de la “Cuarta Transformación” (cualquier cosa que estos signifique), que la empresa para las contiendas electorales venideras se les presenta ya como una tragedia.
Son muchos los escapularios que, igual que los condenados por el Santo Tribunal Inquisición en su momento, aumentan el descrédito que los distingue, rehenes de vicios neoliberales de los cuales no han podido, ni podrán despojarse, cargando además con espectros de muy diversa calaña, recientes, que han servido para alimentar el discurso en su contra.
De entrada, no pueden obviarse casi 40 años de un dogma funesto (el neoliberal) que ha generado una grosera concentración de la riqueza en 30 familias (el tristemente célebre “1 por ciento”) y la miseria de millones, sin más méritos que el compadrazgo” o la connivencia política-económica, pasados por una falsa “meritocracia” del pretendido Robinson Crusoe y su “solitario esfuerzo” (ajá).
Así, la privatización, esa pretendida fuerza benigna del mercado que iba a sacar al país del subdesarrollo generado por el corrupto e ineficiente “Ogro Filantrópico” (Octavio paz, dixit) se convirtió en sinónimo de fraude y agandalle, cuando no en venal estampa de venta de tianguis para favorecer a los compadres y amigos, “socios asociados en sociedad”, según el tono burlesco del “Sóngoro Cosongo”, del bardo cubano Nicolás Guillén.
Pues bien, esas “fuerzas benignas” que no son capaces de sacudirse el mal, ni siquiera portando una medalla sacramental de San Benito (sí, el fundador de la Orden de los Benedictinos y Patrón de Europa), suman otros “sambenitos” de muy alto calibre, toscos escapularios como piedras amarradas al cuello que son ya un referente de su “oferta política”.
Son los casos de la “sobornada reforma energética (votada en su momento por algunos hoy desenfadados morenistas), y el escándalo del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, y los sobornos por más de 10 millones de dólares para beneficiar a la empresa brasileña Odebrecht y apoyar campañas electorales.
Y, reciente, el capítulo de Genaro García Luna, no sólo calificado de “traidor al país” por favorecer a grupos de narcotraficantes, sino declarado culpable de narcotráfico y delincuencia organizada en Estados Unidos. Este asunto podría salpicar a más políticos pues el ex “súper policía” parece estar dispuesto a “colaborar” (a “soplar”, pues) con el gobierno estadounidense para que la condena, que podría ser de 20 años en prisión o hasta cadena perpetua, no sean tan severa, según declaraciones de sus abogados defensores.
¿Se le podía presentar peor la situación a quienes, por un lado, dispusieron de los bienes nacionales en su provecho, como el petróleo, y luego hicieron de la seguridad pública un muy lucrativo negocio, con cargo a miles de cadáveres de todos los bandos, además de la venta de estupefacientes cuando se suponía que debía combatirla?.
Visto al revés: ¿se le podía presentar mejor la situación al autodenominado gobierno de la 4T para desplegar banderas en su propaganda y colocar estos casos como ejemplo de lo que el país está harto y no necesita más?
Sin ideas ni estrategia, que eso ha sido lo característico de los adversarios al actual gobierno desde que fueron apeados del poder público, y con cadáveres políticos tan hediondos como los mencionados (entre otros), se ve difícil, casi imposible, que puedan revertir las cosas en el tiempo que queda para que inicien formalmente los comicios del 2024.
Además, el bloque auspiciado por una parte del sector empresarial ha comenzado a fisurarse, según se desprende de autodestapes de ciertos personajes, y lances en otros frentes con las manoseadas etiquetas de “cívicas” o “ciudadanas”.
Con todo, lo peor sería que los adversarios de la 4T se resignaran a no hacer nada, a cruzarse de brazos, por muy inútil que resulte todo empeño, como hasta ahora (y eso que “carnita” no ha faltado), pues eso si sería minar la imperfecta democracia nuestra.
A algún santo tendrán que rezarle para medio enderezar la nave, y para que al menos los partidos políticos opositores involucrados no pierdan el registro porque, a todo lo anterior, se suma el hecho de que sus impresentables dirigentes están, un día sí y otro también, envueltos en escándalos que flaco favor le hacen a sus efímeros aliados.