Por Jesús Delgado Guerrero
Desde hace siglos los “científicos del alma económica” han intentado descifrar en términos racionales el comportamiento cada vez más irracional de los “espíritus animales”, esos que, según los estudiosos, constituyen el elemento vital de los altibajos de las finanzas y de la economía.
Que nuevamente el “Animal Spirit” ofrezca señales de su desenfrenado proceder en Estados Unidos, no es ninguna novedad. De hecho, se trata de uno de los deportes más practicados en ese país al que, cada vez que asoma la nariz, se les buscan nuevos resortes, todos de supuesto carácter técnico o científico, pero que en esta ocasión no ocultaron la enfebrecida fogosidad animal del Ogro Salvaje, el pánico con su efecto “manada”.
Para decirlo pronto, en este y todos los capítulos semejantes, sucede igual que en las novelas de Balzac: detrás de cada crisis económica y financiera hay un gran fraude, siempre movido por la ganancia rápida y fácil.
Eso fue lo que sucedió con Silicon Valley Bank, principalmente, y Signature Bank. Es un nuevo episodio en el mundillo de la especulación y la estafa.
El presidente estadounidense Joe Biden lo resumió en esta forma: “Se arriesgaron a sabiendas, y cuando el riesgo no valió la pena, sus ajustadores perdieron su dinero. Así es como funciona el capitalismo”. (Más bien: así es como opera, si funcionara otro gallo estaría cantando).
¿Qué hizo Silicon Valley Bank? Según reportes de prensa, los directivos tomaron fondos de corto plazo de sus clientes para buscar ganancias de largo plazo adquiriendo bonos del tesoro, y conforme iba subiendo la tasada interés para frenar la inflación, al final resultó que los intereses de corto plazo representaron mayor rendimiento y pérdidas para los de largo plazo. Y el banco ya no pudo ganar nada, ni siquiera para pagarle a sus inversores ni, principalmente, a sus clientes, los cuales apenas vieron problemas con el banco se apresuraron a buscar retirar sus fondos (ya hay quienes culpan a Internet y a las insidiosas redes sociales por estas estampidas).
Parece esto de ciencia ficción, pero no lo es. Sobre todo porque se repite, se repite y se repite repetidamente lo que antes ya se había repetido a su vez con otros repetidos capítulos, dejando desempleo, problemas en familias y en sectores productivos.
Esto, además por el contagio que comenzó a dañar a instituciones de otras naciones, incluidos los “sólidos bancos” de México que cotizan en la bolsa de valores, que vieron esfumarse más de 16 mil 446 millones de pesos el mismo lunes.
Las autoridades de los Estados Unidos aseguraron que esto no va a afectar a los contribuyentes pues los recursos para el rescate de las entidades bancarias quebradas procederán de un fondo que se nutre de aportaciones del sector bancario, pero habrá que esperar.
Afirmaron también que no se va a rescatar a los banqueros ni a los inversionistas ya que, en efecto, corrieron riesgos a sabiendas y deben asumir las consecuencias. Ya se verá.
Lo que sí es evidente es que el problema está en que los controles sobre la especulación financiera no han sido suficientes después de los establecidos tras la crisis hipotecaria Subprime en el 2008 (que luego relajó Donald Trump), menos la supervisión (por cierto ¿dónde estaban las agencias calificadoras?); esto, no obstante la ampliamente conocida propensión del “animal spirit” estadounidense a la economía de casino en sus muy variadas formas de timos y estafas.
Habrá que ver hasta dónde tiran nuevamente de la regulación pues salta que quedan muchos huecos para llevar a cabo prácticas financieramente mortales.
Asimismo y por aquello de que “la burra no era arisca…”, hay que tomar con toda reserva los sobados enunciados, harto conocidos, de las autoridades y expertos frente a estas reiteradas acciones especulativas: “los fundamentos son sólidos, el sistema bancario es sólido, la posición bancaria es sólida…” y otras similares,
La razón es obviamente grosera: sigue predominando la especulación sobre la empresa, gracias a la pulsión por la ganancia pronta y fácil de los “espíritus animales”… tan irracionales como nocivos… como siempre.