Por Jesús Delgado Guerrero
En la década de los años 30 del siglo pasado, en plena crisis económica y financiera mundial luego del “Crac” de 1929, el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt FDR) se convirtió en un “innovador fiscal” al aplicar estrategias para mantener bajo control a los evasores y elusores de impuestos. Una parte de las mismas se basó en crear los recursos legales y destinar presupuesto para tal fin, pero también buena parte de su tiempo lo dedicó a explicar por qué el pago de impuestos era importante.
Un juez de la época, Oliver Wendell Holmes Jr, acuño la frase: “Los impuestos son lo que pagamos por la sociedad civilizada”, y FDR afirmó entonces que, en efecto, frenar la evasión fiscal era un tema que dependía de la civilización.
Y se lanzó a una especie de “cruzada moral”, amén de legal, primero contra los individuos y caso de inmediato contra las corporaciones, limitando “la evasión de impuestos corporativos con una estrategia de aplicación proactiva, avergonzando a los evasores de impuestos y apelando a la moral”.
La historia, relatada por los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman (“El Triunfo de la Injusticia, cómo los ricos evaden impuestos y cómo hacer que paguen”, Taurus), viene a propósito por el escándalo generado por la investigación periodística “Los Papeles de Pandora” que, por su magnitud, debería denominarse “Pandemia Papers”.
Este trabajo mostró con crudeza el grado de “civilización” de buena parte del mundo, Estados Unidos incluido (y a la cabeza) y, claro, el mexicanísimo comportamiento de miles de personajes (poco más de 3 mil) del poder económico y político que, además de impulsar y crear leyes para no cumplirlas, hacen todo lo posible para evitar el correcto funcionamiento de las instituciones, la sociedad y poco o nada contribuyen al bienestar general.
Es el extremo del concepto de “civilización”, resumida en la ontología del importamadrismo del “alma nacional”, expresado sin sonrojo en personajes de las cúpulas económicas y políticas (que no élites, porque esto son otra cosa), más caraduras de lo que se puede imaginar.
Como dirían los citados economistas, estos “inversionistas”, magnates (el “1 por ciento”) y también políticos metidos a “inversores” o viceversa, “inversores” desempeñando cargos públicos o parientes, han hecho lo necesario para configurarse una “civilización en rebaja”, “con descuento”; una civilización regateada, con rácanos de la Hacienda Pública, peor de falsos que las sopas instantáneas y más perniciosos que el famoso “Pulpo Chupeteador del Presupuesto Nacional”, del no menos célebre Jesús Martínez “Palillo”.
¿La revelación va a tener consecuencias legales? Al menos en nuestro país no. Quizás en otros tampoco, porque la ideología del cinismo se ha propagado igual o más que el Covid-19, pandemia que otro profeta de la devastación había anunciado a trompeteo abierto: lo peor que nos puede pasar es que México se convierta en un país de cínicos (José López Portillo, dixit, blanco, por cierto, de la mordacidad de Palillo en sus presentaciones teatrales con “Agarren a López Por-pillo, allá por la década de los años 80.).
Conforme a esa profecía y ante la exhibición de estos presuntos trastupijes en contra de la hacienda pública, el cinismo salió al paso de inmediato: los paraísos fiscales son legales y “no es un delito tener sociedades en paraísos fiscales siempre y cuando se paguen los impuestos a los que obliga la ley”.
Lo anterior, según varios de los presuntos paladines de la legalidad, el estado de derecho, la democracia, la “civilidad” y otras zarandajas propias de esa teología conocida como “neoliberalismo”.
En tales condiciones, se necesita ser muy caradura para, del lado de muchos gobernantes, exhortar a los ciudadanos a cumplir con sus obligaciones fiscales (de todos modos, del 51 por ciento de sus ingresos millones no se escapan, vía IVA e IRS) y, del lado económico, demandar a esas autoridades presupuestos más amplios para la ejecución de proyectos de inversión pública (con ese “robo” a la hacienda pública es imposible).
¿La 4T hará algo más que sólo pedir que se investigue a los poco más de 3 mil vinculados? Sería lamentable que ni siquiera se explicara e insistiera en la importancia de contribuir a la hacienda pública (se dejaría de ser una civilización en rebaja, con sus paraísos fiscales y clientelas económicas y políticas).