Por Arnulfo R- Gómez (Catedrático Comercio Exterior)
Con profunda tristeza tengo que comunicarles que, el día 26 de diciembre, falleció mi muy querida prima María Cristina Fontes Gómez, una persona extraordinaria, con una cultura superlativa y enorme inteligencia que, bondadosamente, siempre compartió su riqueza espiritual y material con todos aquellos que se acercaban a ella, aunque no los conociera.
Al igual que yo, era nieta del General de División Arnulfo R. Gómez y, su abuela materna fue Encarnación Elías (Doña Chonita) quienes, como muchos mexicanos, fueron víctimas de la violencia que ha caracterizado a los 100 años más recientes de México, teniendo que emigrar y refugiarse en otro país.
En 1927, debido al prestigio y popularidad de que gozaba el General Arnulfo R. Gómez fue elegido -por numerosas instituciones culturales, políticas, sociales y el Partido Nacional Antirreeleccionista- como Candidato a la Presidencia de la República.
Debido al clima de inseguridad creado por Alvaro Obregón al querer reelegirse, el General Gómez envío a Doña Chonita y sus dos hijos: Arnulfo y Aida Gómez Elías a vivir temporalmente en Los Angeles, California, con el objetivo de ponerlos a salvo de la violencia que caracterizaba esa época y cuyos promotores principales eran Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Joaquín Amaro, quienes se convirtieron en el prototipo de la hez que, en muchas ocasiones y por muchos años, ha gobernado a nuestro querido país.
Cristina era hija de Aida Gómez Elías y de Paulino Fontes Buelna quien, a la vez, era hijo del Coronel Paulino Fontes Ruiz, personaje que también se distinguió en su lucha política y democrática por un mejor país, habiendo desempeñado, entre otros puestos, el de Secretario Particular de Venustiano Carranza y Director de los Ferrocarriles Nacionales de México
En 1927, el General Arnulfo R. Gómez fue asesinado por órdenes de Alvaro Obregón, a través del sumiso y timorato “Presidente” Plutarco Elías Calles y, de su perro de caza, Joaquín Amaro.
El coronel Paulino Fontes Ruiz, partidario del General Arnulfo R. Gómez, milagrosamente salvó su vida refugiándose en el extranjero y, tiempo después, regresó a México.
Durante la II Guerra Mundial, el Coronel Fontes Ruiz fue nombrado Administrador de la Aduana de Nuevo Laredo, debido a la atención especial que requería esa aduana, con el objetivo de evitar muchos de los problemas que estaba generando el contrabando de productos estratégicos en ese periodo.
Debido al destierro forzado de sus abuelos y sus padres, Cristina vivió los primeros años de su vida en Los Angeles, California, en donde su abuela, Doña Chonita, estableció el restaurante de comida mexicana: El Carmen Café, que se convirtió en un sitio de restauración alimenticia de muy alto nivel, visitado por la élite del cine de los Estados Unidos entre los que podemos contar a D.W. Griffith, Cecil B. DeMille, Boris Karloff, Ricardo Montalban, Nat King Cole, Loretta Young, Diego Rivera, Busby Berkeley, Mario Lanza, Vincent Price y al muy joven actor, John Wayne, quien cariñosamente la llamaba “Mama”.
Su tío Arnulfo nunca regresó a México pues, se preguntaba ¿Cómo era posible que entes que estaban en contra de la democracia y el desarrollo de su país y, siendo unos asesinos, fueran considerados héroes como eran los casos de Obregón, Calles y Amaro?
Arnulfo estudió abogacía y se convirtió en alto funcionario del Departamento de Estado de EEUU. Por su destacado desarrollo en el servicio diplomático de la Unión Americana, fue jefe de Misión en Chile, Argentina y Portugal, así como asesor personal del que fuera Presidente de la Unión Americana: George Bush.
Su hermana, Monserrat Fontes Gómez se quedó a vivir en Los Angeles, California, y estudió letras inglesas, habiéndose doctorado con una tesis en la que comparaba el desarrollo de la literatura rusa y la americana.
Posteriormente, escribió la novela Dreams of the centaur, en la que refleja las injusticias sufridas por los yaquis, a través de la vida de Felipa, madre del General Arnulfo R. Gómez, y la de su hijo, Alejo, hermano mayor del General Gómez, quien cobró venganza por el asesinato de su padre, José Ramón, ante la injusticia del caso que fue propiciada por las altas autoridades sonorenses.
En el año de 1954, los padres de Cristina se trasladaron a México y, su padre, entre otras actividades, impartía clases de inglés en el Heroico Colegio Militar. Junto con Aída, su esposa, puso un restaurante muy exitoso de comida norteña llamado Río Bravo.
Aida, como maestra en letras inglesas que era, también daba clases de inglés en la Academia Maddox y en la Queen Mary School.
Posteriormente, Aida Gómez Elías fundó la escuela primaria Instituto Boston, mismo al que, posteriormente añadió el grado de secundaria con el nombre de General Arnulfo R. Gómez.
Queen Mary School también fue la escuela en donde Cristina realizó la mayor parte de sus estudios y, debido a su dominio total del idioma inglés, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde obtuvo la Licenciatura en Lengua Inglesa y Literaturas Modernas Inglesas con la tesis: Las voces narrativas en la novela My Antonia por Willa Cather.
Mi muy querida prima Cristina, haciendo honor a la herencia, a la tradición familiar y a su linaje, fue la alumna más distinguida de su generación, habiendo obtenido un promedio de 10 absoluto, por lo que se hizo merecedora a la Medalla Gabino Barreda otorgada por la UNAM.
Cristina, también se dedicó a la enseñanza siendo Maestra y, posteriormente, Directora de la Secundaria General Arnulfo R. Gómez.
Su vocación y excelencia en la docencia la mostró en cada momento de su vida que, verdaderamente, fue ejemplar.
A continuación, me permito reproducir el texto elaborado por una de sus alumnas, Natalia Crujeiras quien, desde Miami, le envió un mensaje que nos dice algo de lo mucho que fue María Cristina Fontes Gómez como persona, como una maestra con vocación y como una persona preocupada por el futuro de todos aquellos que fueron sus alumnos, así como por México, como orgullosa y digna descendiente de personajes que lucharon y se sacrificaron, aun a costa de su vida, buscando crear un país mejor.
Conocer a Cristina era quererla.
María Cristina Fontes Gómez nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el 11de septiembre de 1945. Fue amiga de la infancia de mi madre, su compañera de aventuras, tristezas y alegrías, por casi 7 décadas, y su hermana espiritual.
Gracias a eso yo crecí considerando a mi tía Cristina como segunda madre.
Cris fue una mujer de una cultura excepcional, con quien podías hablar de cualquier tema de actualidad y siempre aprendías algo. Enseñaba como quien cuenta el cuento más interesante del mundo, siendo capaz de mantenerte absorto por horas con sus historias.
Por lo general, tenía dos o tres puestos extra en la mesa de su comedor “para quien llegue a comer” y hacía bien porque siempre llegaba alguien.
Al pie de su árbol de Navidad, siempre había regalos para visitantes inesperados porque “no me gusta que nadie se vaya con las manos vacías en Navidad”
En su casa se recibía a quien fuera que ocupara posada: amigos, viajeros, artistas hambrientos, exiliados, parientes lejanos, conocidos y extraños.
Cristina se ocupaba en atender y apapachar a quien fuera que llegara a su casa y se desvivía en consentirle.
Miss Gogo (Cristina) dedicó su vida a la enseñanza. Para mí fue maestra de inglés y de vida. Cristy alimentó mi curiosidad por saber y me enseñó a gozar el proceso de aprender. Me impulsó a superarme y salirme de mi área de confort para crecer.
Pero su más grande regalo fue abrazarme como una hija más en los momentos de mi vida que más lo necesité. Me dio hogar, cobijo y amor a manos llenas. Lo mismo pasábamos horas en la “chorcha” de la sobremesa que, acurrucadas en su cama viendo películas, estudiando para mis exámenes o ayudándome para maquillarme y arreglarme para salir de fiesta.
Cristina era un peligro al volante, así que viví en pánico cada mañana que, por años, me recogió y llevó al cole y luego a su casa a hacer las tareas y almorzar juntas. Pero también atesoré esos momentos donde la intimidad, dentro del automóvil, derrumbaba barreras y nos dejaba compartir conversaciones y secretos que son entrañables para mí.
Detestaba ir de compras con ella porque no tenía reparo en corregir a niños/as extraños a los descubría haciendo alguna malcriadez. Yo me moría de la vergüenza y le reclamaba: ¡que oso tía! Ella sonreía y decía que los niños mal educados eran obligación de todos: It takes a village.
Hablé con Cristina por última vez hace un par de meses, cuando me llamó para felicitarme por ni nuevo trabajo. Saberla orgullosa de mis logros ha sido una de las grandes satisfacciones de mi vida. Tenía ilusión de venir a verla con mis hijos, este año que empieza, pero, Cristy se nos adelantó al cielo este 26 de diciembre.
Mi querida Cris: tu espíritu generoso y lleno de luz sigue vivo en todos los que tuvimos la fortuna de conocerte y quererte.
Gracias, por tanto.
Natalia Crujeiras