Por Jesús Delgado Guerrero
Lo siguiente tendría que leerse con fondo musical de “Paint in Black”, de sus Satanísimas Majestades los Rolling Stones (de ser posible, con la ejecución magistralmente actuada -o real- de Merlina y su chelo, de los “Los locos Addams”, de Tim Burton, claro), para no desentonar con todo el rosario de calamidades que, dicen, azotan al país y al cual se sumarán más:
“La democracia está en peligro” en México, casi envuelta en trapos fúnebres que presagian no menos que asaltos a las sedes del poder legalmente constituido, tipo Donald Trump y el célebre Chamán, según el diario Washignton Post (uno de los más conservadores, partidarios del status quo, ese que favorece la concentración de la riqueza y el agandalle fiscal por parte de los multimillonarios).
En una de sus recientes editoriales, el diario estadounidense aseguró que la propuesta del presidente Andrés Manuel López obrador de transformar al Instituto Nacional Electoral (INE), es una obsesión personal que pone en riesgo a la democracia en México y, ojo, “es una amenaza a la independencia del sistema y con ello a la transformación de México arrebatada al autoritarismo y convertida en democracia multipartidista”.
Y fue más: AMLO busca perpetuar a Morena en el poder, ante lo cual sugirió que el gobierno de Estados Unidos, el Congreso y ciudadanos de ese país, no deben mostrarse indiferentes a lo que está sucediendo en México, sobre todo por los intereses que hay en cuanto a comercio, energía, migración y tráfico de drogas.
Claro que, según el diario, nada de lo anterior supera en importancia al hecho de “garantizar el florecimiento de la democracia” (ajá, igual que en China, uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos o, recientemente Venezuela con la que, con todo y “dictador”, la vecina nación no tuvo empacho en “flexibilizar sanciones” económicas, todo con tal de seguir extrayendo petróleo de esa nación sudamericana).
Todo esto, luego de las movilizaciones de López Obrador y la de sus adversarios, las cuales fueron reducidas por la citada empresa de comunicación a un mero “show de fuerzas”.
Sin embargo y como la canción de la legendaria banda rocanrolera británica, todo lo quieren ver pintado de negro (“el rostro de la gente, cambiar el rojo de la puerta a negro, no más ropas de veraneo, con el corazón negro”, rezan los estribillos).
Pero tienen razón los Stones: no es fácil plantar cara cuando todo su mundo es negro (hasta el verde mar se transforma, compitiendo con la tenebrosa oscuridad) pues sólo así se pretende no afrontar los hechos:
Los abusos y privilegios de unos servidores públicos que sólo han sido el rostro de una fachada democrática del poder económico (neoliberal), costoso monumento a la impunidad y al permanente trafique de recursos públicos, utilizados precisamente para mantener y legitimar esa fachada, partidos políticos incluidos.
De esto nada dicen los supuestamente democráticos e imparciales observadores internacionales, incluidos los editorialistas del Washignton Post.
Como tampoco nada dicen de que los adversarios del presidente Andrés Manuel López Obrador representan justamente a ese sector que durante casi 40 años se benefició de privatizaciones, concesiones, fraudes escandalosos y vergonzantes tipo Fobaproa (que seguimos pagando más de 20 años después) y cuyos autores contaron con la protección por parte de quienes luego fueron entronizados en el poder público (amor con amor se paga, dicen) y, en suma, son la estampa viva de toda esa teología neoliberal de la estafa y el agandalle del erario público, siempre en nombre del sacrosanto “libre comercio” y la democracia.
No es la primera vez que empresas de comunicación alineadas a esa teología económica y su alcahueta democracia, supuestos paladines de la libertad, se lanzan contra el actual gobierno, ya sea magnificando algún indicador económico no positivo o presagiando plagas bíblicas si no se aplican las nefandas recetas neoliberales (concurso de la IP en la industria energética, principalmente el petróleo, respeto a su confeccionado y convenenciero “estado derecho”, etc.), aunque al final cartomancianos y horoscoperos han resultado con más credibilidad.
No será tampoco la primera vez que la teología económica y democrática del caos se topa con la realidad, a pesar de la oscura tonada de sus deseos: pocos se tragan ya los cuentos de hadas democráticos cuando detrás asoman, sin rubor, los verdaderos intereses, más oscuros que los de la mencionada canción (por eso la escasa credibilidad, por eso las reacciones, de ahí que no se sientan bien): Peor: los pronósticos sobre inminentes devastaciones económicas simplemente no se cumplen, ni siquiera rezándole al Maligno (lo cual no quiere decir que todo esté bien).
¿Cómo pretender entonces ganar credibilidad con base en un recetario democrático y económico como el que los llevó a la derrota, vaticinando fallidamente, una y otra vez, los peores infiernos? No es ningún un misterio o de una estrategia política-económica con mala suerte, sino más bien un asunto de esquizofrenia (justo lo que menos necesita un país).