Por Javier Ortiz de Montellano
Cuando despertó, el sujeto neoliberal seguía allí…
El Neoliberalismo en México, aunque atenuado, sigue aquí. En lo económico se ha logrado contener el proceso desde 2019, en alguna medida, la adopción y aplicación de los postulados del neoliberalismo, que inició después de la quiebra financiera del país en 1982.
No se tuvo que ir muy lejos para encontrar las “recetas” capitalistas, que en parte ya se habían aplicado tras la traumática devaluación de 1976, siguiendo las medidas de “austeridad” exigidas por el Fondo Monetario Internacional para otorgarle un crédito a México y ayudar al nuevo gobierno de López Portillo a controlar la inflación y estabilizar la moneda en 1977.
El auge petrolero permitió prepagar en 1978 el préstamo al Fondo y volver a las prácticas gubernamentales de la economía mixta mexicana de utilizar un gran gasto público para impulsar el desarrollo, cubierto con una creciente deuda pública, tanto interna (el Banco de México no contaba entonces con autonomía), como externa (Pemex utilizó una parte de los créditos para exploración y explotación de crudo, pero sobretodo el gobierno usó los extraordinarios ingresos por exportación de la empresa estatal para cubrir el Presupuesto Gubernamental y, además, como respaldo para contratar una enorme deuda en el exterior; ambos factores constituyen la herencia que constituye mayor parte de los actuales pasivos de Pemex).
Cuando para controlar la inflación Estados Unidos subió drásticamente las tasas de interés en 1981 y se cayeron abruptamente los precios mundiales del petróleo, sobrevino la catástrofe económica para México. Los gobernantes en el poder en el siguiente sexenio (1982-1988) no se volvieron neoliberales de la noche a la mañana. La introducción del relato de la economización individualista empezó desde siempre en los hogares, en la familia, donde empieza la construcción de nuestra subjetividad (o “sentido común”, que permite al individuo entender y actuar de acuerdo a las reglas en su sociedad) y luego en las escuelas donde se refuerza la forma de pensar y actuar condicionada por la fase capitalista que vive la economía nacional y ésta, a su vez, relativamente influenciada por lo que acontece en la economía mundial.
Desde la década de los Cuarenta del siglo pasado se crearon dos Institutos Tecnológicos: el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (1943) fundado por el Ingeniero Eugenio Garza Sada, de trágica muerte a manos de guerrilleros el 17 de septiembre de 1973, y el Instituto Tecnológico de México, luego Autónomo (1946), fundado por empresarios y banqueros liderados por Raúl Baillères. Desde los años sesenta en ellos se hacía énfasis en la doctrina de la Economía Monetaria, de Milton Friedman en Chicago, que hizo famosos a los neoliberales “Chicago Boys” que aplicaron sus enseñanzas en Chile, después del golpe a Allende, el 11 de septiembre de 1973. Estos se anticiparon a la acometida de la conservadora Señora Thatcher un par de años más tarde cuando se convirtió en la Primera Ministra de Inglaterra y al singular neoliberal Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan en los ochentas, que combatió al “Imperio del Mal” (la Unión Soviética, hasta su extinción en 1989) y, en todos lados, a la intervención gubernamental en la economía.
En suma, en cada país el neoliberalismo se origina por problemáticas específicas y cobra características propias de cada nación. Podríamos decir que en México las recetas del neoliberalismo no se importaron exclusivamente de Chicago, ni de Inglaterra, sino por una antigua querella ideológica entre el sector privado y el sector público que de una y otra forma y con las características propias de cada época ha estado presente en la nación, siempre en disputa por el Poder. Pero paralelo al cambio económico se da una transformación de lo social, mediante la interiorización de los “valores”, percepciones e identidades.
La imposición del Neoliberalismo ha moldeado no sólo al sistema económico, sino a los sujetos y, en nuestro caso, a la sociedad mexicana en general. Lo importante es que el programa neoliberal implementado en México a partir de los años noventa instituyó un relato dominante que implica mucho más que la reestructuración de la economía, pues ha modificado radicalmente la “cuestión social”, el grado en que el Gobierno puede o no intervenir para tratar las problemáticas sociales (como Educación, Salud, Pobreza, Medio Ambiente, etc). El Neoliberalismo exacerbó lo que el pensador francés Foucault ha denominado “sujeto neoliberal”, al que reduce la diversidad y complejidad del individuo a una sola dimensión, la económica (El Hombre Unidimensional del que alertaba el filósofo Marcuse y la Señora Thatcher decía “No Hay Alternativa “ y después de la caída de la URSS Ignacio Ramonet empezó a llamar Pensamiento Único).
Desde 2018, el actual encargado del Poder Ejecutivo en México (a veces acompañado de los Poderes autónomos Legislativos y muy pocas por el Poder Judicial) ha tomado algunas acciones para suspender o impedir el desarrollo del proceso económico neoliberal o emprender proyectos con vistas a su entender de lo que es el bien común. Pero en cuanto a la cuestión social la Agenda Social gubernamental ha encontrado desacuerdos, resistencias y hasta oposición en lo político.
En fin, el Neoliberalismo es una forma más del Capitalismo, con sus características económicas, pero que como todos los capitalismos existentes es mucho más que una política económica en clave neoliberal, pues constituye el sentido común que ha sido interiorizado en nuestras subjetividades de una manera inconsciente y que para transformarlo se requiere una efectiva y continua toma de conciencia por parte de la mayoría en los años venideros.
De lo contrario, cuando pase cada sueño sexenal,
“Otra vez el sujeto neoliberal seguirá allí…”