Por Javier Ortiz de Montellano
México vive hoy una situación extraordinaria y se juega su destino en resolverla. Enfrenta grandes retos económicos, geoestratégicos, culturales y políticos.
Económicos, por los vaivenes de la economía de Estados Unidos y sus recurrentes crisis financieras y bursátiles, de seguridad y de salud.
Geoestratégicos, por su destino de Estado “bisagra” como mecanismo relativo de apertura o cierre, según demande la coyuntura de Estados Unidos, en cuanto a migrantes o el tráfico de droga (la frontera se abre o cierra hasta con un muro según se requiera o no la mano de obra migrante y se abre la entrada a la droga a Estados Unidos al legalizarse la mariguana, incluso se le reconocen efectos medicinales, pero por contra se sataniza a los narcotraficantes mexicanos especialmente si se les hace responsables del peligroso “Efecto Fentanilo”).
Recientemente, a México se le exige la delicada misión de manejar la frontera entre Estados Unidos y los migrantes que buscan entrar a Estados Unidos, principalmente provenientes de países latinoamericanos, pero también de otros continentes. Y también de contener el narcotráfico, especialmente del mortal Fentanilo.
Culturales, porque es una sociedad afectada, para bien y para mal, primero, por la retórica y la intensidad de la acción de la Globalización en el proceso de integración al bloque norteamericano en los últimos 30 años, y segundo, por el reciente fenómeno postpandémico de relativa Desglobalización a causa de la creciente rivalidad por la hegemonía mundial de Estados Unidos con China (que incluso busca una mayor incursión en Latinoamérica).
México está consciente de que es parte de la civilización occidental, pero también de la “civilización latinoamericana, subvariante de la civilización occidental”, aunque multicultural, principalmente por sus componentes indígenas.
La cultura del capitalismo es una cultura universal que precisamente destruye la realidad identificable de las clases, que tienden a existir como posiciones estructurales relativamente cambiantes. Las “clases” no son fijas, aunque la retórica de los Partidos políticos pretenden representarlas como si lo fueran (Partido de los “Trabajadores”, “Laboral”, etc).
En la actual sociedad los reclamos o demandas ya no rigen, ahora son sustituidos por “narrativas “. A diferencia de los reclamos o demandas, las narrativas no son confrontadas con posibles evidencias para ver si son compatibles o no, si son narrativas falsas o verdaderas.
El enfrentamiento entre los grupos sociales casi no tiene lugar hoy en asuntos de economía política urgentes como una reforma fiscal equitativa, sino en cuestiones de corrupción, derechos humanos, inseguridad, etc.
Políticos, porque México debe mantener estable su capacidad de acción y el avance democrático entre su polarizada sociedad civil y el mundo político, en incompleta transición hacia una democracia con plena gobernanza (forma de gobierno basada en la interrelación equilibrada del Estado, la sociedad civil y el mercado para lograr un desarrollo económico, social e institucional estable).
En México, concretamente la gobernanza se refiere semánticamente a la capacidad de ser gobernable y conceptualmente a la relación que se manifiesta cuando existe un estado de equilibrio en el ejercicio del poder político derivado de la solución de demandas sociales y la capacidad de los gobiernos de atender éstas de forma eficaz, estable y legítima. Entre los elementos fundamentales de la buena gobernanza se encuentran la transparencia, la integridad, la legalidad, las políticas sólidas, la participación, la rendición de cuentas, la capacidad de respuesta, así como la ausencia de corrupción y delitos.
Ante esta compleja y desafiante situación mundial, las decisiones más importantes hoy están no sólo en ambos lados de nuestra frontera, sino en general en el orbe, entre el Estado como portador de un proyecto inmoral o el Estado como portador de un proyecto moral.
Hoy, en el siglo 21, con el dominio del sector financiero a la cabeza se está intensificando este vasto proceso de capitalismo político, esto es, la actividad orientada al lucro está cada vez más caracterizada por el componente financiero, a su vez dependiente de la posesión del poder político.
Todo el dominio de las finanzas -que ahora incluye grandes porciones de las que se suponen empresas manufactureras- así como sectores que dependen de la “propiedad intelectual”, esto es, monopolios promovidos políticamente, así como industrias extractivas basadas en la ocupación de terrenos públicos, depende del poder político para asegurar su viabilidad económica.
Esto crea una nueva forma de política caracterizada por el dominio financiero, que es el que empezó bajo el “manto sagrado” del Neoliberalismo. Desde entonces el Estado se ha convertido en objeto de disputa entre camarillas financiero-políticas que compiten por apoderarse del mando del gobierno.
En México, como en todos lados, el Estado Neoliberal resultó un Estado Inmoral,donde la figura más representativa no era el burócrata, sino el “cuadro” de corruptos profesionales financieros insertados en el gobierno .
En el caso de México fue notorio el apoderamiento de las estructuras financieras y productivas en el país, incluyendo la industria energética, por parte de profesionales surgidos del ITAM o similares, no sólo economistas sino también abogados, a veces con ambos títulos, y hasta los expertos en “ingeniería financiera” y alguno que otro empresario-politico-financiero de renombre o meramente prestanombres.
En lo que va del siglo 21 México ha confrontado su parte de desafíos políticos y económicos, logrando una cierta transición democrática, con elecciones más o menos competitivas y transferencias relativamente pacíficas del poder. Encabezadas por la Corrupción, persisten graves problemas, vulnerabilidades o deficiencias: migración, pobreza, seguridad social, sistema fiscal, desempleo, regulación y desregulación, narcotráfico, etc.
Contra lo que se piensa, para acabar o disminuir estos problemas el antídoto para estos males no está sólo en combatir la corrupción sino en terminar con la IMPUNIDAD, el síntoma de un pleno Estado Moral todavía ausente en México y en el mundo.