Por Javier Ortiz de Montellano
Después de muchas luchas, la fracción dominante de la Revolución Mexicana engendró el Partido Revolucionario Institucional. Conocidos son sus orígenes en el Partido Nacional Revolucionario (PNR) creado por Calles, luego convertido en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), con Lázaro Cárdenas.
En la historia y el nombre mismo de esos Partidos hay ya revelaciones e interpretación simbólica. El primero llevaba la R de Revolucionario como adjetivo después de Nacional; en el segundo, la Revolución va primero junto al adjetivo de Mexicana.
Al final, quedó, como se sabe, en las conocidas siglas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), para muchos contradictorias, que devino a final de cuentas -por decir lo menos- en un régimen esclerótico. Su identidad entre Revolución, Estado, Partido y Presidente, el simulacro de “Dictadura Perfecta”, fue intermitentemente cuestionada por sectores descontentos que demandaban la justicia social y la democratización que prometía la Constitución de 1917 (Sufragio Efectivo).
En los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial, se discutía si la Revolución mexicana era ya una revolución conclusa o inconclusa. En los mismos títulos de algunas obras se planteaba o definía la problemática, entre otros: en 1947 Daniel Cossio Villegas publicó su ensayo La crisis de México, una explicación del fracaso de las promesas de la Revolución Mexicana; Jesús Silva Herzog, escribía “La Revolución Mexicana es ya un hecho histórico “, en 1949; Una Democracia Bárbara, por José Revueltas, 1958; La Revolución Maltratada, (Víctor Rico Galán, art. Siempre, 11 febrero 1959); La Revolución Inconclusa, José Manuel Cuéllar Moreno, art. Siempre, 23 noviembre 1960 y libro en marzo 2018, Ed. Ariel); La Democracia en México, de Pablo González Casanova, Ediciones Era; La Revolución Interrumpida (Gilly, 1971). México: La Disputa por la Nación, perspectivas y opciones del desarrollo, de Rolando Cordera y Carlos Tello, Ed. Siglo XXI, 1981; Mexico profundo: una civilizacion negada, de Guillermo Bonfil Batalla, Ed. Grijalbo, 1987. Y muchos otros.
El filósofo y controvertido personaje, Emilio Uranga, entabló una acalorada polémica en los medios con Cossío Villegas, impugnando su catastrofismo sobre la Revolución Mexicana mientras Uranga defendía la cuestionable y engañosa política del Presidente López Mateos de “mi Gobierno, dentro de la Constitución, es de extrema Izquierda“, como fachada para mantener la dictadura priísta.
Tras el breve “milagro económico” mexicano (1958-1970), surgieron de nuevo las dos posturas irreconciliables, por un lado, el renovado catastrofismo de Cossío Villegas que impugnaba el “estilo de gobernar” del Presidente Echeverría y, por el otro, la defensa cobarde y soterrada de Uranga, colaborador del régimen echeverrista hasta la ignominia (y desde el sexenio anterior, en el que se rumoraba que había sido el escriba del panfleto “El Móndrigo” en contra de los participantes del movimiento estudiantil del 68).
En tiempos de Echeverría salió otro anónimo panfleto que se burlaba de “Danny, el travieso”, para denigrar a Don Daniel que escribía en Excélsior, cuestionando al régimen y directamente a Echeverría en sus columnas. Cossío Villegas murió en marzo de 1976, tres meses antes del artero golpe de Echeverría que destituyó a Julio Scherer de la Dirección de Excélsior, en venganza por sus críticas.
Uranga vivió vendiendo su pluma al servicio del partido oficial hasta 1988, con López Portillo. Uranga murió creyendo que la Revolución Mexicana no estaba liquidada. No quiso admitir que pervivía en su autoengaño al reinventar su discurso para adoptar y defender hasta por la violencia injustos proyectos económicos y políticos contradictorios con su ideario constitucional. Al contrario de la afirmación del cínico frívolo López Portillo de que él era el “último Presidente de la Revolución”.
Regresa la pregunta, la duda, hoy actualizada, de si el nuevo régimen no significa sino una nueva retórica eventualmente fallida o si será en verdad una transformación regeneradora del viejo régimen de la Revolución Mexicana, degradado por sus desvíos ideológicos y sus prácticas inmorales que acabaron entronizando al neoliberalismo salvaje.
Como en tiempos de la Independencia, la Reforma y la propia Revolución Mexicana, nos cuestionamos sobre lo que significa hoy ser mexicano. La ironía es que Uranga aportó en su Análisis del ser mexicano, de 1952, la idea de que lo específicamente mexicano era la Revolución, como Octavio Paz lo hacía en su Laberinto de la Soledad y Leopoldo Zea en Conciencia y posibilidad del ser mexicano, en esos mismos años alemanistas en que la Revolución Mexicana paradójicamente se alejaba de sus raíces y se empezaba a desviar con la Administración de Miguel Alemán (1946 a 1952), caracterizada por la corrupción y la intensificación del gran viraje a la derecha que había empezado con Ávila Camacho, el último Presidente general de la Revolución.
Esa troica de intelectuales y muchos otros pensaban que se debía regresar al camino correcto que había trazado el movimiento revolucionario que había transformado a México y recordar sus promesas de equidad. Advertían que cada vez más el sistema político mexicano era más oscuro en sus prácticas indefinidas entre la dictadura o “dictablanda” y se alejaba de constituirse como una democracia, recayendo en el excesivo Presidencialismo, casi imperial, aunque sexenalmente tolerado y permanentemente supervisado por el intervencionismo estadounidense que implementaba la Guerra Fría.
Tras la relativa austeridad forzosa de la Administración de Adolfo Ruiz Cortines para enmendar el pomposo desastre económico que heredó de Alemán, Uranga se unió como asesor al gobierno de Adolfo López Mateos y se convirtió en ideólogo defensor del PRI hasta su muerte.
Uranga falleció precisamente un año después de que el PRI comenzara a dividirse con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1987 y ya no fue el único partido en representar el proyecto de nación. Aunque el partido Corruptor-Corrompido acabó por corromper a importantes cabecillas del PRD y ser corrompido por el ideario burgués del PAN, en una simbiosis que por un supuesto Pacto por México dio nacimiento a la alianza PRIANPRD, derrotada pero no eliminada totalmente en 2018 por MORENA, con López Obrador a la cabeza.
Esa coalición de oposición impugna ahora al Movimiento de Regeneración Nacional, que después de la insuficiencia de la implementación de la Revolución Mexicana, propugna a la Cuarta Transformación como pretendido recuperado proyecto de nación. La rechaza acusándola de populista (como lo fue el PRI), de excesivo Presidencialismo (que caracterizó al PRI) y de ser autoritaria y corrupta (como el PRI).
A reserva de ver si esa será la evolución o más bien involución de Morena, sólo queremos mencionar otra curiosidad del filósofo Uranga, su interés por la poesía de Ramón López Velarde, como expresión del carácter y ser del mexicano, como podemos recordar en su libro la “Exquisita dolencia, Ensayos sobre Ramón López Velarde”, con notas de José Manuel Cuéllar Moreno, que en 2021 publicó la Editorial Bonilla Artigas.
Y curiosamente, en estos días, el Senador Ricardo Monreal hizo saber que no había estado en el importante mitin de Morena en Toluca para el “destape” de “corcholatas” candidateables, porque había asistido al homenaje al poeta Ramón López Velarde en su tierra natal, Zacatecas…¿sincronicidad politico-poética anticipada o mera coincidencia?
Y nos queda pendiente de hacer otra reflexión, la relación que hace el mismo José Manuel Cuéllar Moreno entre la filosofía de Uranga y la del filósofo Dussel, muy de pasada al final de su libro, que nos ha inspirado estas reflexiones: José Manuel Cuéllar Moreno, La revolución inconclusa, La Filosofía de Emilio Uranga, Artífice Oculto del PRI, Editorial Ariel, 2018.
Enrique Dusell Ambrosini es un académico, filósofo, historiador y teólogo argentino naturalizado mexicano, conocido por ser uno de los fundadores de la llamada Filosofía de la Liberación, que es lo único en que coinciden él y Uranga.
Dusell es asesor del olvidado Instituto Nacional de Formación Política de Morena y recientemente en una entrevista señaló que Morena, el partido en el poder, es cercano a la filosofía de la liberación, no obstante, existe tensión entre la ideología y la actual dirigencia del partido. A su juicio, todos los partidos políticos en México “han perdido su ideología” e instó a Morena a “volver sobre su historia y formular una ideología coherente”.
De López Velarde a López Mateos a López Portillo a López obrador…
Todo un tema…pendiente.