Por Javier Ortiz de Montellano
Hay que aclarar que la globalización resulta ser un fenómeno histórico consustancial al capitalismo, que desde siempre busca expandirse; mientras que, el modelo neoliberal, es un proyecto político recientemente impulsado por las élites mediante sus agentes sociales, ideólogos, intelectuales y dirigentes políticos con identidad precisa, pertenecientes, o al servicio, de las clases sociales propietarias del capital en sus diversas formas, encabezadas por el sector financiero.
En la actualidad está claro que, salvo las notorias excepciones de la nada ejemplar Corea del Norte, dependiente de China, y la excluida Cuba, ningún país, ni siquiera China, escapa totalmente del circuito capitalista, por imperfecto que éste sea.
Por tanto, ningun país busca salir totalmente de la globalización económica sino utilizar la capacidad de los nuevos actores sociales -los descontentos con los resultados del neoliberalismo- para provocar una correctora acción política del actual modelo neoliberal en cuestión. Hoy se debate qué tanto hay que estar a favor de la desregulación de los mercados y si aumentar o reducir la participación del Gobierno en algunos sectores de la economía.
Se exige, eso sí, que se atenúen o contrarresten los efectos nocivos del modelo implementado por las élites dirigidas por el sector financiero desde hace medio siglo en la mayor parte del mundo.
Por el otro lado, por supuesto, cuando esas economías caen en graves problemas demandan antes que nada la ayuda del Gobierno para que las rescate y el primero en la línea es precisamente el sector bancario, como hemos visto claramente desde el último tramo del siglo pasado y en lo que va del siglo 21.
Cabe señalar que los nuevos actores sociales, encabezados por los “indignados” y los descontentos con los magros resultados del modelo neoliberal para ellos, pero apoyados también por muchos otros ciudadanos conscientes que están en contra de la dominación global por las auto designadas élites. Especialmente, tras el desastre que ha dejado el huracán neoliberal, los mueve también el reclamo de sus derechos y el apoyo solidario a las reivindicaciones democráticas de igualdad cultural y justicia social.
La pandemia y la secuela de trastornos globales que ha provocado en las cadenas industriales vino a acelerar esta tendencia incipiente de los países, en mayor o menor grado, de buscar un desarrollo menos dependiente, especialmente en sectores estratégicos. Asimismo, la pandemia ha expuesto el grado de vulnerabilidad en que las medidas neoliberales han dejado al sector salud y de bienestar en general, con sus permanentes recortes de fondos y personal.
Ante las promesas incumplidas y las fallas del modelo neoliberal las sociedades se hallan divididas entre los conservadores que defienden conservar el statu quo, el estado actual de las cosas y los que buscan corregir o transformar el modelo neoliberal.
Viene al caso señalar que el término en latín se origina en la expresión diplomática “Status quo ante bellum” y significa “como era antes de la guerra”. Considerando lo que ha significado la lucha contra la pandemia podemos decir que por un tiempo casi fue equivalente a una guerra mundial total contra ese enemigo invisible, pero altamente dañino que resultó el Covid.
Conviene anotar que desde antes de la “guerra contra la pandemia” se venían intensificando las dudas de las poblaciones afectadas sobre las bondades del modelo neoliberal, en especial desde la Gran Recesión de 2009, pero durante y después de las batallas entre neoliberales y sus opositores se han intensificado las dudas sobre la dogmática actitud de dejar todo al supuesto mercado libre que en gran parte está dominado por grandes empresas transnacionales oligopólicas.
En Mexico, concretamente desde que el “milagro mexicano” del llamado Desarrollo Estabilizador (1954-1970) se desvaneció por obra y desgracia del arraigado centenario Presidente todavía impune Echeverría (“mala hierba, nunca muere”), el país entró en una vorágine político-económica.
Las desastrosas consecuencias sociales las ha tenido que sobrellevar la población sobreviviente de la nada milagrosa represión durante ese periodo, especialmente los mineros de Coahuila y otras partes, los huelguistas ferrocarrileros, los iniciadores del Movimiento Magisterial y los estudiantes y familiares que milagrosamente escaparon de la masacre de Tlatelolco (2 de octubre no se debe olvidar). Y ello continuó con la matanza de estudiantes del 10 de junio de 1971 perpetrada por Echeverría a meses de detentar el poder, secuela del genocidio del Ogro Díaz Ordaz que ya también era un Ogro Salvaje, como sus antecesores prerevolucionarios (Porfirio Díaz), muchos revolucionarios y algunos “postrevolucionarios” que ya eran bastante salvajes desde mucho antes de ser Neoliberales (aunque, en honor a la verdad, algunas oposiciones no eran menos salvajes).
En suma, de un tiempo a esta parte se ha agudizado el clamor por avanzar en la construcción de un modelo de desarrollo nacional relativamente más soberano, que priorice las necesidades de las clases medias y las populares y que redistribuya las cargas fiscales equitativamente, que haga realidad todo lo estipulado en la Constitución del país.
En fin, ¿qué camino seguir para encauzar el país en la dirección correcta para lograrlo?
En términos realistas, gracias al Tratado de México con Estados Unidos y Canadá se ha avanzado en la apertura del comercio exterior. Aunque se tiene un superávit con Estados Unidos, mucho de ello son por las maquiladoras. Las divisas así ganadas se las lleva el déficit con China y otros países.
En general, seguimos importando más de lo que exportamos. La actual Administración no ha cambiado nada esta situación y sigue desperdiciando esfuerzos en firmar más tratados bilaterales, como el reciente con Inglaterra (la mercancía más importante intercambiada es Whisky por Tequila).
Falta mucho por hacer para impulsar las exportaciones mexicanas al aprovechar la nueva situación internacional en que Estados Unidos se distancia de China y busca relocalizar parte de sus cadenas industriales en su propio país o en la región de Norteamérica.
El aumento en las reservas monetarias internacionales no obedece al saldo de nuestro comercio exterior, que es negativo, sino principalmente a la entrada de inversiones especulativas en busca de los mucho mejores rendimientos que ofrecen los bonos del gobierno mexicano. Esto ha tenido la ventaja de mantener relativamente estable la paridad del peso con el dólar, pero significa una latente vulnerabilidad que obliga a mantener elevadas tasas de interés internas para evitar salidas abruptas de capitales golondrinos, atraídos por una mayor rentabilidad relativa financiera en relación con las posibilidades de inversión en el extranjero. Además, las elevadas tasas de interés significan un muy elevado costo del servicio financiero de la propia deuda del sector público.
En realidad, lo que ha sucedido en las últimas décadas es que a consecuencia del irresponsable endeudamiento que ha llevado a la quiebra al gobierno mexicano en dos ocasiones (1982 y 1995), las elevadas tasas de interés también tienen el efecto de impedir un mayor crecimiento del crédito interno que impulse mayores inversiones necesarias para incrementar la producción, el empleo, etc. Todo esto se ha convertido en un círculo vicioso que impide un mayor desarrollo nacional.
La irrupción de una mayor inflación este año complica la recuperación económica, tanto en Mexico como en el exterior y los esfuerzos por implementar una transformación para corregir los estragos heredados y los presentes agregados.
En fin, es justa y necesaria una redefinición del bloque neoliberal del poder que, valga decir, desechó el modelo de sustitución de importaciones que en su tiempo produjo el Desarrollo Estabilizador, que produjo una muy buena tasa de crecimiento económico con empleo creciente y baja tasa de inflación, poco gasto de divisas para importaciones que se subsanaban con los ingresos por turismo y algunas exportaciones agrícolas. Hasta que empezó a decaer la producción agrícola a fines de los sesenta y las entradas por turismo se vieron disminuidas por el creciente gasto de los turistas mexicanos en el exterior y ya no fueron suficientes para cubrir el creciente déficit de la balanza comercial. Luego apareció la inflación de costos, amplificada por el gasto público exagerado en tiempos de Echeverría que, lógicamente llevó a la Devaluación y empezó el círculo vicioso que acabó con el impulso del desarrollo logrado.
Hasta ahora, desde la inserción del país en el Tratado Comercial el poder ha estado hegemonizado por las fracciones económicas ligadas a la actividad productiva-exportadora en el proyecto neoliberal del gran capital conducido por el sector financiero, en gran medida en manos extranjeras desde la quiebra en 1995 de la banca mexicana. Se cierra el círculo.
La economía del país se modernizó en la medida en que la planta productiva fue acompañado por un cierto cambio estructural en el perfil de especialización e inserción internacional del país, reorientado hacia la exportación de algunas manufacturas, pero en realidad se ha convertido más en maquilador que en importante exportador.
Con cada vez menos divisas por el agotado recurso petrolero, la Reconstrucción de Mexico requiere de una verdadera transformación de su existencia social, política y económica. No habrá transformación posible sin implementar una verdadera modernización del país que elimine o reduzca las viejas distorsiones estructurales y las nuevas dislocaciones que la coyuntura le atraviesa en su camino.
Es momento de poner el acento en la innovación, la mejor educación y la solidaridad en vez de la polarización para poder implementar la siempre aplazada Reforma Fiscal, precedida por una Administración Pública honesta y capaz de meter en cintura legalmente a la economía informal y de redistribuir equitativamente los ingresos gravables.
No existe posibilidad de desarrollo con crecimiento sustentable y sostenible sin todos estos elementos y, además, contar con medios de transporte eficaces y energía limpia y propia. Si de lo que se trata es de lograr un crecimiento endógeno duradero, deben hacerse esfuerzos para prevenir los riesgos ecológicos y sanitarios, domeñar el crimen que se cree perfecto por la impunidad de que goza, evitar la marginación de los jóvenes y reducir el desempleo.
A pesar de las limitaciones impuestas por la situación internacional y las cargas de la extrema dependencia heredada algo se ha avanzado, pero falta muchísimo por hacer en futuras Administraciones.