Economía Ambiental

Universalmente cuestionadas las vacunas, desde Mahatma Gandhi

Economía Ambiental

Por: Víctor M. Zendejas Orozco*

Ochenta años atrás Mahatma Gandhi ya había puesto en entredicho el gran negocio de las vacunas. Pareciera ser que el gran Bapú le anticipaba a la humanidad el perverso comercio de las vacunas que ahora se aplica a todo el mundo con el pretexto de la pandemia.

Nos dicen los mismos laboratorios que fabrican las vacunas que nada es seguro pese a inyectarse sus productos y hablan de la posibilidad de seguir inyectándonos cada determinado tiempo. ¡Vaya forma de  hacer dinero! ¿A dónde irán todos esos recursos?

Los alquimistas de la Edad Media se volverían a morir ante las monstruosas transacciones en dólares que a los laboratorios les representan sus acciones en las principales bolsas de valores del mundo. Tan sólo en un semestre una farmacéutica obtuvo un rendimiento de alrededor de 10 mil 400 millones de dólares.

Se ha dicho que las vacunas no son del todo seguras. Tan sólo en sus primeras pruebas. La de Pfizer había sido rechazada por Estados Unidos hasta que mejorara su calidad. Y la Unión Europea cuestionó a la de AstraZeneca Gandhi ya había cuestionado y se cree que él nunca se vacunó ni vacunó a sus hijos porque no lo creyó necesario si se lleva una alimentación ciento por ciento natural.

Pero no sólo eso, sino que en base a sus conocimientos, basados en grandes terapeutas en hidroterapia, como Luis Kuhne, y otros, logró dar una técnica de curación para males como la viruela, que además sirve para otras muchas enfermedades.

En sus memorias, Gandhi deja constancia de su lucha en contra de todo aquello que trata de esclavizarnos y hacernos dependientes como son las drogas químicas farmacéuticas, monstruoso negocio del gran capital mundial que es la Mafia Médica, título del libro denuncia hecho por la doctora canadiense Ghislaine Lanctot, despedida por haber desnudado el gran negocio mundial de la medicina comercial que está a favor del lucro.

Gandhi basa su crítica sobre las vacunas en el tema de la viruela: “Vamos ahora a ocuparnos del tratamiento de las enfermedades contagiosas. Tienen un origen común, pero la viruela, siendo de mayor gravedad, le dedicaremos un capítulo especial, y trataremos de las demás enfermedades en otro capítulo.

“La viruela nos inspira un gran temor, pero no tenemos más que muy vagas  nociones de ella.

“En realidad, igual que las otras enfermedades, es consecuencia de la impureza de la sangre, la cual provoca un mal funcionamiento de los intestinos; los venenos que se acumulan entonces en el organismo son expulsados en forma de viruela. Si esta teoría es exacta, no hay motivo para temer la viruela.

“Si verdaderamente fuese una enfermedad contagiosa, todo el mundo la cogería con sólo tocar al enfermo; sin embargo, no es éste el caso. En realidad no es peligroso tocarle, con la condición de tomar algunas precauciones esenciales

“No podemos, desde luego, afirmar que la viruela no se trasmite jamás por contacto, porque los que se hallan en condiciones físicas favorables al contagio, la cogen. Por esta razón, mucha gente se ha contaminado en una pequeña localidad en que la viruela se había declarado, haciendo creer que era una enfermedad contagiosa, y es por esto que han procurado persuadirnos de que la vacuna era un remedio eficaz de prevención contra ella. “La vacunación consiste en inyectar bajo a piel del paciente un líquido extraído de una vaca, a la cual se ha aplicado pus procedente del cuerpo de un enfermo atacado por viruela. Según las primeras teorías, bastaba una sólo aplicación para inmunizar para toda la  vida a la persona contra ese azote.

“Pero cuando personas que habían sido vacunadas fueron atacadas por esta infección, se dedujo que era necesario volver a empezar la vacunación después de cierto tiempo; era una nueva teoría. Y hoy día es una costumbre de todo el mundo el hacerse vacunar, tanto si ya se ha vacunado o no, cuando una epidemia de viruela se produce en la comarca. Esta es la causa por la que se ven personas vacunadas cinco o seis veces, y hasta más.

“La vacunación es una costumbre bárbara y uno de los errores fatales tan frecuentes en nuestra época. Los partidarios de esta práctica no se contentan con hacerla adoptar por los que la aceptan sin dificultad, sino que pretenden imponerla a todos por igual, bajo la amenaza de sanciones muy severas impuestas por la ley.

“No hace muchos años que se practica, pues data de 1798. Pero durante el periodo relativamente corto que le ha seguido, millares de personas han sido presa de esta superstición, persuadidas de que haciéndose vacunar no deben temer a esta enfermedad. “Nadie puede tener la seguridad de que los no vacunados se verán atacados por la viruela, porque se han visto personas que, sin ser vacunadas, han quedado indemnes. Es un hecho que de las personas no vacunadas, algunas de ellas han sido atacadas por la enfermedad; no deduzcamos que si hubieran sido vacunadas habrían continuado en buena salud.

“Por otra parte, la vacunación es una práctica sucia, porque el suero que se introduce en el cuerpo humano no es solamente un líquido procedente de una vaca, sino que también procede de un enfermo de viruela.

“Da náuseas sólo pensar que tuviera que servirnos de alimento y, sin embargo, ¡cuántas son las personas vacunadas que conciben de una manera clara que, en efecto, han absorbido esta materia repugnante! Casi todo el mundo sabe que en algunas enfermedades se inyecta en la sangre medicamentos y alimentos líquidos, los cuales con asimilados por nuestro organismo más rápidamente que si fueran absorbidos por la boca.

“Absorber por medio de una inyección o absorber por la boca difiere sólo en un punto: la asimilación en el primer caso es instantánea; en la segunda es más lenta. A pesar  de ello, no nos repugna hacernos vacunar. Con cuánta verdad se ha dicho: ´Los cobardes mueren muchas veces antes de morir´, y nuestra loca manía por la vacunación del miedo a la muerte o del temor de quedar desfigurados por la enfermedad.

“No puedo menos que mostrarme contrario a la vacunación, como una violación de las leyes de la religión y de la moral. Beber la sangre, aunque sea de animales muertos, parecería horrible hasta a los mismos comedores de carne. Y, sin embargo, ¿en qué consiste la vacunación? ¿No es la extracción de la sangre de un animal inocente? Valdría mil veces más para los hombres que temen a Dios ser víctimas de este azote, y hasta sucumbir de una muerte terrible, que ser culpables de una acción semejante.

“En Inglaterra son muchos los hombre serios que han estudiado las múltiples consecuencias  fatales de la vacunación. Hasta se ha llegado a organizar una sociedad contra la vacuna. Los miembros de esta sociedad han declarado abiertamente a la vacuna, y algunos de ellos hasta han sufrido prisión por defender esa causa. He aquí resumidos brevemente los argumentos que han reunido contra esta práctica:

1º. La fabricación de la vacuna sacada de la vaca impone incalculables sufrimientos a criaturas inocentes, sufrimientos que no justifican las ventajas que resultan de la vacunación.

2º. La vacunación, en vez de causar buenos efectos es, por todos los conceptos, nociva, porque engendra nuevas enfermedades. Hasta sus mismos partidarios no pueden negar que después de practicarla, se han declarado muchas enfermedades.

3º. La vacunación preparada con sangre de una persona enferma, contendrá probablemente y propagará los gérmenes de todas las otras enfermedades que el paciente puede tener.

4º Es imposible tener la seguridad de que la viruela no atacará a la persona vacunada.

El doctor Jener, que ha inventado la vacunación, creía que la inmunidad estaba garantizada con una sola aplicación en el brazo; pero cuando se descubrió que era inexacto, se afirmó que la vacunación en los dos brazos daría una enorme seguridad. Y cuando este medio también resultó ineficaz, dijeron que los dos brazos debían ser vacunados en varias partes y que debía procederse a la vacunación cada siete años. Finalmente, el periodo de inmunidad, poco a poco, se ha reducido a tres años. Todo esto demuestra irrefutablemente que los propios médicos no ven muy claro el asunto. En realidad, y ya lo hemos dicho antes, nada demuestra que la viruela no atacará a las personas vacunadas, o que la inmunidad sea necesariamente una consecuencia de la vacunación.

“Con estos argumentos, la sociedad ha llegado a levantar una parte de la opinión pública contra la vacuna. Así, en un pueblo de Inglaterra, la mayoría de los habitantes se negaron a dejarse vacunar y, sin embargo, las estadísticas demuestran que estuvieron singularmente libres de este azote. Verdaderamente, es sólo por un interés personal que los médicos se oponen a la abolición de esta práctica inhumana; el temor de perder los grandes beneficios que esto les reporta, les prohíbe ver los daños sin número que la vacunación engendra. Algunos médicos, sin embargo, quieren reconocer sus efectos nocivos, y hasta se oponen a ella firmemente.

“Los que se oponen a la vacunación deberían tener el valor de exponerse a todas las persecuciones, a las multas impuestas por la ley y, si hubiera necesidad, quedarse solos para defender su convicción contra el mundo entero. Los que la desaprueban sencillamente por consideraciones de salud, deberían conocer el problema a fondo y ser capaces de convencer a los otros de la justicia de su opinión, invitándoles a poner en práctica estas teorías. En cuanto a los que no tienen en materia de opinión la suya bien definida, y ni tan sólo tienen el valor de afirmar sus convicciones, deben sin duda obedecer a las leyes de la nación y reglamentar su conducta sobre las opiniones y los actos del medio en que viven.

“Los enemigos de la vacunación deben observar tanto más severamente las leyes de la salud ya expuestas, por cuanto esta rígida observación dará al cuerpo las fuerzas vitales que ahogan todos los gérmenes de enfermedad; ellas constituyen, pues, la mejor medida preventiva contra la viruela y todas las demás enfermedades. Si, a la vez que se niegan a dejarse introducir dentro del cuerpo la vacuna envenenada, se entregarán a veneno aún más nefasto de la sensualidad., perderán el derecho a exigir al mundo que les escuchara.

“Cuando la viruela se ha declarado, el mejor tratamiento es el de “paño húmedo”, que deberá ser aplicado por lo menos tres veces al día. Este tratamiento hace bajar la fiebre, y los granos cicatrizan rápidamente. Es de todo hecho inútil aplicar sobre los granos aceite y otros ungüentos. A ser posible, se aplicará una cataplasma de lodo en dos o tres partes del cuerpo. El régimen se compondrá de arroz y de fruta alimenticia como los dátiles y las almendras. Normalmente, los granos empiezan a cicatrizarse debajo de paños húmedos, y si no se cicatrizan es que el veneno no se ha expulsado aún del cuerpo. En vez de considerar la viruela como una enfermedad terrible, deberíamos saber que es uno de los mejores medios de los cuales se vale la Naturaleza para desembarazar nuestro cuerpo de los venenos que en él se han acumulado y restaurar nuestra salud.

“Después de un ataque de viruela, el enfermo queda débil durante algún tiempo, y en ciertos casos hasta siente dolores. Pero esto no es el efecto de la enfermedad misma, sino de los malos remedios que se han aplicado. Así, pues, el uso de la quinina contra la fiebre provoca a menudo la sordera y conduce a un estado particularmente grave, conocido con el nombre de ´quininismo´. Asimismo, el empleo de mercurio en las enfermedades venéreas engendra formas nuevas de enfermedad. El abuso de los purgantes provoca accidentes como las hemorroides. El único tratamiento seguro es el que destruye las causas de la enfermedad por una estricta observación de las leyes fundamentales de la salud. Hasta las píldoras consideradas infalibles son muy nocivas, porque aunque parezcan de alguna utilidad, excitan las malas pasiones y arruinan la salud.

“Si se trata la viruela de la manera sencilla y natural ya expuesta, no solamente se curaría fácilmente el enfermo, sino que se sentiría robusto e inmunizado contra toda enfermedad durante el resto de su vida.

“Cuando los pequeños granos se han transformado en costras, debe aplicarse regularmente sobre ellos aceite de oliva, y dar un baño al enfermo cada día. Entonces las costras caen rápidamente, las cicatrices mismas desaparecen y la piel se renueva fresca para tomar su color normal.

*Presidente de la OMG Franature