Por Vidal Ibarra Puig[1]
La construcción el tren maya se ha promovido y justificado, diciendo que esto traerá “desarrollo” al mal llamado sureste de la República mexicana, concretamente a la península de Yucatán, que comprende a los estados de Chiapas, Yucatán y Quintana Roo. Veamos.
Este proyecto recorrería en su conjunto los estados de Tabasco y Campeche, además de los ya mencionados.
Haciendo a un lado el que, casualmente, dos estaciones del tren estarán cerca de La Chingada, o sea la casa de amlo (con lo cual se incrementará sustancialmente su valor, así como el de los terrenos de sus hijos), debemos de recordar que este es un proyecto que en sus orígenes nació en el período neoliberal, concretamente en los sexenios de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto; pero que, según algunas fuentes, los impactos ambientales y la nula rentabilidad obligaron a no llevarlo a cabo.
Los costos originales con el actual gobierno iban a ser de 120,000 millones de pesos, pero ajustes a los trazos y otras razones llevan a estimar una nueva cifra de 150,000 millones de pesos.
Ahora bien. Lo primero a considerar es que ya se debe haber desatado una fuerte especulación inmobiliaria. Terrenos que antes valían poco, ahora han multiplicado mucho su valor, hasta 1,000 veces. Vale recordar el caso de algunos aeropuertos, donde los terrenos circundantes aumentaron 1,000 veces su valor; es decir, que si un metro cuadrado valía diez pesos, al conocerse que se iba a construir la obra, los especuladores compraron terrenos y revendieron esas tierras a Diez mil pesos el metro cuadrado ¿a cómo se están pagando los terrenos a las comunidades originarias de los mencionados estados y cuánto valen ahora?
Por otro lado: ¿desarrollo quiere decir despojarlos de sus tierras, de sus playas, de sus cenotes, de sus terrenos donde siembran y/o pescan, y así romper de este modo su modo de producción que, aunque precario, les da de comer y les permite mantener sus tradiciones y costumbres?
¿Llevar el desarrollo a esas zonas significa volver asalariados de los hoteles o restaurantes a esos pobladores?, ¿ponerles un puesto donde vendan artesanías?, ¿se les preguntó a esas comunidades si querían el tren y modificar de esta manera sus vidas?
Por otro lado, recordemos que el tren está trazado mayoritariamente para ser un tren impulsado con máquinas a diésel, es decir altamente contaminante, sobre todo en las estaciones de reparación y almacenamiento. Y para los tramos que se quieren considerar impulsados por energía eléctrica ¿de dónde va a venir tal energía, si la zona es lugar de constante apagones?
Recordemos que amlo prometió, así mismo, que no se iba a tirar un solo árbol para la construcción de este proyecto; y la destrucción de la selva ha sido impresionante, afectando todo el ecosistema alrededor.
Además, se están poniendo pilotes muy profundos pues, al ser terreno calcáreo, no es fácil encontrar la piedra madre, que es la que da sostén a una construcción. Lo anterior significará, en otras palabras, contaminación en los mantos freáticos, las aguas subterráneas de la península. En este contexto ¿ya se tomó en cuenta que las constantes vibraciones del pasar de los trenes va a afectar el subsuelo y muy probablemente colapsen varias cavernas subterráneas? Y con las lluvias ¿ya se consideró que son lluvias torrenciales en época de huracanes?
Recuerdo que en la década de los noventas, durante un viaje de supervisión de créditos que realizamos a Cancún observamos que algunos hoteles estaban vertiendo sus aguas sucias directamente al mar. Reporté esto en mi reseña del viaje y por iniciativa del banco, logramos que la autoridad presionara y convenciera a los hoteleros de instalar plantas tratadoras de agua, a lo cual muchos de ellos solo accedieron cuando se les dieron créditos para instalar dichas plantas ¿cómo se va a evitar la contaminación del agua subterránea en todo el trayecto del tren?
El tren maya ha puesto de relieve muchos vestigios no explorados de la cultura maya, los cuales han sido afectados o de plano arrasados, con lo que no solo se está destruyendo el patrimonio cultural del país, sino también la cultura de los habitantes que a duras penas han logrado resistir los embates del capitalismo salvaje.
Pero que no se preocupen. Ya va a llegar el desarrollo. Ya van a llegar las grandes cadenas hoteleras donde podrán trabajar por bajos sueldos, dependiendo sobre todo de las propinas. Ya van a llegar las tiendas de conveniencia donde gastarán los pocos o muchos ingresos que obtengan. Llegarán las cadenas de supermercados, los bares y cantinas y demás cosas que significan el “progreso”.
Y eso sin contar que el tren no generará ganancia alguna. Es sabido y reconocido que casi todos los sistemas ferroviarios del mundo operan con pérdidas; es decir requieren de subsidios, sobre todo los de pasajeros. Así que el gobierno debe de ir pensando en un hoyo adicional que cubrir con nuestros impuestos; o con deuda.
Bienvenidos al desarrollo los pueblos de la región, donde perderán su autonomía y sus modos de vida.
En vez de que con $150,000 millones se les proporcionaran escuelas, hospitales de todo tipo, vacunas, se remodelaran los Sacbés como atracción turística, se rescatara el tren chiclero que llegaba a Vallarta (aquella vez, en nombre también del desarrollo se esclavizó a miles de indígenas mayas en las haciendas chicleras o henequeneras).
Con esos 150,000 millones de pesos se les pudo haber dotado de créditos para que incrementaran su productividad en productos tales como el maíz, la miel, el chile habanero, etcétera.
Pero no. Se les ha impuesto un proyecto que les es totalmente ajeno. Que no pidieron y cuya consecuencia será la pérdida de su identidad cultural, a cambio de volverlos asalariados y felices, felices consumidores de productos chatarra.
Bienvenidos al desarrollo.
[1] Profesor en el Departamento de Economía, UAM Azcapotzalco.