Por Vidal Ibarra Puig[1]
La semana pasada tuve el honor de presentar dos conferencias en la XXXV reunión de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales, AMEI. Una de ellas fue sobre el título que lleva esta nota, y de la cual expongo algunos elementos.
Estos 40 años que van de 1980 a 2020 han sido, en términos de desarrollo y crecimiento, un gran reto para América Latina y el Caribe, ALC.
El potencial de negocios y de aumento de bienestar de la región, a nuestro juicio, no ha sido suficientemente aprovechado y los orientadores de la política económica, vale decir, los diferentes gobiernos en cada uno de los países, no han sabido dar continuidad a las diversas medidas: la falta de políticas económicas de estado es una constante en la región.
Por otro lado, hay todavía una gran dependencia en general de los países de la región de las materias primas, sean estos alimentos o insumos industriales.
El caso del turismo en el Caribe, es otro ejemplo de dependencia externa (esta actividad incluso puede catalogarse como una economía de enclave).
La vulnerabilidad frente a los mercados externos sigue siendo clara cuando vemos las variaciones de, por ejemplo, el petróleo o los productos agropecuarios ante la demanda y la oferta internacionales (China, Europa) y las pandemias. En ese contexto, el desarrollo de acuerdos comerciales de largo plazo o la compra de coberturas financieras para prevenir efectos negativos de estas variaciones, debe ser más difundida en la región.
Apoyarse en los préstamos de las instituciones bilaterales o multilaterales es otra opción, siempre que estos créditos sean supervisados, sobre todo en los países donde haya riesgo de corrupción o un mal uso de los mismos.
Así mismo, la deuda externa es un riesgo que no ha sido suficientemente evaluado en sus costos y sus riesgos, sobre todo en esta época de alta inflación mundial, a lo cual se suma la baja recaudación fiscal de le región.
Hay, así mismo, las tensiones en la Cadenas Globales de Valor, CGV, ya sea por el lado del suministro (como es el ejemplo de los semiconductores); el transporte (falta de marineros ucranianos y rusos); las tensiones políticas (Taiwán-China, SudCorea, Japón), más aparte los conflictos comerciales (las disputas tecnológicas y de patentes).
Y en lo referente a áreas de oportunidad de negocios y que son a la vez a áreas a desarrollar de beneficio social, se deben identificar claramente las necesidades de infraestructura necesaria para un mejor flujo de bienes y servicios. Dar apoyos para que las empresas de la región desarrollen esta infraestructura.
En este contexto, el reacomodo de las CGV es una oportunidad para la región si se desarrollan las ventajas competitivas.
Recordando que África se encamina hacia una zona de libre comercio, planteamos la siguiente pregunta: ¿Se puede hacer una sola América Latina y del Caribe a partir de las varias Américas Latinas y del Caribe existentes?
Creemos que sí, pero para esto, la voluntad política y la vigencia del estado de derecho en cada uno de los países es una condición inequívoca.
[1] Profesor en el Departamento de Economía, UAM Azcapotzalco.