Opinión, Puntillas Económicas

Puntillas Económicas/No se preocupan las nuevas generaciones por lo que ocurre/Luis Alfonso Contreras

Inflación-Carestía

***No se preocupan las nuevas generaciones por lo que ocurre

***De memoria: cuando la carestía rebasó la realidad hace 38 años

***Escasez, desabasto, ocultamiento, especulación y gran anarquía

***Los precios llegaron a 103 por ciento. Al gobierno no le importaba

Por Luis Alfonso Contreras

De las sombras, el miedo y la retórica surge la fuerza para manipular la realidad y tratar de ocultarla en este país ansioso de respuestas, carente de dirigentes, ideología y destino, en términos de los que se usufructúan como hacedores del presente y futuro nacionales.

Este par de ideas no son del que pergeña estas líneas. Surge de un manual de ciencia política de principios de los años ochenta de la centuria pasada, justo cuando pasamos de una crisis económica a un crack financiero de consecuencias, para entonces, impredecibles, y que llevó a los mexicanos a una espiral inflacionaria con niveles de más de cien por ciento anualizada en unos cuantos meses.

Las nuevas generaciones, digamos que hayan nacido a partir de este siglo o en la última década del XX, no vivieron ni les preocupa eso del ascenso vertiginoso de los precios; les vale un pepino que alguien les diga, por ejemplo, que no habrá crecimiento –“vamos por un nuevo índice de bienestar”-, lo mismo que “estamos a punto de salir de la crisis”; o bien que “el peso no se ha devaluado en tres años, salvo el último mes, por factores externos”.

El problema, habrá de comprender, es que los hechos son mucho más crudos y terroríficos que cualquier teoría, dogma, novela o cuento. Muchos analistas locales y externos han subrayado que esos elementos internacionales, suponiendo sin conceder que estén presionando la economía del país, quedarían supeditados a las poco controlables variables internas en donde (le decíamos desde la semana anterior) el efecto bola de nieve acarrearía repercusiones muy difíciles de anticipar y, por ende, de medir y contener.

Esos jóvenes tampoco tienen en mente eso de la escasez de productos, mucho menos de alimentos. Recordemos que con una inflación de 103 por ciento –en 1983, no tan lejos si se ve en perspectiva-, muchos productores de insumos primarios o claves para la fabricación de bienes de consumo, decidieron sellar sus inventarios y otros, más vivales, ocultaron mercancías con el propósito de generar faltantes ficticios y elevar los precios al consumidor artificialmente.

Evoquemos la escasez, en ese tiempo, de pasta de dientes, azúcar, leche, acero, legumbres, gasolinas, diésel, jabones de tocador, artículos de limpieza en general, granos, café, a lo que se sumó la subida de los llamados bienes administrados, trámites y servicios del gobierno federal y locales, como peajes, tenencia, predial, agua, luz y teléfonos, que entonces eran administrados por la autoridad federal.

Y, encima, se presentó en 1985 el terremoto y la ausencia, nuevamente, de liderazgo y planes para encarar sus consecuencias en el corto, mediano y largo plazos. Tanto a Miguel de la Madrid como al resto de sus colaboradores las cosas se les voltearon de tal manera que uno pudiera pensar que todo el mundo se cayó por la deuda externa y su servicio, los bonos gubernamentales sin respaldo real, el desplome entonces de los petroprecios, la apertura económica mal planeada e incluso el disloque provocado por las tasas de interés anómalo y anárquico.

Pero, el caso es que México se hundió, y mucho, a partir de sus problemas, solo de sus problemas, pues los yerros y titubeos de las autoridades monetarias y políticas (incluidos desánimo, violencia, guerra sucia y autoritarismo de los regímenes federal y locales), fueron yescas en manos de la especulación financiera que, sin titubeos ni sonrojos, vaciaron las arcas públicas, exacerbaron la carestía, provocaron un derrotismo nacional que se observaba lo mismo en los taxis, el campo, las plazas públicas o las aulas.

La migración también tuvo un disparo más que inusitado y miles de mexicanos salieron a buscar, en Estados Unidos se entiende, lo que su nación le negó. Pero no se fueron los de hasta entonces. No. Ahora también salieron muchos profesionales, incluso del sector público que, inapropiadamente, fueron despedidos sin más ni más. Desde luego, aquellos universitarios o profesionales no fueron allende la frontera a perseguir sus sueños, sino a lavar ba{os o loza, a colocarse en los delis para limpiar legumbres o limpiar vidrios, y todos recibían mucho menos que los de su generación, pero allá avecindados.

Ahí nació, por cierto, eso que ahora tanto se pondera: el envío de remesas de mexicanos desde el exterior que hasta entonces se hacía en forma hormiga y jamás registrado en la balanza de pagos. Como tampoco ocurría con el concepto “sector maquilador”. Ahora es, curiosidades de la vida, el sector con mayor “crecimiento” de este lado de la frontera. Motivo de orgullo, desde luego.

Bueno, ni siquiera estaba en el firmamento de la economía macro, eso de la llamada economía informal. Algunos buenos economistas de entonces –como el caso de Julio A. Millán, que apenas empezaba con el concepto de Consultores Internacionales- apenas hablaban de “economía subterránea o paralela”. O vamos a plantearlo de otra manera: en los mercados alguien te vendía alguna bisutería, chiquihuites, aguantadores para el fogón, jarros de arcilla o barro, manta de cielo, coladeras o exprimidores de limón artesanales. Pero nadie hablaba de compactos, USBs o relojes o teléfonos celulares. Bocinas Inteligentes. Ni computadoras en las pulseras. Porque no existían en el mundo, dirán los cerebrales chamacos de hoy día.

¿Todo esto le parece similar a alguna otra circunstancia no tan lejana? ¿Algo que pudiera inquietar algunas buenas conciencias en estos tiempos que vivimos? ¿Es válido señalar eso de que la historia se repite? ¿Acaso hay algo de qué preocuparnos? ¿Es cierto, pero acaso se exagera?

Para fortuna de este país, habemos muchos de esas épocas que sobrevivimos a los peores gobiernos que recuerda la historia. Todo fueron priistas. Por desgracia, como el que ahora tenemos, es un decir, aunque ahora se pretenda vestir de seda, con un presidencialismo rampante, con un personaje en la cima de su populismo, con todos los defectos de esos a quien critica, pero con muy pocas o casi ninguna, de las virtudes que les acreditan los economistas privados y públicos, nacionales y foráneos, y desde luego los Contreras, que nunca faltan.

Descabellos.- Y con una urgente necedad de querer descollar e ingresar a la historia, al costo que sea, no importa el saldo que quede después de la batalla intestina a la que nos lleva el sedicente prócer.

De aquellos tiempos se aprendió la dura lección y emergió más fuerte que nunca, es otro ejemplo, entidades como el Banco de México. Nos preguntamos si las entidades que tienen esas siglas realmente están consolidadas y no se ceñirán, a la hora de los fregadazos, que se anticipan muy cercanos, lo que marque el dedito de los inquilinos que adeudan mucho, pero mucho, por vivir en el Palacio Virreinal.

Luego no digan que no se los dijimos.

Vamos a seguirle en este asunto que no nos parece sea menor y que generará vicisitudes mucho más allá de una mera alza de precios estacionales, como sucede cada fin de año, pero junto a usted, la semana entrante. Vamos a las fiestas decembrinas ¿Le parece? Jacs95@hotmail.com.