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Los Sonámbulos/Del inframundo político como entretenimiento/Jesús Delgado Guerrero

Los Sonámbulos

Por Jesús Delgado Guerrero

Luego de que los peores presagios en materia económica han naufragado en el mar de los deseos frustrados (después de todo, Gustavo Samsa siempre se despertará convertido en un enorme bicho, insecto intolerable e incapaz de comunicarse, según Kafka) en el ámbito político las cosas se  tornaron bastante movidas en el arranque del 2024, diríase que hasta salvajes.

Esto hay que subrayarlo pues parece que no será tema central de campaña: los agoreros del caos económico se han quedado con un palmo de narices con todas sus siniestras profecías (peso depreciado, gasolinazos, inflación fuera de control, crecimiento económico menos que mediocre, inversiones en fuga y otras calamidades). Afortunadamente no hay “novedades” o indicios de casabolsazos o “diciembrazos” del tipo Salinas-Zedillo, o Fobaproas, por ejemplo (en casi seis años de cantaleta nada de eso ha sucedido y los profetas tendrán que esperar para poder lanzar la infaltable cuchufleta: “se los dijimos”, “el tiempo nos dio la razón”.. o algo semejante).

Pero en el terreno político es distinto. Aquí no hay día en que no se den a conocer episodios que forman parte del inframundo que lo caracteriza: la incesante carga de dardos envenenados, recientes y añejos, además de “fake news”, realidades alternas y “posverdades” que si en circunstancias normales ya son bastante espesas, cuantimás en momentos de disputas políticas.

En tales condiciones habrá que esperar que, para solaz del respetable, la situación empeore conforme avance el proceso pues por lo que se ha visto, faltarán páginas y espacios para dar cabida a la revancha, al cobro de agravios con broncos vituperios, viejos y nuevos y, en suma, a todo el repertorio de denuestos y bajezas de una contienda política (incluidos “acuerdos políticos sotaneros” por parte de “víctimas descerebradas”, auto-chamaqueadas en sus cuentas de redes sociales, lo que confirma que, además de las oficinas de gobierno y de los partidos políticos, no hay peor lugar para tratar asuntos “oficiales” que el vecindario cibernético -nunca fue casualidad que bares y desplumaderos figuraran en la lista de los rescates gubernamentales, no nada mas los bancos y otros cangurazos disfrazados de inversionistas, pero la novatez, por no decir idiotez, jamás se ha enterado de los límites y de la sutileza política-). 

Ante los descontones traicioneros y el tradicional y ya descarado “fuego amigo” (que sin duda hacen las delicias del público, caricaturtistas, memeros y otros expertos en la mofa de la cosa pública), queda ver si lo que ofrecen uno y otro bandos podrá acolchonar lo que está emergiendo del inframundo político pues al menos en materia de trastupijes y de gritos el resultado es un empate.

Y es aquí donde, para buscar diferenciarse, la autodenominada “Cuarta Transformación” o “4T”” (cualquier cosa que eso sea o pretenda, sobre todo frente el intenso transfuguismo neoliberal de los últimos meses por parte de verdaderos profesionales del camaleonismo político, auténticos “transformers” en la mayor parte de los casos), utiliza como narrativa “el segundo piso” de la misma, esto es, la continuidad de una política y economía supuestamente morales que tienen como eje central a los “pobres”, aunque las grandes fortunas siguen de vientre al sol en su paraíso fiscal local, sin pagar impuestos conforme a sus ganancias (acudiendo a tribunales incluso) y gozando de las bondades del rocoso capitalismo de monopolios y de cuates (Carlos Slim, el mejor ejemplo de que rezarle a cualquier santo, supuestamente socialista o de presunto libre mercado, resulta igual para la purificación de los bolsillos y la acumulación por la acumulación, estampa de que el mejor negocio privado es el que siempre se hace con dinero y proyectos públicos).

Del otro lado, la oferta que igual privilegia a las grandes fortunas, privatiza bienes públicos y hasta al propio gobierno bajo el falso postulado de la “meritocracia” (de cuates o compadres), además de no tener empacho en socializar pérdidas y fraudes (Fobaproas, rescates carreteros, etc., un expediente muy conocido que carga con todo un rosario de infortunios, muy parecido al de su aparente adversario en otros años de felices saqueos oficiales).

¿Hay diferencias? Con muchas reservas en el aspecto social podría decirse que sí. Pero en lo fundamental -economía que privilegia las fortunas y la concentración de la riqueza- no hay nada. Ni se toca y tal vez por eso el exceso de entretenimiento con plagas políticas inframundanas. Acaso apenas se agita el status quo económico por medio de algunas escaramuzas verbales con beneficiarios del capitalismo salvaje, pero nada más.

Entonces, tal vez el estilo político femenino (no exento de siniestros capítulos en cualquier bando) sea el que más vaya a pesar más durante el proceso y las votaciones. Parece una minucia pero no lo es: personalidad, agenda  coherente, credibilidad, contacto con la sociedad, incluso la espontaneidad en el discurso y hasta los gestos, que en política dicen y pesan mucho, y un largo etcétera. Y aquí sí, aunque sean iguales en lo fundamental, casi “almas gemelas”, no son lo mismo en lo elemental pues cada cual posee características propias, buenas y de las otras.

Lo preocupante en todo esto es que la oposición no ha acusado recibo del golpe de hace casi seis años que, por lo visto, fue de efectos devastadores. Su pírrico avance en las elecciones intermedias ha venido a menos a grado tal que las apuestas están por ver si hay capacidad para evitar un descalabro mayor en la disputa por el Poder Legislativo en los próximos comicios (los cráneos se vaciaron por completo en la oposición, se atrincheraron en la vieja doctrina del agandalle y la estafa neoliberal, y de ahí nadie los saca).

Si son ciertos todos los sondeos, encuestas y el tanteómetro callejero (plazas comerciales, tianguis y otros que resultan más acertados que los ejercicios demoscópicos convencionales), la “Cuarta Transformación” no tendrá precisamente un día de campo, pero tiene enfrente a una oposición menguada que no representa un riesgo elevado en las votaciones de junio para el caso de la Presidencia de la República.

Queda entonces ese espacio vital de la vida pública que es el Poder Legislativo, donde, además de una oposición fuerte en número para generar los sanos contrapesos, se necesita que tenga ideas renovadas y que empatice con los electores y los ciudadanos en general. Han pasado casi seis años y no lo ha hecho, por eso hasta los pocos cuadros pensantes y decentes que le quedaban han optado por buscar otros aires, y por eso también su actual situación.

(Lo peor que le puede pasar al país es el retorno a un esquema de partido hegemónico con una oposición casi testimonial, con el preocupante añadido de que ésta se muestra rebasada por sus propios dogmas, a diferencia de los opositores de otros tiempos cuyas ideas y banderas los significaron y con las cuales lograron entusiasmar a los ciudadanos).